Chapter 1: Capítulo 1
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«¿Están todos listos?»
Johnny miraba las papeletas de colores en lo alto. Estaba orgulloso de ver aquel tumulto de animales a la puerta del teatro, justo debajo de la cartelera escrita con letras rojas y el reloj gigantesco de bordes dorados. Se distrajo al mirar a Ricky junto a sus amigos bailarines, a las pandas rojas en sus vestidos arcoíris, a Pete con su collarín recuperándose de aquella terrible lesión. Estaban preparándose para la fotografía. Pero, en medio de aquel alborozo, su rostro decayó al mirar a sus amigos en compañía de sus seres amados. Se preguntaba si su padre estaría observando el evento desde la televisión.
«¡Queridas criaturas de la creación!»
El Teatro Moon fue reconstruido con equipos renovados y decoraciones de primera clase, cortesía de Nana Noodleman, quien temía que Eddie no saliera bien en la fotografía. Le causó ternura ver cómo la madre de Meena sostenía la pata de su hija. Algo parecido sucedía del lado de Rosita con Norman y sus pequeños, los cuales eran incapaces de estarse quietos, al igual que Gúnter. ¿Y qué decir de Judith, la llama que tanto se había esforzado en destituir a Búster del establecimiento? Ahora no le quedaba otra más que disfrutar el evento. Observaba al concurso levantando los brazos, regocijándose por la buena suerte del koala, quien abrió las tijeras cerca del listón para poder cortarlo.
A pesar de haber vivido la más grande aventura de su vida, Johnny ocultaba un secreto que lo afectaba. La situación era delicada, ya que también podría afectar a sus amigos. Se esforzaba demasiado en fingir ser un joven simplón con aspiraciones artísticas. El canto era su pasión; lo hacía en los callejones, en las esquinas de todas las calles; incluso cuando se estaba enjabonando en la ducha. La gente giraba la cabeza buscando el origen de su melodiosa voz, dejando de cantar en el acto porque tenía miedo de que lo descubrieran. Con eso y todo, el pavor se desvaneció. Fue un proceso paulatino, pero llegó un momento en el que ya no le apenaba. Sin embargo, y estando fortalecido en gran manera, a Johnny lo incomodaba su vida delictiva. En aquellos días, Johnny era incapaz de entonar siquiera una nota frente a su padre. Por eso lo había estado manteniendo en secreto hasta el día en el que lo arrestaron in fraganti. No había motivos para seguir escondiéndose, por lo que decidió enfrentarlo. Quizá al principio las cosas no salieron bien, mas todo fue completamente distinto al final, remarcando la posibilidad de un futuro mejor. Johnny estaba consciente de que no era el momento para recordar el pasado.
Afortunadamente, Marcus, su padre, también apodado «Big Daddy» por otras pandillas, había recapacitado sus equivocaciones. Lo supo la vez que escapó de prisión sólo para decirle lo orgulloso que estaba de él. ¿Quién en su sano juicio sería capaz de llevar a cabo semejante barbaridad? Fue entonces que advirtió su incapacidad para entender el amor que un padre puede llegar a tener por sus hijos.
«¡Bienvenidos al nuevo y renovado, Teatro Moon!»
Lo único que Johnny observaba era sonrisas y gritos de júbilo. No hizo más que mantener un gesto de contentamiento, feliz porque el Teatro Moon volvería a ser lo que antes, ansioso por regresar a los ensayos y por seguir practicando en el piano. A lo largo de los meses, Johnny había estado reconsiderando su trayectoria como cantante, pero también como músico. Cada día se le facilitaba más el piano, y por eso quería aprender a tocar otros instrumentos musicales. Impulsado por la ambición, Johnny habló con Ash para que le diera clases de guitarra. Ella misma fue la que lo llevó a una tienda de música para comprar una guitarra acústica que estuviera adaptada a su tamaño. La noche de aquel día comenzó a enseñarle todo lo que sabía, todo lo que había aprendido a lo largo de los años, incluidos aquellos en los que estuvo con Lance, quien también la había aconsejado un par de cosas antes de componer canciones. El progreso que Johnny había conseguido en el lapso hasta la reinauguración era considerable; pero todavía tenía mucho que aprender.
Si bien era cierto que quería aprender a tocar otros instrumentos musicales como la guitarra, también lo era que quería estar cerca de la puercoespín. Desde el primer momento que la vio en las audiciones para el concurso de canto de los cien mil dólares, algo ocurrió que hizo que se perdiera en su mirada. Desatendió la noción de la realidad. Estaba interesado en su noviazgo con Lance, en echarle miradas inadvertidas. De vez en cuando se acercaba para platicar con ella y conocerla mejor. Fue así como surgió la magnífica idea de enseñarle a tocar guitarra. Entendiendo que todavía estaba dolida por lo de Lance, mantuvo una actitud positiva. No había que ser extremadamente inteligente o un mentalista con experiencia para reparar su sombrío estado de ánimo; Johnny trataba de sacarle una sonrisa, o de dedicarle palabras alentadoras para que no se deprimiera. Recordaba aquel día en el que fue a su departamento. Cuando Ash le pidió que la ayudara a buscar su uña preferida, encontró una caja roja con fotografías rasgadas de Lance y ella juntos demostrándose todo el amor que sentían el uno por el otro. Ash estuvo a punto de romper en lágrimas al contarle lo que había sucedido. En aquellos días, Johnny ya conocía la tóxica relación que tuvo con Lance, mas nunca había ahondado en el asunto. Primero, porque no era de su incumbencia, sin negar el ferviente deseo de averiguarlo, y segundo, porque era educado y no tenía que andar por ahí haciendo preguntas personales sobre ella. Cuando halló aquella caja, sintió que era la oportunidad perfecta para desglosar todo el conflicto, a lo que ella accedió sin ningún tipo de inconveniente. Al saber el trasfondo, Johnny le aconsejó que hiciera algo importante, algo que, estaba seguro, la liberaría por completo de sus ataduras:
—Deshazte de esta caja. Destrúyela, quémala o rómpela en mil pedazos. Échala a la basura si quieres, pero no la tengas más tiempo aquí, Ash. Tenerla aquí sólo te lastimará más. Llegará un momento en el que te acostumbrarás al dolor, a vivir con él, y no puedes hacer eso —Ash se limpió las lágrimas con el dorso de su pata, comprendiendo lo que Johnny decía—. Olvídate de él.
—Lance fue quien me propuso huir de casa para dedicarnos a la música. Éramos felices, Johnny, muy felices; nos amábamos muchísimo. Me convenció de seguirlo hasta el fin del mundo. Él no era como es ahora. No sé en qué momento las cosas cambiaron para mal.
Johnny todavía sostenía la caja en sus manos.
—La furia y el dolor me inspiraron a escribir esa canción, sí; pero, en el fondo, creo que aún lo extraño, o será que tal vez no he podido olvidarlo. No lo sé. Me cuesta trabajo deshacerme de esta caja porque en ella se encuentra el recuerdo de la vida que juramos algún día vivir juntos. Esas fotografías incluyen toda la esperanza que alguna vez tuve a su lado. Por eso no puedo destruirla; siento que estaría destruyendo una parte de mí, aquella en la que cimenté el curso de mi vida.
—Pero ahora puedes cambiar y decidir, formar un rumbo completamente distinto al que en un principio habías pensado. Tienes que seguir adelante, Ash. No puedes quedarte en ese recuerdo del pasado que sólo te está aniquilando. Créeme, Ash, Lance ya se olvidó de ti; seguro que ahora estará riéndose de todo lo que ocurrió entre tú y él con esa tal Becky.
—Lo dudo mucho, Johnny, porque estoy convencida de que él también me amó de la misma manera en la que yo lo amé a él. Probablemente habrá recapacitado, no lo sé, pero no me ha olvidado. Yo creí en él y él en mí. ¿No recuerdas aquel día en el que fue a visitarme a mi departamento para felicitarme por la canción que compuse para el día del concierto? Desde ese día no estoy tranquila, Johnny. ¿Tú crees que lo hizo sólo para volver a derrumbarme? Sería una locura que lo haya hecho por eso.
—El teatro Moon ya casi está terminado y podrás volver a componer todas las canciones que tú quieras, ser famosa y hacer giras mundiales, pero no lo conseguirás si no logras olvidarte de ese bueno para nada. Sí, fue a tu departamento días después del concierto a decirte eso, pero ponte a pensar: ¡Eso fue hace meses! No ha vuelto a llamarte o a visitarte. No hay razones para confiar en sus palabras. Tienes que seguir adelante, enfocarte en tu sueño de ser una estrella de rock.
—Eso intento, Johnny; pero cuando lo hago, lo vuelvo a recordar. No quiero pensar que hago esto sólo para demostrarle que yo también puedo hacer grandes cosas en la música; yo sé que no es por eso, porque en verdad amo cantar y quiero componer mis propias canciones; sin embargo, al estar tan inspirada, llega un momento en el que recuerdo toda la desgracia que sufrí con él y vuelvo a caer, a reprimir mis anhelos.
—Y lo seguirás haciendo si no te deshaces de esta caja, Ash. Esta caja te mantiene atada al pasado. Ve todas las fotos que tienes aquí; en cada una aparece Lance contigo. Por favor, Ash, ¿no te basta lo que Búster opina sobre tu música, lo que yo digo sobre ti, lo que todos en el teatro opinan sobre ti? Sabemos que eres una buena persona y que eres extremadamente talentosa. Por eso Búster te eligió a ti y no a Lance en las audiciones; vio en ti lo que no logró ver en Lance. Yo te lo estoy diciendo ahora mismo, Ash: Eres una compositora magnífica, una escritora de canciones increíble; tienes un gran futuro por delante, pero tienes que creer que es así.
Ash inclinó el rostro hacia adelante, apenada. Comprendía a la perfección lo que tenía que hacer. Sin embargo, Lance había formado parte de su vida. Por eso le era difícil perdonarse a sí misma, que era lo más importante, y perdonarlo a él. Hacía algún tiempo, luego de haber guardado todas las fotografías y recuerdos de su relación con Lance en la caja de color escarlata, escuchó a alguien en la televisión hablar acerca de las ataduras del pasado. El hipopótamo, un psiquiatra destacado que vestía camisa blanca y pantalón vaquero azulado, explicó que era imposible deshacerse de las malas experiencias, pero no enfrentarlas, luchar para derrotarlas y así nunca más volver a recordarlas. Además, dijo que la sanidad dependía exclusivamente de la persona afectada, la cual tiene que entender que posee un lado oscuro que jamás podrá destruir enteramente; el hecho de enfrentar esos malos recuerdos, esos traumas, no implica que dejarán de existir. Todo lo contrario. Lo que en verdad importaba era caer en la cuenta de que ahora formaban parte de su ser y que tenía que aceptarlo. Este análisis por parte del hipopótamo la ayudó a aclarar más las ideas de su cabeza, advirtiendo que había estado queriendo lograr un objetivo inalcanzable; no debía destruir el recuerdo, sino solamente derrotarlo; no debía ganar la guerra, sino todas las batallas, porque no puedes protegerte de ti mismo.
Sucedieron varios meses después de la conferencia del hipopótamo y todo comenzó a fluir perfectamente. Se enfocó en enseñarle clases de guitarra a Johnny, quien tenía mucho entusiasmo por aprender. La pasaron bien, un maravilloso tiempo juntos. No se había olvidado de aquella caja y del lugar donde la había guardado; aun así, fueron días majestuosos para la puercoespín, quien trataba de mostrarse renovada y fortalecida. El apoyo de Johnny no estaba de más, porque gracias a él y a su ferviente impulso por verla sonreír, las cosas habían avanzado. Fueron testigos de la reconstrucción del teatro; Rosita y los demás, mirando con esperanza cómo los constructores edificaban ladrillo por ladrillo los muros y las estructuras, se impacientaron. Eran tantas las ganas de regresar a los ensayos y a las cantadas que no podían esperar más. Johnny y Ash sonreían frente a las máquinas en compañía de Búster Moon y de Eddie, quienes supervisaban todas las acciones de los ingenieros. Estaban en la etapa final de la reconstrucción cuando Johnny halló la caja roja dentro de un compartimento del aparador. Estaba algo magullada y decolorada. Jamás anticipó encontrar el rostro de Lance hecho pedazos.
Esa misma tarde, Johnny la acompañó al basurero ubicado en el callejón que estaba frente al edificio de su departamento. Ash llevaba la caja en las patas cuando se detuvieron delante del contenedor. Johnny, con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, guardó su distancia. La puercoespín, sin acobardarse, estiró los brazos arriba del bote, dejando caer la caja para nunca más volver a verla. Inspiró profundamente mirando hacia el cielo; cerró los ojos, sintiendo cómo se quitaba un peso de encima. Al darse media vuelta, advirtió que Johnny la sonreía. Después de eso, regresaron juntos al departamento para continuar con las lecciones.
Johnny adoraba estar cerca de Ash. Había estado pendiente de ella desde el primer momento que la miró; él fue quien la socorrió cuando lograron salir vivos de la inundación del teatro, y le pareció tierno cómo ella buscó refugio detrás de su brazo cuando se derrumbó en escombros.
No quería establecer ideas o conclusiones, pero Johnny sospechaba que podría estar enamorado de ella. Sin embargo, Johnny estaba consciente de que era un hipócrita porque, con todo y que quería ayudar a la puercoespín a superar sus traumas, tenía una viga muchísimo más grande metida entre los ojos: él había sido un ladrón, al igual que su familia, y eso lo atormentaba. Salvaguardaba la prudencia y el anonimato, que era lo mejor que podía hacer para impedir que sus amigos corrieran el riesgo de averiguar quiénes eran los Egerton en verdad.
Al paso de los meses, sus sentimientos por Ash se fortalecieron al grado de querer confesárselos, pero no podía hacerlo, no con su pasado persiguiéndolo, no manteniendo en secreto lo que había sido de él: un delincuente, un pandillero que robó bancos y joyerías, que había participado en planes maquiavélicos para interceptar camiones blindados. Si Ash conociera el terrible y oscuro pasado de Johnny, ¿sería capaz de fijarse en él? ¿Estaría siquiera interesada? O lo peor, ¿seguirían siendo amigos después de habérselo dicho? Rosita, Meena, Gúnter y todos los demás, ¿seguirían siendo sus amigos? Tenía miedo de perder lo que había conseguido, de entender que nunca sería capaz de hacer su sueño realidad, de nunca obtener la atención de Ash, quien estaba sumamente contentísima saludando a todos con su guitarra puesta en lo alto. Comprendió que, de no haberse deshecho de aquella caja, las cosas habrían sido completamente distintas.
Johnny quería seguir analizando la situación, pero lo dejó para después porque tenía que posar para la fotografía del recuerdo. Se acomodó junto a sus compañeros dibujando una enorme sonrisa en su rostro antes de que la cámara cegara sus ojos.
Chapter 2: Capítulo 2
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Después de haber reinaugurado el Teatro Moon, Búster les pidió a Johnny y a los demás que fueran a descansar porque mañana sería un gran día de trabajo. Aquella noche, y después de tantos meses, Búster por fin pudo dormir tranquilamente. Al despertarse ya no habría más trabajadores colocando tablarocas, ni ingenieros con planos estructurales. No. Lo que vería sería un edificio iluminado con luz de calamares, decorados en bordes de oro y tapices escarlata, cristales transparentes con olor a nuevo. Cuando Nana se enteró que Búster vivía en uno de los cajones de su escritorio, lo apoyó temporalmente con un pequeño departamento. Búster presenció todo el proceso; aportó ideas y trató de ayudar a los constructores. De vez en cuando recibía las visitas de sus amigos. Sabía que estaban ansiosos de regresar a las andadas. Para la ocasión, la madre de Meena preparó un delicioso banquete de magdalenas con chispas de chocolate, pastel cubierto con crema batida y cántaros de limonada agridulce. Hubo suficiente para todos los invitados. Cuando el atardecer encauzaba, Johnny le dijo a Ash que podría llevarla a su departamento.
—Podemos aprovechar el viaje para ir al parque, ¿qué te parece?
—Me encantaría.
Ash sabía que Johnny tenía cierta debilidad por la comida. Por eso se mataba horas en el gimnasio haciendo ejercicio para mantenerse en forma. Johnny era cuidadoso consigo mismo. Procuraba estar presentable en todo momento, en especial frente a Ash. No era la primera vez que viajaban juntos. A veces, después de las clases de guitarra, salían a pasear. Ash conocía bares con música en vivo. Johnny no era de las personas a las que les gustaba el estruendo o las luces de neón. Sin embargo, no rechazaba las invitaciones de la puercoespín, siendo paciente con los rasgueos de las guitarras eléctricas y el griterío insoportable de los animales en las salas de concierto que Ash adoraba frecuentar. Al salir del teatro, miraron que el sol estaba ocultándose detrás de la ciudad.
—Definitivamente hace un día maravilloso para pasear por el parque.
—No seas cursi; sólo es una puesta de sol.
—Es inspiradora, no como tus conciertos de rock del bajo mundo a los que me llevas...
—Hoy no tengo ganas de ir a uno. No estoy de humor para eso ahora. Sólo quiero relajarme antes de volver al trabajo.
—Eso me va excelente. Déjame abrir la puerta.
—Gracias. Tan educado como siempre...
—Ya me conoces...
—Claro que sí, grandote.
La ciudad amainaba en un tráfico sosegado. Johnny conducía sin prisas con el codo atravesado sobre la ventana. Miraba su alrededor; allí iba esa parejita disfrutando el principio de una velada romántica; allí estaba una madre de familia cuidando que sus hijos no cruzaran la carretera.
—¿Estás emocionado por volver al teatro?
—Ni siquiera es una pregunta. Por supuesto que lo estoy. Imagínatelo: Todos juntos de nuevo en los próximos espectáculos. ¿No sería genial que, no lo sé, Búster formara parejas entre nosotros para cantar? Aunque, bueno, creo que tú y Gúnter no serían la combinación más apropiada, ja, ja.
—No me subestimes. Te aseguro que algo bueno podríamos hacer él y yo. Por si no lo sabes, también el rock tiene un estilo de baile.
—Si te refieres a agitar la cabeza como maniático y a hacer girar la guitarra alrededor de tu cuerpo con ayuda de la correa, no creo que eso sea una rutina de baile.
—Ja, ja, tu idea sobre el rock es muy vaga. Es más de lo que tú piensas. Yo también estuve pensando unas cuantas ideas estos últimos meses: ¿Qué harías si Búster nos dice que cantemos un género que no sea nuestro fuerte? Por ejemplo, tú con el rock y yo con el pop, o Meena con el metal. Si eso llega a suceder, espero que no entres en pánico.
—Siendo honesto, sería algo interesante. ¿Puedes imaginarme a mí cantando canciones de Breaking Benjamin o de Metallica? Rayos, ni yo mismo puedo hacerlo. Pero, repito, sería interesante averiguarlo. Tal vez puedas enseñarme a cantar de la manera en la que ellos lo hacen.
—A la velocidad con la que aprendes, no creo que se te dificulte. Después de todo, confío que podrías hacerlo de manera estupenda. Ya lo demostraste en el concierto al aire libre: eres un as con el piano, uno de los instrumentos más difíciles de tocar; ¿qué problema podrías tener con la guitarra?
—Muchas gracias por decirme eso, Ash. Estoy seguro de que lo poco que yo también te he enseñado con el piano te será de gran ayuda algún día. Podrías tocarlo en tu próximo número.
—De nada, campeón, sabes que para mí es un gusto ayudarte. Te la debo por haberlo hecho conmigo en estos meses. De no ser por ti, a lo mejor estaría tirada en la cama, deprimida y consumida por el dolor.
—No digas esas cosas, Ash. Lo importante es que los dos estamos aquí y que nos tenemos el uno al otro. Siempre contarás con mi apoyo; si algún día necesitas ayuda, sólo llámame. No importa la hora, sólo hazlo y yo vendré. Ya no pienses en ese cretino. Enfoquémonos en disfrutar esta bella noche, ¿okay?
—Gracias, Johnny.
Se estacionaron cerca de una intersección. Un elefante vendía helados en su carrito ambulante. Tenía bastantes clientes en espera, algunos con sus pequeños impacientados por saborear un mantecado doble de vainilla con chocolate, los sabores más populares del negocio. Johnny retiró su cinturón y se apeó. Rápidamente corrió hasta el otro lado para ayudar a Ash. «¿Me permite su mano, señorita?», le dijo cual buen mozo. Ash sonrió ante su caballerosidad. Johnny se encargó de colocar los seguros a las puertas. Las baldosas medievales decoraban perfecto. Las bancas, pintadas de un negro brillante, resaltaban con el verde de los arbustos y los rosales. Junto al bordillo había árboles de enormes cúpulas, farolas reflejándose sobre el pasto húmedo. Justo en el centro de la plaza se hallaba una fuente de granito beis, la cual poseía unos cuantos escalones para poder acercarse. Ash hablaba con Johnny sobre algunas de sus bandas favoritas de rock. Le explicaba sobre los diversos estilos en los que, a lo largo de los años, se había dividido el género.
—Tal vez haya un estilo que te guste. ¿En verdad no escuchas alguna banda que te llame la atención?
—¿Linkin Park cuenta? He oído muchas de ellos, pero me salto aquellas en las que gritan. No sé cómo le hacen para que su voz suene así. Me pregunto si se dañan la garganta al hacerlo.
—Puedes cantar así sin afectar las cuerdas vocales, pero no es tan fácil; requiere de mucha práctica. Y sí, Linkin Park sí cuenta. Fue de las primeras que comencé a escuchar.
—Yo creo que todos la hemos escuchado. Fueron la sensación hace tiempo. Pero ¿sabes? A pesar de que me gusta Linkin Park, no estoy enfocado en ese género. Sabes que a mí me gusta más el soul y el pop, el trap y algunas de rap. Sin embargo, no estoy cerrado a nada; si tienes alguna canción de rock que tú piensas que me va a gustar, no dudes en mandármela por WhatsApp.
—Lo tendré en cuenta. Pero no intentes recomendarme ninguna canción de Drake o Justin Bieber, mucho menos de Bruno Mars porque te bloquearé.
—Ja, ja, descuida, no lo haré, tienes que tranquilizarte; ni que se te fueran a caer las orejas por escucharlos...
—Tal vez no se me caerán, pero sí me sangrarán...
—Qué exagerada...
Caminaron hasta la fuente. Era tierno mirar a los niños jugando con el agua que chorreaba de los bordes. Ash se sentó en la orilla acomodándose las espinas, distrayéndose con los pequeños que corrían de un lado a otro. Johnny estaba enamorado de ella. Llegó a esa conclusión antes de la reinauguración, Estaba aterrado por lo que podría suceder; eran como rescoldos ardientes penetrando en su corazón. Ocultaba su sentir con bromas y risas para que ella no se diera cuenta. Pero no sólo eso, sino que también reprimía todas sus emociones. Odiaba no poder expresarlas. Tenía miedo de cometer una estupidez. En serio quería intentarlo, redescubrirla, reencontrarse con ella de un modo completamente diferente. Pensaba que éste era el momento adecuado para confesarlo; la fuente reflejando la luz de las lámparas, el dulce olor de las flores impregnando sus narices, el relajante ambiente familiar; algo le decía que era el escenario perfecto para hacerlo.
Pero no lo iba a hacer.
Johnny la pondría en peligro si tuvieran una relación sentimental. Su vida como pandillero lo había expuesto a la muerte y a otras situaciones azarosas. Los osos, por ejemplo, eran conocidos por poseer enormes cantidades de dinero, por ser letales y peligrosos. No tenían ningún tipo de pleito con Marcus o Johnny, pero no por eso iban a bajar la guardia, y menos con ellos, quienes tenían fama de haber aniquilado varios líderes de la mafia. Tenían contactos importantes en toda la ciudad, así como propiedades de lujo y ciertas influencias en otras pandillas. Su territorio abarcaba un porcentaje considerable de la ciudad gracias a sus alianzas. De no ser por el arresto de Marcus, nada de lo anterior habría sucedido. Con Marcus fuera de la ecuación, los osos tomaron ventaja para expandir su poder. Lo peor de todo resultaba ser que Johnny estaba completamente enterado de esto gracias a su padre. Las veces que lo visitaba en la prisión, lo ponía al tanto de lo que podría estar ocurriendo entre las pandillas. Ya habían tenido riñas con ellos en el pasado por cuestiones de territorio, nada grave; pero la desconfianza, la incertidumbre de un repentino ataque por parte de ellos les quitaba el sueño. La situación no era idónea para entablar una relación amorosa con Ash; jamás se perdonaría si algo le llegara a suceder por su culpa. No. No podría soportarlo. Un terror descomunal hizo que imaginara lo peor. La felicidad se fue. El pánico entumeció su pecho. Un espasmo en el rostro. Imaginó a Ash con agujeros de bala en el tórax sangrando sin parar.
—¿Estás bien? Te ves pálido.
La pregunta de Ash lo sacó de sus pensamientos. Parpadeó unas tres veces en completo descontrol de sus acciones. Gobernado por el nerviosismo, miró a la puercoespín, quien estaba preocupada frente a él.
—Uh, sí, sí, lo-lo estoy, Ash... lo estoy.
—No me mientas, Johnny.
—De verdad, Ash, lo estoy. Estaba pensando, no tiene importancia. Descuida.
—Soy tu amiga. Puedes decirme lo que te atrofia también.
—Te lo agradezco, Ash, pero estoy bien. Estoy cansado. Mañana tendremos que levantarnos temprano para ir a trabajar. ¿Ya quieres que vayamos a casa?
—Bajo esas condiciones, yo creo que sí. Ya casi son las nueve de la noche.
—Vámonos entonces, te llevo.
Johnny estaba intranquilo. No sólo la pondría en peligro por ser su novio, sino también por ser su amigo. El considerar esta idea lo indujo a mirar hacia todos lados, desesperado, consumido por el pavor de que alguien pudiera estar vigilándolos; detrás del árbol, de los arbustos, en los callejones. La paranoia le quitaba la paz al grado de tener que acelerar el paso.
—¿Mucha prisa, campeón?
—N-no, pero acabo de recordar que tengo que resolver un asunto importante; entre más rápido lleguemos a la camioneta, mejor.
—Me lo hubieras dicho antes.
Cruzaron la carretera no sin antes ver hacia ambos lados. Al hacerlo, Johnny introdujo la llave en la cerradura de la portezuela del copiloto y la ayudó a subir. Johnny no tardó en acoplarse también al interior. Echó una mirada por el espejo retrovisor, después miró manualmente el compartimiento trasero de la camioneta. Lo siguiente que hizo fue echar un último vistazo a su alrededor, cerciorándose de que nadie los estuviera siguiendo. Ash era testigo de todos sus movimientos, no alcanzando a comprender por qué empezó a comportarse de esa manera.
—¿Buscas algo?
—Sí... ¡No! No, claro que no.
—¿Entonces? ¿Qué estás haciendo?
—Chequeo de último minuto.
—¿Eso desde cuando lo haces?
—No es por mí. En este lugar ocurren muchos robos, y más en la noche. Por eso me apuraba que regresáramos a la camioneta. Estoy revisando que todo esté en su lugar.
—Creí que porque tenías que finiquitar un asunto. Me lo acabas de decir.
—También es por eso, Ash. ¿Algún problema?
—No, no, pero pudiste habérmelo dicho.
—Lo siento, tienes razón.
Cuando Johnny accionó la marcha, no dudó en arrancar inmediatamente. Disimuló una sonrisa a la puercoespín para demostrarle que se encontraba perfectamente. Ella correspondió de la misma manera, pero dudando de su honestidad. No habló en todo el camino. Ash sólo pudo apreciar el perfil de un rostro aturdido. Esto llamó su atención, pero prefirió no hablar más acerca del tema. Cuando Johnny se estacionó frente al condominio, se apeó sola de la camioneta. Antes de ingresar en el edificio, se volvió hacia Johnny, quien la miraba con aprecio.
—Te veré mañana, grandote.
—Como siempre, Ash, como siempre...
Se despidieron haciendo un gesto con la mano. Cuando Johnny giró en la esquina, Ash todavía se quedó allí, preocupada por él, no pudiendo entender su repentino comportamiento. No se le ocurrió echar un vistazo a su alrededor antes de entrar en el vestíbulo. Por causa de ello, no reparó en el vehículo que estaba estacionado a lo lejos; una camioneta roja de lustroso acabado, con rines cromados y asientos de tapiz. En el interior, un oso pardo con chaqueta marrón y boina oscura fue expectante del momento en el que Ash descendió de la camioneta de Johnny antes de marcharse.
Chapter 3: Capítulo 3
Notes:
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Esa noche, Johnny tuvo una pesadilla. Despertó bañado en sudor. Se llevó las manos al rostro, aturdido. Se sentó en la orilla de la cama usando ropa interior. Todo su cuerpo estaba empapado. Recargó los codos en sus rodillas y exhaló. Estaba agradecido de haber despertado antes de que Ash muriera, antes de que la balearan. Se había sentido tan real que por poco sufría un ataque cardíaco. El bombeo era frenético, y su expresión de susto y espanto lo secundaban. Las cortinas de su cuarto estaban echadas hacia un lado, la ventana ligeramente abierta. La ventisca le provocó escalofríos. Aun así, se puso de pie para mirar la ciudad. A lo lejos divisó bodegas, carreteras en marcha, edificios altos. Posó los brazos en la parte inferior del claro para sentir la brisa. Aprovechó el momento para llegar a la conclusión de que quizá estaba siendo víctima de su propia paranoia. Cerró los ojos después de haber inclinado la cabeza. La hipótesis tenía sentido: no había sabido nada de los osos en más de un año a pesar de las sospechas de su padre; las familias vivían, desde hacía mucho tiempo, en gran bonanza. Era cierto que Johnny dormía con una pistola en el cajón de la mesita de noche por si ocurría lo impensable; sin embargo, supuso que estaba exagerando. Sí, las predicciones de su padre fueron ciertas, pero los osos, si tanto era su deseo de apropiarse de todo, ya habrían atacado, y más sabiendo el arresto de Marcus de hace dos años. La falta de lógica era difícil de ignorar, y por ello Johnny volvió a tirarse sobre las sábanas, exhausto. Todavía tenía miedo, todavía pensaba en el peor de los casos, pero no por ello dejaría de disfrutar las bendiciones que la vida le había proporcionado: el amor maternal de Rosita, la amistad de Meena, los consejos de Búster...
...Ash.
Pensó en ella otra vez.
Era bella.
Era magnífica.
Por eso la amaba.
Pero el pasado se lo impedía.
Lo aterraba.
Dudaba si podría soportar el rechazo.
A la mañana siguiente, Johnny metió la pistola en el bolsillo interno de su chaqueta y subió al vehículo. Marcus había ocultado armas en distintos lugares del garaje: debajo del sofá, en las cajoneras, incluso en el tocador. La precaución de Marcus era tal que hasta parecía una exageración. Johnny los conocía de memoria. Su padre le enseñó a manejarlas correctamente. Había aprendido a vivir de esa manera, pero eso no quería decir que estaba conforme. Daría lo que fuera por salir del embrollo y ser libre de toda persecución, pero entendía que eso era casi imposible. Muy pocas personas lograban sobrevivir a este estilo de vida. Las historias que su padre le contaba lo dejaban en vilo, no pudiendo creer el terrible destino que sufrieron muchos de los que había conocido antaño. A Johnny le preocupó durante mucho tiempo que no estuviera consternado por arriesgar la vida de su hijo; más bien lo llenaba de orgullo que participara en los asaltos y en las emboscadas, ignorando la posibilidad de que una bala perdida pudiera matarlo. A raíz de lo que ocurrió por el concurso de los cien mil dólares, cuando fue arrestado por la policía, Marcus advirtió su equivocación y se arrepintió de lo que había hecho en el momento que miró a Johnny cantando como un profesional.
Ya conocen el resto.
Cayó en la cuenta de que estaba arrebatando los sueños de Johnny, sus anhelos, lo que quería ser en la vida. Marcus no recordaba haberle preguntado si estaba de acuerdo en participar en los negocios de la familia, y eso terminó por agobiarlo. Con apenas 12 años, le entregó una pistola y le ordenó que lo ayudara a saquear un banco, después de que su madre se divorciara de él por exponer a la familia a tremendos peligros. Marcus, ensimismado en su terquedad, le quitó a Johnny y la echó de casa.
No había sabido nada de ella en casi diez años.
Estaba seguro de que la había perdido para siempre. Ahora pagaba el precio de sus decisiones; decisiones equivocadas que obligaban a Johnny a llevar una escuadra de nueve milímetros siempre bajo el brazo.
Se estacionó al otro lado de la calle. Al apearse de la camioneta, fijó la mirada en la cartelera que decía: CLOSED FOR REHEARSAL. Johnny esbozó una larga sonrisa; Búster ya estaba planeando el próximo concierto. Empujó la puerta de cristal. Ingresó en el patio de butacas. Miró a sus amigos oyendo con atención las instrucciones del señor Moon en el escenario.
—¡Johnny! —gritó el koala sosteniendo unas hojas entre las manos— Llegas justo a tiempo.
—Hola, señor Moon. Cinco minutos tarde. Lo siento.
—¡Bah! No tienes que disculparte —le dijo invitándolo a subir—. Anda, que tenemos trabajo que hacer.
Sus amigos lo recibieron cariñosamente, en especial Ash.
—¿Ya te encuentras mejor, grandote?
—Ja, ja, sí, claro que sí.
—Más te vale, porque tenemos mucho trabajo por delante, y necesito que estés al cien para que todo salga como debe ser.
—Lo que tú ordenes.
Interrumpieron su conversación para atender las indicaciones de Búster. Les estaba explicando la dinámica del siguiente concierto. Hojeó los papeles, los cuales incluían una lista de canciones para cada uno. No podría estar más agradecido; de no ser por ellos, nunca habría alcanzado la cima; aprovecharía cada segundo de su vida para hacer que valiera la pena.
—¡Es hora de poner manos a la obra, amigos! —decía exaltado—. El momento que por todo un año hemos esperado por fin ha llegado, ¡volvamos a soñar en grande porque esta aventura acaba de comenzar! —la euforia era palpable— ¡El teatro Moon ha vuelto a la vida!
Después de la celebración, Búster le pidió a Johnny y Ash que fueran a su oficina. Todos los camerinos, incluidos los de ellos, fueron restaurados y remodelados. Apenas tuvieron oportunidad de echarles una ojeada antes de que los llamara por las líneas fijas de sus habitaciones. Las escaleras en espiral eran relucientes. En la parte superior, colgando de una cadena cromada en oro, aparecía una lámpara de techo de cristal reluciente. Estando ya en el rellano, Johnny y Ash continuaron por el amplio corredor hasta detenerse frente a la puerta de caoba que decía «B. Moon, productor» grabado en una placa de plata. El acabado barnizado resaltaba las vetas marrones y el reflejo de la iluminación. Luego de haber tocado, Johnny se encargó de asomar la cabeza para descubrir que Búster Moon estaba en su escritorio leyendo papelería.
—¿Señor Moon?
El koala levantó el semblante.
—Hola, Johnny, Ash —cerró el documento—, por favor, siéntense.
Retiraron las sillas antes de acomodarse.
—¿Qué sucede, señor Moon? —preguntó Johnny.
—Sí, Moon —dijo Ash—, ni nos dejaste disfrutar nuestros camerinos, ¿qué sucede?
—Calma, calma, ya tendrán tiempo para eso. Ahora quiero enfocarme en esta idea que vengo pensando desde hace tiempo, una idea que los involucra a los dos.
Se vieron el uno al otro, intrigados.
—¿Todavía tienen las hojas con las canciones para el próximo concierto?
—Sí —decía Johnny retirando la suya del bolsillo de su chaqueta—, aquí está la mía.
—Y la mía —dijo Ash desdoblándola.
—Bien. Esta es mi propuesta. Quiero que pongan atención.
Se acodó sobre el escritorio entrelazando los dedos de sus manos.
—¿Qué les parecería si para el siguiente espectáculo... componen una canción? Una como la que Ash compuso hace dos años.
El planteamiento les tomó por sorpresa. Titubearon en lo que intercambiaban miradas.
—Uh, ¿dijo componer una canción? —preguntó el gorila.
—Sería interesante, ¿no creen?
—Moon —interrumpió la puercoespín—, ¿tomaste en cuenta que, si aceptamos hacerlo, tendríamos sólo un mes para ello?
—Claro que lo hice, Ash. Confío en que podrán lograrlo incluso antes de la fecha límite porque ya tienen la mitad del trabajo hecho.
Johnny lo miró circunspecto.
—¿La mitad? Si no hemos hecho nada.
—Eso no es del todo cierto. Ash tiene escrita una canción que, estoy seguro, se volverá todo un éxito.
Johnny encaró a la puercoespín.
—¿Escribiste otra canción?
Ash rodó los ojos, estragándose.
—¡Ugh, sí, sí lo hice! Hace como medio mes que la terminé. Se la presté a Búster para que la leyera.
—¿Por qué no me la enseñaste?
—No lo sé, tenía vergüenza... Ya sabes, al igual que «Al Fin», tenía miedo de lo que la gente dijera. Además, Búster posee un punto de vista muy imparcial. Por eso creí que sería la persona indicada para que me diera una opinión.
—Créeme, Johnny —decía el koala, emocionado—: cuando la leas, quedarás asombrado, así como lo estoy yo. Tiene mucho potencial. Me encantaría que trabajaran en ella.
—Creí que habías dejado de escribir canciones —dijo Johnny.
—Tengo muchas más que nunca pude terminar —explicaba—. Las tengo escritas en mi libreta. Sin embargo, el momento en el que tuve la idea para esta canción fue revelador. Después de que estuviera en mi cabeza por varias semanas, una mañana decidí sentarme a escribirla. Durante los siguientes tres meses estuve estructurándola, modificándola, eliminando versos que no me convencían, hasta que por fin llegué a un resultado que me convenció. Aquellos días recordé mi incidente con Lance, lo cual, supongo, fue lo que me inspiró grandemente.
—Por eso sé que la canción arrasará, Johnny. La letra tiene pasión, una causa fuerte la impulsa. No quiero decir que pienses en Lance cada vez que decidas escribir canciones, Ash; quién sabe, tal vez encuentres otra fuente de inspiración en el futuro.
Ash lo miró con desdén en el momento que Johnny imaginaba que él podría ser la causa de esa inspiración. Sería un sueño hecho realidad.
—Aun así, muchachos, pueden elegir una canción de las listas que les entregué. No están obligados a aceptar, aunque me gustaría que dijeran que sí —prestaban atención a sus palabras—. Lo dejo a su criterio. Espero que me den una respuesta pronto.
Notes:
¡Déjenme saber en los comentarios lo que opinan de esta historia, queridos lectores!
Chapter 4: Capítulo 4
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—¿Te inspiraste en lo que ocurrió con Lance para escribirla?
—No quiero mentirte, Johnny; la hice pensando en él. Hace tiempo, el coraje volvió a nublar mis pensamientos. No pude contener toda esa rabia, así que la plasmé en esa canción.
—¿Puedo leerla?
—Claro que sí. No creo que una segunda opinión haga daño —le entregó la libreta, la cual era de colores apagados.
—Ya te he dicho que eres muy talentosa; debes sentirte orgullosa de tu trabajo sin importar lo que diga la gente.
—Gracias por el consejo, papá... Lo tendré en cuenta.
Abrieron la puerta del camerino de Johnny. El amplio ventanal brindaba una vista fenomenal; la luz del sol curtiéndose, proporcionando la iluminación necesaria para trabajar. El piano YAMAHA color grafito de Johnny, adosado en una esquina del cuarto, reflejaba destellos.
—Qué genial camerino.
—Gracias. Ponte cómoda.
Ash admiraba los sillones tapizados en negro y la mesita de centro de cristal en lo que Johnny iba al pequeño frigorífico por dos latas de soda.
—¿Sprite, cierto?
—Sí.
Se sentó junto a Ash. Le entregó el refresco y puso el suyo sobre la mesita. Tomó la libreta y la hojeó rápidamente.
—¿Cuál es el nombre de la canción?
—Está en las últimas páginas.
Ash tenía muchísimas canciones escritas en aquella libreta; alcanzaba a leer uno que otro verso que llamaba su atención.
—¿Todo esto lo escribiste tú?
—Sí, pero no están terminadas.
—¿Y has pensado acabarlas algún día?
—Lo he considerado, pero es difícil cuando no tienes inspiración.
—Haz que venga a ti. Dedícate un rato a ello; siéntate en el escritorio y piensa. Tienen mucho potencial. Por ejemplo, ésta: «Así que ahora estás con ella, y no conmigo. Espero sea buena contigo, un pequeño ángel a tu lado. Oh, la suerte de un hombre. Cuando estés con ella, no pienses en mí. Cuando esté entre tus brazos, no pienses en mí.» Podría ser una gran canción.
—Quizá puedas ayudarme con eso más adelante; por ahora prefiero concentrarme en la que terminé de escribir. Está más interesante.
Johnny pasó unas cuantas páginas más hasta leer en la parte superior de la hoja el nombre de la canción. Estaba escrita a lápiz, había restos de borrador y magulladuras en cada uno de los renglones. Eso no impidió que Johnny la leyera; tardó un par de minutos hasta sonreír, aprobando el trabajo de la puercoespín.
—Perdón si las hojas están muy maltratadas, es que hice muchas correcciones.
—Lo puedo ver.
—Y, ¿qué opinas?
Johnny volvió a darle una repasada al cuaderno, rumiando, considerando su respuesta. Ash era expectante de sus movimientos, de su sonrisa, de cómo pasaba las hojas, del brillo de sus ojos.
Se preguntaba lo que estaría pensando en ese momento.
—¿Que qué opino?
—Sí.
La miró alegremente.
—Opino que me encantaría componerla. Estoy seguro de que haremos un excelente trabajo.
—¿De verdad quieres hacerlo? ¡Sólo tenemos un mes!
—Entonces, más vale que empecemos de una vez.
Ash sonrió cuando Johnny se dirigió a la puerta.
—Le daré la noticia a Búster.
Búster estaba excitado. Johnny lo miró aplaudir con alborozo. No dudó en decir que la canción de Ash sería la más importante del espectáculo. Johnny tomó a bien sus exigencias pidiéndole de favor si podrían comenzar mañana a primera hora. Búster fue amable al concederle su petición, con la condición de que pusieran manos a la obra lo más pronto posible.
—Lo más apropiado sería que ella la cante, Johnny.
—Odiaría quitarle ese privilegio, señor Moon. Me haré un espacio para ensayar la mía. De la lista que me dio, ya escogí una.
—Me alegra escuchar eso. Avísales a todos que pospondremos los ensayos hasta mañana.
—Muy bien.
—Vayan a descansar, duerman bien, porque mañana... será el gran día.
—Si no le molesta, quisiera quedarme un rato para usar el piano.
—Claro que sí, no hay problema. Es del modelo más reciente, Johnny. Aprovéchalo.
—Lo haré, señor Moon. Muchas gracias.
Después de avisar a todos, Johnny se dirigió hacia las escaleras. Al entrar a su camerino, miró a Ash sentada enfrente del piano contemplando el lustroso acabado de las teclas.
—¿Qué tanto le ves?
—¿Que no es obvio? Este piano es muy bonito, más que las guitarras que Búster me compró.
—Ja, ja, ¿envidia?
—Pff, claro que no, torpe; pero debo decir que eres muy afortunado de tener semejante instrumento musical.
—Se lo agradezco a Nana y al señor Moon. De no ser por ellos, no estaríamos aquí.
—¿Cómo tomó la noticia Moon? ¿Acaso se cayó de la silla?
—Ja, ja, sólo por poco. Está que no puede esperar el día del concierto.
—Lo imaginé.
—Ash, escribiste una canción maravillosa. El mensaje es claro, directo, sin rodeos, y lo mejor de todo es que tiene potencia, sentimiento y pasión. Pude sentirlo cuando estuve leyéndola, y me es necesario también comentarte que será un honor ayudarte a componerla. La cantarás el día del concierto; hagamos que sea la mejor canción que la gente haya escuchado en su vida.
—Admiro tu entusiasmo, Johnny. Parece que estás más interesado que yo en esto.
Johnny no había pensado solamente en el increíble talento de la puercoespín cuando acabó de leer la letra de la canción, sino también en la posibilidad de contraer un noviazgo con ella; no tardó demasiado en darse cuenta de la magnífica oportunidad que estaba presentándose frente a él; sería un completo idiota si la dejaba ir. Un rubor rosado apareció en sus mejillas a la vez que reía nerviosamente. Se rascó la nuca, titubeando, no sabiendo cómo responder a su comentario.
—Je, je, pues... ya sabes... es una manera de seguir mejorando en todo esto, ¿no? Tal vez puedas enseñarme más acerca de la música. Ya te había dicho que me está llamando la atención componer... ¡Quién mejor que tú para enseñarme!
—Si tú lo dices.
—Otra cosa, el señor Moon pospuso los ensayos hasta el día siguiente. Así podremos empezar mañana a primera hora.
—Órdenes son órdenes...
Ash se puso de pie encontrándose con la corpulenta apariencia de Johnny.
—¿Quieres ir a algún lado?
—Eres muy amable, Ash, pero me quedaré todavía un rato aquí. Quiero tocar el piano antes de irme...
—¿Quieres saber lo que se siente tocar esta cosa?
Johnny soltó una carcajada.
—Sabes que no puedo resistirme...
—Nunca has podido resistirte.
Johnny se sentó delante del piano. Tocó rápidamente un par de teclas, cautivado por su sonido.
—Este piano y yo somos el uno para el otro...
—Los dejaré a solas para que puedan besarse a gusto.
—¿No quieres escucharme cantar?
—Pues... de eso a irme a casa, creo que sería más entretenido oírte cantar.
—Buena elección.
—¿Cuál vas a tocar?
—He estado ensayando en mi casa una canción que estoy escribiendo desde hace tiempo. Ya te había hablado de ella en las clases de guitarra.
—¿Esa que habla de cadenas?
—Eh... Sí, precisamente esa, ja, ja, ¿es lo único que recuerdas de ella?
—Bueno, es que cuando me hablaste de ella, sólo tenías escritos dos versos, y uno de ellos hablaba de cadenas.
—Ja, ja, luego intentaré explicarte el significado de la letra. Sólo tenía dos versos en ese entonces; pero he hecho un gran avance en estas últimas semanas. De cualquier forma, el instrumental me convence; todavía me falta afinarla un poco, pero ya tengo un buen avance. Espero que te guste.
—Sorpréndeme.
Johnny frotó sus manos para relajarse. Ash lo miró con atención, presenciando la curiosa manera con la que Johnny se preparaba para cantar.
—Tranquilo, campeón, que sólo estoy yo.
—Lo sé, es que me pongo nervioso.
Johnny colocó los dedos justo encima de las teclas que conformaban el primer acorde, apenas rozando su superficie.
—Aquí voy...
Tan pronto las hundió, el silencio desapareció. El ritmo era metódico, enigmático. Lo hacía con agilidad. Movía los ojos de un extremo a otro velozmente. La luz reflejándose en su sudor, en el vello de sus dedos, en su cazadora oscura, en la superficie de sus ojos; emulaba una armonía; sintió la necesidad de cerrar sus ojos. Entonces Johnny comenzó a cantar suavemente, deslizando cada palabra sobre los bordes de sus labios. Ash miró a Johnny con una sonrisa cálida, quien le correspondió de la misma manera en lo que seguía cantando:
Let me take you when I go, when I go
I don't want to do this on my own, on my own
I'm breaking free but of these chains
Oh, let this one remain
Let me take you when I go...
Johnny amaba a Ash, y esta canción que iban a componer sería el eslabón que los encauzaría en una gran aventura.
Horas más tarde, Johnny llevó a Ash a su departamento. Durante el camino, la puercoespín le hablaba sobre la canción que había tocado en el piano. Johnny, con una mano en el volante, la miraba.
—Tal vez pueda ayudarte con ella más adelante.
—Gracias, Ash, sería grandioso. ¿Te cuento algo? Soy muy selectivo, lo reconozco. La composición musical es importante, sí, pero no tanto como la letra; me gusta analizarla a fondo, el mensaje que trata de transmitir.
—Suena interesante. Cuéntame más.
—Una canción es como una mujer, Ash; la melodía, el ritmo, el sonido, todo eso representa el exterior, la belleza de su cuerpo o de su apariencia; pero la letra es aquel momento en el que empiezas a conocerla más a fondo, es lo que define todo; sus gustos, su actitud, su manera de comportarse; eso puede llegar a decepcionarte en gran manera.
Ash atendía la analogía.
—Tienes discernimiento, eso es muy bueno.
—Gracias. Igual puedo estar contradiciendo lo que digo. Tengo en mi celular canciones que prefiero nadie sepa sobre ellas, ¿sabes a lo que me refiero?
—Perfectamente.
Arribaron a la acera del condominio. Johnny fue amable al ayudarla a bajar. Al regresar al interior del vehículo, Johnny le habló.
—Olvidé preguntarte: ¿ya tienes alguna idea para el ritmo de la canción? ¿Ya sabes cómo la vas a cantar?
—Tengo algunas, sí. Estaré pensando en otras más tarde.
—Bien.
—Esta será la oportunidad perfecta para que pongas en práctica las clases de guitarra que te he enseñado.
—Lo sé. También por eso ya quiero que empecemos a trabajar. Cuídate, y nos vemos mañana.
—Con cuidado, campeón.
Chapter 5: Capítulo 5
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La nubosidad cubrió el cielo. Parecía que iba a llover. A lo lejos, allá en el horizonte, una negrura torrencial se estaba manifestando. Johnny revisó su reloj de muñeca, 2.34 de la tarde. Una hora prematura para ir a casa a descansar. Hacía un clima agradable para salir a pasear. Pero Johnny ya tenía otros planes en mente. Prefería seguir trabajando en la canción que estaba escribiendo. Sí, se equivocó un par de veces al tocarla frente a Ash, pero la esencia rebosaba. Eso bastaba para tenerla en consideración. Defendía el progreso que había hecho. Sonreía. Por un momento se sintió contento, enajenado de la mafia y las malas vibras, la angustia y la zozobra. Torció el volante hacia la izquierda, adentrándose en el barrio donde vivía, un condado peligroso de ladrones y drogadictos.
Lo típico.
Se estacionó delante de la cortina metálica. Tomó su teléfono y se apeó. Colocó el seguro y guardó las llaves en su pantalón. Estaba hambriento. Caminó hasta la tienda de abarrotes. Empujó la puerta de cristal y fue a los refrigeradores. Le apetecía un refresco de cola de 600 ml. y papas fritas, algo ligero. Hace meses que no la surtían, por ello había huecos en los pasillos, espacios vacíos en la dulcería, polvo y suciedad embadurnando. Sin embargo, restaban algunos productos en vigencia, y eso era lo único que a Johnny le importaba.
Entró al garaje por la puerta principal. Aventó las llaves sobre el sofá. Bebió refresco y después abrió la bolsa de papas fritas. Degustó algunas antes de sentarse a checar su celular en la antecámara. Todavía ni lo encendía cuando de pronto:
«Hola, Johnny.»
Johnny se espantó. En un espasmo, derramó todo en el suelo. Se paró rápidamente, listo para desenfundar su pistola.
Esa voz le parecía familiar, ese tono desinteresado, soberbio.
—¿Qué? ¿Quién anda ahí?
—¿No me recuerdas? —habló la voz al salir de las sombras, revelando su identidad—, soy tu viejo amiguito, Lance.
El puercoespín apareció a pocos metros de Johnny. La poca iluminación hacía que pudiera mirarlo con dificultad.
—¡¿Pero qué...?! ¿Cómo rayos entraste?
—Tú y Ash se volvieron grandes amigos, ¿cierto? Debe ser por eso que la llevas a su departamento todas las noches. ¿No les han dicho que hacen bonita pareja?
Encolerizado por sus comentarios, Johnny corrió hacia él, lo tomó de la playera y lo levantó del suelo embistiéndolo contra la pared.
«¡Agh!» Se quejó al impacto.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste aquí? ¡Habla!
—Oye, oye, tranquilo, ¿es que acaso no podemos hablar como personas civilizadas? —hablaba aferrándose a los dedos de su mano.
—No creo que tú sepas nada de lo que es civilizado.
—¿Y tú sí, ladrón de bancos? —atónito, Johnny aflojó el agarre de su camisa. Lance lo miraba insolente— ¿Mafioso, gánster?... ¿Asesino? ¿Quieres que siga, impostor?
Fue en ese momento que lo dejó caer sobre el concreto. No teniendo ni idea de cómo se enteró de su vida criminal, trastabilló un par de pasos hacia atrás frunciendo el ceño, observando la malicia de su semblante.
—Yo no he matado a nadie...
Al ponerse de pie, se sacudió.
—Aún no, pero quizá lo hagas si sigues llevando esa pistola contigo todo el tiempo —Johnny enmudeció—. Esto es muy simple: Necesito tu ayuda, por eso estoy aquí. Antes de que esto se salga de control, hablemos.
—¿Y si no quiero hacerlo?
—Ja, ja, Johnny, no creo que tengas otra elección. Hablemos afuera, que hace un buen tiempo ahora.
Lance se dirigía hacia la puerta metálica. Johnny advertía la ligereza de sus pasos, lo sereno de su rostro. Tal parecía que su canción tendría que esperar, aunque no sabía por cuánto tiempo.
Al salir del garaje, notaron que la negrura se había acercado más. El viento soplaba, las hojas se movían con el pavimento. Johnny cerró la puerta. Lance se volvió a él, observando su confusión.
—Bien, Johnny, no voy a guardar rencor por estamparme contra la pared. De cierta manera entiendo tu enojo hacia mí por lo que le hice a Ash.
—No tienes idea de lo horrible que fue.
—Ni me interesa, que eso te quede claro, simio.
Johnny bufó al corroborar sus sospechas.
—¿Qué es lo que quieres? ¿A qué debo tu desagradable presencia?
—Te tengo un trabajo, uno que nos beneficiará a ambos, pero más a mí, claro está, je, je.
—¿Cómo así? ¿De qué hablas?
—Necesito de tu ayuda en un concurso de canto.
Johnny no comprendía.
—¿Quieres que cante?
—Mejor —se cruzó de brazos, viéndolo a los ojos—: Vas a cantar conmigo en un concurso de canto de bandas de rock en el House Of Blues 'Redemption'.
Casi se desmaya.
—¿Estás bromeando?
—Yo no bromeo cuando se trata de música, Johnny. Necesito de tu ayuda para ganar el primer premio. Tu voz es... perfecta para lo que quiero hacer. Por eso quiero que vengas conmigo y cantes junto a mi banda. Contigo, seremos invencibles. Ganaremos sin problemas.
—No —negaba rotundo—, no, no puedo hacer eso. ¿Yo, cantar contigo? Ni loco haría eso. ¿Qué has creído al pensar que yo quiero cantar a tu lado, cretino?
—Oye, tranquilo, no hace falta que me insultes. No hay que llegar a la agresión. Es un favor que necesito me concedas. No quiero problemas. Lo que pasó con Ash es independiente de lo que ocurre ahora entre nosotros.
—Ella es mi mejor amiga, Lance, no podría traicionarla aunque quisiera. Estuvo deprimida por mucho tiempo. Tuve que consolarla por lo que hiciste.
—Y te felicito; mira qué feliz está, tanto que hasta te enseñó a tocar guitarra, ¿cierto?
—¿Cómo sabes eso?
—Tengo mis mañas, simio. Por eso me anticipé a que dijeras que no. Tengo una manera de hacer que aceptes mi contrato. Si no cooperas, cantaré como un canario y diré que eres un gángster, que le mentiste a tus amigos del teatro, que eres un criminal y un impostor. ¿Quieres que eso pase, Johnny? ¿Quieres que todo el mundo se entere de tu verdadera identidad?
—Esa nunca ha sido mi identidad.
—¿Por qué te esfuerzas tanto en ocultarla, entonces?
Johnny guardó silencio.
—Eres un imbécil.
—Me hace falta un guitarrista. Tú eres el indicado, sabes tocarla y también cantar. Es perfecto.
—Sólo he tomado clases por cinco meses. No podría hacerlo de la manera en la que tú lo haces.
—Yo completaré tu entrenamiento. No te preocupes por eso. Tenemos el resto del mes antes del concurso. Ya tengo la canción y la letra, sólo falta ensayarla. Será pan comido.
—¿Por qué me haces esto?
—No es por ti, Johnny, es por mí. Necesito el dinero del premio para largarme de una vez a Redshore City. Ahora, dame tu teléfono.
—¿Para qué?
—Voy a agregar mi número a tus contactos. Nos comunicaremos por mensaje de texto.
Johnny lo sacó del bolsillo de su pantalón y se lo entregó. Lance lo desbloqueó y registró su número. Al devolvérselo, le dijo:
—Ya envié un mensaje a mi teléfono para registrarte. Estate atento. Me comunicaré contigo pronto.
Johnny se veía frustrado.
—Quita esa cara larga, anímate. Si cooperas, no diré nada. Francamente, me importa poco lo que pueda sucederte o lo que fuiste. Para que veas que no soy tan cretino, te estoy dando la oportunidad para que nada de esto salga a la luz. Cumple con el trato y todo estará bien.
Johnny estaba acorralado. Lance, al ajustarse la chaqueta, se acercó y le palmeó el antebrazo antes de marcharse.
—Te veré pronto, Johnny. Cuídate.
Johnny lo miró hasta cuando dio vuelta detrás de unas bodegas. Algunas gotas de lluvia comenzaron a caer, pero no le importó. Estaba pasmado, anonadado, incrédulo por lo que había sucedido. Lance. De quien menos lo esperaba. Estaba a merced de un completo idiota, del más grande zopenco que había conocido. Rumiaba. No hallaba la manera en la que podía haberse enterado de todo, ¿Acaso tenía familiares relacionados con la mafia? ¿Será que lo había visto robando un banco? ¿Acaso habló de más en algún momento durante las selecciones? Por más que buscaba, no podía encontrar alguna razón. Temía no poder encontrarla. Estaba en problemas. Si Búster se enteraba que formaba parte del crimen organizado, lo despediría para evitar daños colaterales. Sus amigos lo harían a un lado para no ser lastimados.
No tenía alternativa. Debía cumplir las exigencias de Lance, el exnovio de Ash, su mejor amiga.
El amor de su vida.
Chapter 6: Capítulo 6
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A la mañana siguiente, Johnny se levantó temprano. Retiró la sábana y salió del cuarto para ducharse. Con la toalla alrededor de la cintura, se miró al espejo. Apagó la luz y se dirigió al ropero. Al vestirse, tomó su teléfono celular y bajó las escaleras. Se cercioró de no tener algún mensaje pendiente por leer o llamadas perdidas. Todavía estaba molesto por lo que sucedió con Lance ayer. Rogaba al cielo que no se atreviera a molestarlo en todo el día; no estaba de humor para soportarlo. Quería enfocarse completamente en la canción de Ash; no lograría hacerlo si tenía a ese cretino sobrevolando sus pensamientos como un cuervo vil y maloliente.
Cerró la portezuela con furia. Luego de haberse abrochado el cinturón, desbloqueó su teléfono y buscó entre sus contactos el de Ash. Lo presionó y se llevó el auricular a la oreja.
—Hola, ¿cómo estás?
«Estoy muy bien, ¿y tú?»
—También. ¿Ya estás lista? Estoy saliendo del taller ahora mismo.
«Sí, te espero en la acera.»
—Estaré allí en cinco minutos.
Cuando colgó, arrojó el celular sobre el tablero y emprendió el recorrido hasta el edificio donde ella vivía. La ayudó a subir. Cargaba una mochila de su tamaño. Estando ambos dentro de la cabina, se dirigieron hacia el teatro. Durante el camino, Ash reparó en su resquemor.
—¿Ocurre algo?
—¿Ah?
—Pregunto si estás bien porque... parece como si tuvieras una espina en el trasero.
—Vaya analogía...
—¿Tuviste una mala noche?
—Mala es poco, yo diría que fatal...
—¿Y eso?
Johnny suspiró.
—Tengo algunos pendientes que atender, es todo.
—¿Tan preocupado te tienen?
—¿Nunca te ha pasado que quieres hacer tantas cosas, pero no sabes por dónde empezar?
—Todo el tiempo.
—Entonces creo que me entiendes, ¿no?
—Tranquilo, todos llegamos a estresarnos en algún momento.
Prefirieron ensayar en el camerino de Johnny, que era más amplio e iluminado que el de Ash. El gorila fue por su guitarra acústica en lo que la puercoespín desenfundaba su computadora portátil y la encendía. Se instalaron en la estancia. Ash tenía que desenredar un montón de cables y artefactos para grabar. Johnny desconocía por completo el ámbito de la producción, y por eso confiaba en ella para que todo saliera bien; se limitaría a seguir sus órdenes y mandatos. Sacó su guitarra eléctrica del estuche y la enchufó con ayuda de un adaptador USB. De su mochila asió unos auriculares que aprisionaban las púas de su cabeza.
Johnny, con la guitarra acústica en las manos, era expectante de todos sus movimientos, presionando botones y girando los controladores de la pequeña consola.
—¿Necesitamos todo esto?
—Menos preguntas, campeón, y más acción —tomó de su mochila la libreta en la que había escrito la letra. La hojeó hasta dar con la página indicada—. Tenemos que apurarnos si queremos terminar antes...
La dejó sobre la mesita de centro y miró a Johnny.
—Estaba pensando en utilizar tu piano.
—Sería mejor un teclado eléctrico, ¿no? O un sintetizador.
—Usaremos lo que tengamos a la mano. Tengo este micrófono de alta sensibilidad; grabaremos el audio del piano y lo arreglaré con la computadora.
—Tú eres la experta.
—La letra de la canción ya está escrita, ya tengo una base para entonarla, pero necesito que me ayudes aportando ideas. Todo sirve, Johnny, todo, así que no te quedes con nada, ¿está bien? Recuerda que estamos en el primer borrador; poco a poco iremos puliendo imperfecciones.
—De acuerdo.
Lo que comenzó como una mañana rutinaria acabó volviéndose una ocasión que los obligó a salir de su zona de confort. No estuvieron aprendiéndose los acordes de alguna canción que iban a cantar en los próximos días, sino ideando, creando, haciendo uso de toda su inventiva para darle vida a lo que prometía ser una canción exitosa. Tuvieron que hacer anotaciones, analizar canciones de rock, divagar acordes en el piano. Lo supieron apenas dieron las cinco de la tarde, cuando la jornada había terminado. Había estrés en su entrecejo, adormecimiento en sus ojos. Avisaron a Búster que se retirarían del teatro. Rosita, Meena y Gúnter los alcanzaron en el vestíbulo.
—¿Se van tan pronto? ¡Vamos a comer algo!
La invitación de Gúnter era tentadora, pero justo antes de responder, Johnny estaba recibiendo una llamada.
Lance.
No era un buen momento.
Johnny deslizó el vívido botón verde y contestó.
—¿Si?
«Harambe. Te espero en el apartamento en diez minutos. Hoy toca ensayo. No llegues tarde. Te envío la ubicación al Whats.»
—Pero...
Colgó.
Estuvo mirando la pantalla, advirtiendo al instante la notificación de WhatsApp que desplegaba únicamente la palabra «Ubicación». Leyó el mensaje antes de apagarlo y guardarlo en su pantalón, estragado hasta la coronilla.
Oía a lo lejos la conversación de sus amigos, emocionados por pasar un buen rato juntos.
Johnny se acercó y dijo:
—Tendrán que ir sin mí. Debo atender un imprevisto.
—¿Te vas en serio? ¡No será lo mismo sin ti!
La decepción en la voz de Gúnter lo entristeció todavía más.
—De verdad lo siento. Tengo que irme. Los veré mañana.
Estaba dirigiéndose hacia la camioneta cuando Ash lo detuvo.
—Campeón, si necesitas ayuda puedes contar conmigo, con todos nosotros.
—Yo sé que sí, Ash, pero esto debo atenderlo solo. Si llegó a necesitar ayuda, ten por seguro que la pediré, pero hasta entonces, no se preocupen. Estoy bien.
Una vez dentro de la cabina, arrancó a gran velocidad.
—¿Qué le ocurre?
La pregunta de Meena hizo que Ash negara con la cabeza.
—No lo sé.
Fue gratificante para Johnny haber estado al lado de Ash, porque pudo contemplar toda su belleza; sus carcajadas, su sonrisa, los fastidios en su rostro al estancarse en un acorde; para él, todo eso era maravilloso, y más sus ojos azules, aquellos orbes relucientes y vívidos que lo hipnotizaban.
Tuvieron que limpiar las bolsas de frituras y las latas de soda sobre el suelo, las bolas de papel y los cables eléctricos. Gastaron todas sus energías en el comienzo y una parte de la primera estrofa. Johnny le había dicho que estaría bien agregar quizá algunos violines y más acordes en el piano, porque el tema principal de la canción hablaba acerca de la infidelidad, olvidar aquella persona que alguna vez nos hizo daño. Al escuchar la propuesta de Johnny, Ash fue al despacho de Búster para exigirle que les comprara un sintetizador. El koala les dijo que lo tendrían mañana a primera hora.
Eso bastó para que se relajaran en gran manera; con el sintetizador, la composición iba a resultar más sencilla. Aprovecharon la última media hora para descansar. Ash le mostró en el ordenador aquellos proyectos molones que nunca terminó: «El amor lastima así», «No pienses en mí», «Algún tipo de amor», «Mala sangre», «No me culpes»; sorprendido por el increíble talento de su compañera, la felicitó con halagos honestos y alentadores. Ash no supo qué decir ante sus comentarios. Fue un lapso repleto de alegría y buenos deseos.
Lástima que todo eso se arruinó con la estúpida llamada de Lance. Se estacionó en un lugar lejano, oculto de la vista de todos para evitar la vergüenza. Puso el seguro y corrió hasta el otro lado de la calle sosteniendo una fender stratocaster de vinilos negros en la mano. El sol estaba escondiéndose. Empujó la puerta de cristal y entró en el vestíbulo. Envió un mensaje al teléfono de Lance.
«Enseguida bajo»
Lance apareció detrás de las puertas automáticas del elevador vistiendo jeans desvanecidos grises y una playera negra de tirantes. Apenas lo vio, Johnny frunció el ceño.
—Justo a tiempo.
—Sí, sí, vamos de una vez a ello. Cuanto antes, mejor.
Lance se disponía a saludarlo, pero Johnny lo pasó de largo. Ante tal acto de descortesía, se encogió de hombros y se puso justo a un lado de él, un gorila de montaña con un evidente resquemor en el rostro.
—Esto será divertido —dijo Lance antes de que las puertas se cerraran.
Chapter 7: Capítulo 7
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—Quita esa cara, anímate.
—¿Quieres que me anime? Dime algo, ¿te gustaría hacer equipo con un estúpido que te está chantajeando?
—No seas tan grosero, amigo. Intenta hallarle el lado positivo.
—¿Positivo? ¿En serio crees que esto tiene un lado positivo?
—Depende de ti encontrarlo o la pasarás muy mal aquí conmigo.
—Enfoquémonos solamente en hablar de trabajo, ¿está bien? Es lo único que quiero hacer para no tener que verte la cara otra vez.
—Lo que diga el primate...
Cuando las puertas del elevador se abrieron, caminaron hasta su apartamento.
—Por cierto, no te sorprendas si ves mucho rosa.
—¿Si veo mucho rosa?
—Seh, es que me estoy quedando en el apartamento de Becky, mi novia.
Por muy poco que eso significara para Johnny, asintió.
—De acuerdo.
Al abrirla, dijo:
—Baby, ya estoy aquí.
Johnny la cerró en lo que Lance avisaba su llegada. En efecto, las paredes, los muebles, todo era de un rosado mexicano que combinaba con un gris oscuro. Johnny recargó la guitarra al lado del marco de la entrada. Se quedó allí con las manos metidas en su pantalón.
Desde otra habitación apareció Becky vistiendo una blusa rosa sin mangas y unos pantalones vaqueros azul oscuro. Se emocionó al mirar a Lance estirando los brazos para abrazarla y darle un cálido beso. Johnny no hizo más que rodar los ojos y apartar la mirada por tan incómoda escena.
—Te presento a mi amigo Johnny. Él me ayudará con las canciones que voy a tocar en el concurso. ¿Recuerdas que te hablé de él?
—Sí, el que cantó en la televisión, ¿no?
—Exactamente.
—Bueno, espero que valga la pena y no arruine tus canciones...
Johnny no se dejaba intimidar por sus comentarios.
—No te preocupes, no podría arruinarlas más.
—Corazón, no me hagas reír. Lance tiene un talento único para componer; tu voz sólo será parte de los requisitos para concursar...
—Descuida, no quiero tener nada que ver con su «talento único» ...
—Y por favor, haz lo que te ordene. No querrás que todos sepan tu secreto... ¿o sí?
La rabia lo atosigaba.
—No habrá problema alguno.
—Excelente.
Becky se colgó la mariconera en el hombro.
—Los dejaré para que puedan trabajar. Saldré con mis amigas un rato. Volveré a las once.
—Diviértete mi amor, Harambe y yo estaremos muuuy ocupados...
«¡Ja, ja, Harambe!» Se burlaba de Johnny. Besó a Lance antes de abrir la puerta.
—Te amo.
—Y yo a ti...
Al estar completamente solos, después de haber tomado la guitarra de donde la había dejado, Johnny esperaba las órdenes de Lance.
—Bien, ¿qué haremos primero?
—Aprecio tu entusiasmo. Sígueme.
Caminaron hasta una puerta al fondo del departamento. Una vez dentro, Johnny fue testigo de lo que significaba un estudio de grabación improvisado: los muros estaban pintados de un azul celeste, decorados por luces neón de distintos colores. El monitor de treinta y dos pulgadas mostraba una imagen de «Slipknot». Miró más abajo y reparó en el CPU de caja de cristal decorado también con luces de neón. Había un micrófono con filtro para popping sobre una base alargada ajustada a la altura de Johnny. En el lado opuesto había otro, pero adaptado para Lance. Las esponjas acústicas cubrían la habitación de un negro profundo, y las bocinas colocadas en ambos extremos del escritorio se veían potentes y estruendosas.
—Bienvenido a mi fortaleza. Siéntate si quieres allá de aquel lado en lo que inicio todo.
Había un pequeño frigorífico junto al escritorio. De allí sacó dos botellas de cerveza y le arrojó una a Johnny.
—Cortesía de la casa...
No lo quería admitir, pero Johnny estaba sorprendido. Al retirar la tapa de la botella con la mano, bebió.
—¿Tú construiste esto?
—Así es. Me costó trabajo; muchas presentaciones, ir ahorrando de a poco en poco; fue un rollo, pero valió la pena.
Lance iniciaba los programas y los controladores en la computadora. Johnny estaba familiarizado con ello gracias a Ash, quien hizo lo mismo en la mañana. Tecleó y después ajustó los ecualizadores.
—Párate junto al micrófono y habla. Necesito hacer pruebas de voz —Johnny obedeció en lo que Lance se ponía los audífonos en la cabeza. Habló hasta que el puercoespín le alzó el pulgar en señal de confirmación—. Bien, está todo listo. ¿Te afinaron la guitarra?
—Yo la afiné. Sé cómo hacerlo. Ash me enseñó.
—Perfecto, sólo hay que ajustar los controladores. Conéctala a la consola —después de hacerlo, Lance saltó de su silla y caminó hasta el lugar de Johnny—. Comienza a tocar algo —en lo que Johnny cencerreaba, Lance ajustaba los controladores para que sonara como él quería—. Éste aquí, así, eh... Okay, ya está.
Johnny advirtió que el sonido era parecido al de esas bandas de metal en las que lo único que hacen es maltratar las cuerdas. Lance tomó otros cascos inmensos y los arrojó hacia Johnny, recibiéndolos con torpeza entre sus manos.
—Póntelos —Johnny lo hizo—. Ahora, fíjate bien cómo vamos a hacer esto. Cantaremos una canción que compuse. Restan dos semanas antes del concurso. Yo cantaré la mayoría de la letra y tú sólo una pequeña parte, ¿entendido? Aquí está la letra.
Le entregó una copia impresa.
—¿Te gusta el trash metal?
—Ni siquiera me gusta el rock... al menos no como a ti.
—Tsss... es una lástima porque vamos a ser algo ruidosos. Tal vez no te agrade —Johnny lo miró, fastidiado—. Verás que es muy sencilla de tocar. Toda la canción tiene cinco acordes, está en «Drop La» —Lance tomó su guitarra y rasgueó las cuerdas en ese acorde, emitiendo un sonido grave e intenso—. Ya tengo compuesta la pista, pero necesito que me ayudes siendo la guitarra rítmica en lo que yo soy la líder, ¿okay?
—Entiendo.
—Perfecto. Yo te iré guiando.
Lance se volvió a colocar los cascos luego de conectar la guitarra de Johnny al computador. Dejó las hojas a un lado, no teniendo tiempo de ni siquiera leer los primeros versos.
—Voy a poner la pista. Yo te diré en qué parte vas a entrar.
Al escucharlo, Johnny aferró las manos al cuerpo de la guitarra. No pasó mucho tiempo para que Lance reprodujera la melodía. Iniciaba con un bajeo que poco a poco comenzó a volverse más intenso. Johnny intentaba asimilar el sonido. Lance, sentado en el computador, movía la cabeza al ritmo de la canción.
—En la siguiente parte comenzarás a tocar.
Alcanzaba a escucharlo. Lance tomó su guitarra en el acorde correspondiente. Johnny no hizo más que imitarlo.
«Un, dos, tres, cuatro...»
Johnny lo hacía con escrúpulo, inseguro de sus movimientos. No dejaba de mirar a Lance.
—Sigue, tú sigue, pero hazlo con más fuerza.
—¿Más fuerza?
—Con euforia, Harambe, métele furor.
Johnny empezó a rasguear más duro.
—Eso, así, sigue así, deja que la ira tome el control —Johnny frunció el ceño al prestar atención a sus movimientos; apretaba la mandíbula teniendo cuidado de no perder la armonía—... Muy bien, muy bien.
Lance presionó la tecla espaciadora para poner pausa a la canción. Johnny estaba un poco agitado.
—Eso estuvo bien, pero a la siguiente hazlo más fuerte. No te pido que agites la cabeza o algo parecido; tan sólo cerciórate de raspar bien las cuerdas; explótala, hazla sonar; en el rock, no tienes que tratarla suavemente.
Johnny escuchó sus explicaciones. Aunque no estaba de acuerdo, movió la cabeza con tal de no tener más problemas.
—Está bien, lo que tú ordenes...
—¡Esa es la actitud, ja, ja! Ya tenemos el concurso en la bolsa, Harambe; confía en mí.
Johnny no prestó atención a su comentario. Estaba ocupado analizando la melodía, la cual tenía un ritmo estrépito y asqueroso, molesto y poco atractivo. Sin embargo, advirtió un exhaustivo orgullo en el rostro de Lance, quien seguramente creía que era una obra maestra. Bebió otro trago antes de recargar la guitarra en el portador. Se miró las manos; percibió una hendidura en el índice de su mano izquierda por haber presionado la cuerda de esa manera. Lance estaba entretenido en el ordenador. Volvió a recordar sus palabras: «Métele furor, deja que la ira tome el control»; ¿que la ira tome el control? Reconocía que usó su enojo para tocar más rigurosamente; en ese momento vino a su mente el rostro de Lance y, junto con él, un deseo impotente de golpearlo.
—Bien, hay que proseguir. Ya que te aprendiste esa parte, te mostraré lo que yo haré en ese lapso.
De romperle la cara...
—Está bien, hagámoslo.
Johnny tomó nuevamente su guitarra.
—Okay, en esa parte yo...
No oyó más por estar distraído, por estar ocupado imaginándose lo bien que se sentiría brindarle unos buenos puñetazos en el hocico, dejando que la ira tomara el control.
Chapter 8: Capítulo 8
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Johnny estacionó la camioneta afuera de la cochera. No estaba con ánimos para levantar la cortina de acero. Bostezó antes de abrir la portezuela y salir a la calle. Caminó hasta la del copiloto y tomó su guitarra eléctrica. Tenía los ojos rojos. Al cerrar la puerta de un azote, arrojó la guitarra sobre el sofá. Subió las escaleras y entró al baño. Remojó el cepillo de dientes y untó pasta dental. Al cepillárselos, escupió y se enjuagó. Tomó la toalla y se limpió la boca. Se miró al espejo; sus escleróticas gritaban. Apagó la luz y fue a su habitación. Se desvistió rápidamente, puso el celular encima de la cómoda y se echó sobre la cama, boca abajo y con los brazos abiertos. Los muelles se quejaron al recibir su peso. Bufó antes de cerrar los ojos, antes de quedarse profundamente dormido.
Después de haber estado horas ensayando en el departamento de Lance, Johnny concluyó algo muy importante: Lance era mejor guitarrista que Ash; los riffs improvisados, el uso de las notas y los acordes, sus consejos que volvían más fácil la composición y que ayudaron a Johnny a tener un mejor desempeño. Todo gracias a su vasto conocimiento. Le mostró unas cuantas canciones de sus grupos y artistas favoritos para que se hiciera una idea de lo que quería hacer: «Mira cómo hace el cambio, ¿te fijaste? Eso es lo que quiero que hagas». «Pero está tocando dos acordes al mismo tiempo...» «Exacto». La exigencia de Lance lo acuciaba; a pesar de eso, Johnny se esforzaba. Todavía le faltaba mucha práctica, pero las clases de Lance y Ash lo ayudarían a estar a su altura. La canción tenía atisbos de rock sinfónico. Cuando Johnny le preguntó sobre ello, Lance habló diciendo que tenía un pequeño sintetizador de dos octavas, el cual configuró para tales sonidos. Fue entonces que Johnny confirmó las declaraciones de Ash cuando le comentó que gracias a Lance había aprendido a componer. Le costó admitirlo. Lo hizo durante el trayecto, furibundo, incomodado por la manera en la que Lance lo estaba utilizando para su beneficio. Todavía retumbaba en sus tímpanos el gutural de Lance, no teniendo ni la más mínima idea de cómo demonios hacía para que su voz sonara de esa manera. Lance tenía que cantar con esa agresividad todo el tiempo, salvo las partes en las que Johnny cantaba. Lance no le exigió que cantara endeath growl: «En esas partes quiero que tú cantes como lo haces normalmente, así que no te preocupes». Fue un alivio recibir ese aviso, porque por un momento creyó que tendría que forzar sus cuerdas vocales. Recordaba haber hablado de ese tema con Ash. Habían hecho un gran progreso con la canción. Lance dijo que a este paso terminarían de componerla en una o una semana y media, tiempo suficiente para descansar antes del concurso. El concierto del Teatro Moon estaba estipulado para el día siguiente del concurso de bandas de rock. Lo tranquilizaba saber que no convergerían. Sin embargo, dudada de aguantar el cansancio. Tocar rigurosamente la guitarra eléctrica para después tocar el piano de la misma manera lo preocupaba. Se aseguraría de guardar energías para que su acto no resultara afectado.
Eran las doce y media de la noche cuando Johnny llegó al taller. En el momento que se dejó caer en ropa interior sobre la cama, recordó que tendría que levantarse muy temprano para estar en el teatro a las siete de la mañana. Aquella noche soñó que Ash asistía al concurso de bandas de rock, mirando a Johnny y a Lance cantando a todo pulmón, rasgueando las cuerdas y gritando con fuerza. Ash se sentía traicionada, con el corazón hecho pedazos. Entonces Johnny logró verla de pie en el público; estaba aturdida. En ese momento, Johnny saltó al patio para alcanzarla, pero la muchedumbre se lo impedía; se aventaban con tanta violencia que bloqueaban el paso. Cuando pudo quitárselos de encima, ya era demasiado tarde; su cuerpo ensangrentado descansaba sobre el suelo, sus ojos en la nada, agujeros de bala en el pecho y el abdomen. Se formó un círculo de espectadores en el instante que Johnny la sostuvo en brazos arrojando un grito de terror. Lo que ocurrió después le heló la sangre; de entre el bullicio aparecieron los osos. Johnny estaba petrificado en el momento que uno de ellos, el líder, se acercaba a él y le colocaba el cañón de su pistola en la frente.
—Jamás podrás escapar, Johnny.
Estiró el martillo percutor.
—Jamás...
Cuando jaló el gatillo, despertó sumergido en cántaros de sudor.
La alarma sonaba frenética y estrepitosa. Al silenciarla de un zarpazo, abrió los ojos y lo primero que vio fue una extraña figura sentada frente a su cama; era gigante, peluda y tenebrosa. Miró hacia su lado derecho y encontró una silueta parecida recortándose en lo sombrío, igual a la que se ubicaba a su lado izquierdo. Rodeado, Johnny trató de incorporarse sobre el respaldo de la cama. Estaba asustado. Pensó que estaba teniendo una pesadilla hasta que una de las figuras se puso de pie y encendió la luz.
Entonces supo quiénes eran.
—Bello durmiente, al fin abres los ojos...
Su voz era áspera, profunda y hostil. Tenía un sombrero negro y una chaqueta de cuero marrón. Alcanzaba a mirar sus colmillos bajo esa sonrisa maliciosa, esa mirada de represalia. Uno de sus secuaces estaba tuerto, el otro llevaba una boina azul y tenía el entrecejo arrugado y ennegrecido. Johnny se esforzaba en no demostrar pánico alguno.
—¿Dormiste bien?
—No tan bien. Tuve una pesadilla muy extraña...
—¿De verdad?
—Sí, soñé que cantaba en un concierto de rock.
Tan sólo tenía que estirar la mano para retirar el cajón y tomar el arma. Reparó que los osos tenían sus pistolas guardadas en los estuches de sus cinturones.
Esa iba a ser su ventaja.
—No se oye como una pesadilla...
—Pero lo fue porque... en ella estaban ustedes.
Fue entonces que, en un movimiento rápido de manos, Johnny intentó hacerse de la pistola que creyó haber guardado en el cajón. Su sorpresa fue grande al no encontrarla; tardó un par de segundos en palpar el interior. Los osos rieron en burla.
—¿Buscas esto? —el líder, quien era el que se encontraba frente a la cama, alzó la zarpa enseñándole su pistola. Johnny no hizo más que bufar cuando recordó que la había dejado en su chaqueta—. Ponte de pie.
Ordenó apuntando su rostro. Johnny no tuvo otra opción más que obedecerlo. Retiró la sábana y saltó de la cama. A continuación, los osos se levantaron de sus lugares para rodearlo. «¡Agh!» Se quejó cuando uno de ellos le dio un manotazo en la cara, sometiéndolo contra el muro. El líder aprisionó su antebrazo sobre el cuello de Johnny, elevándolo del suelo. Pataleaba y tocía fuerte al tratar de zafarse. Escuchó cómo estiraba el martillo de la pistola y colocaba el cañón a un lado de su cabeza. Aterrado, Johnny lo miró a los ojos.
—Esto es muy simple, Johnny. No queremos derramar más sangre. Hemos llegado muy lejos como para que tú y tu padre se entrometan en nuestro camino. Ustedes los Egerton están arruinados; gracias al arresto de tu padre, perdieron todo su poder; no tienen posibilidad contra nosotros; casi podríamos decir que somos un ejército, ¿verdad muchachos? —escuchó sus risas antes de volver a encararlo—, y ustedes son los únicos que restan en el mapa, así que... por favor, Johnny, no hagas esto más difícil y entréganos todo lo que tu padre construyó. Tú me caes bien, y sería triste para mí tener que asesinarte en tu propia casa.
Johnny se quejaba del dolor en su cuello, de tener el cañón helado de su arma cerca del rostro. Apenas alcanzó a tomar aire. Había escuchado atentamente sus advertencias; temía por su vida, por la vida de su padre, de morir justo en ese momento. Sin embargo, Marcus le enseñó que no debía demostrar condescendencia ante tipejos como los osos; ya lo habrían asesinado si tanta era su ambición por conquistar toda la ciudad.
—P-por mí pued-den irse al infiern-no... N-no se saldr-án con la s-suya... Cobardes...
Su voz entrecortada fue suficiente para que entendieran su posición. Sonrieron al escuchar sus insultos.
—Hay que aprovechar todas las oportunidades.
Johnny lo miró iracundo.
—Púdrete.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Cuando retiró el antebrazo de su cuello, comenzaron a golpearlo brutalmente; puñetazos en el rostro, en el estómago; patadas y rodillazos en los muslos y en las costillas; rasguños en la espalda y en el pecho. Sangre emergiendo de sus fosas nasales, de su mandíbula; un enrojecimiento profundo en sus mejillas. No pudiendo soportar el dolor y la humillación, Johnny adoptó una posición fetal sobre el suelo.
«¡Ah, agh, ow!» Gritaba con la cabeza entre las rodillas, cubriéndola con sus brazos en lo que lo seguían amordazando.
Miraban a Johnny todavía protegiéndose, indefenso, con rastros de sangre en varias partes de su cuerpo. El líder detuvo a sus secuaces cuando quisieron golpearlo nuevamente.
—Ya fue suficiente.
Johnny trató de incorporarse a quejidos, sintiendo punzadas en todo su cuerpo y un tremendo ardor en el rostro. Sin piedad, el líder le dio una patada en el estómago para desplomarlo.
«¡AH!» Gritó escupiendo sangre en la alfombra.
—Tienes hasta la luna llena de este mes.
Johnny oía perfectamente.
—Ya no tendremos piedad de ti si te rehúsas...
Fue lo último que pudo escuchar antes de perder el conocimiento.
Johnny tardó un par de horas en recuperar la conciencia. Parpadeó antes de advertir la condición en la que se encontraba. Le ardían los pómulos. La boca le sabía a metal oxidado y percibía un profundo dolor en sus costillas. Los muslos los tenía adormecidos y su cabeza estaba a punto de explotar. Se apoyó en la cama para incorporarse, gimiendo quejidos sordos. Apretó la mandíbula para aliviar el malestar. Se sentó en la orilla y exhaló. Se atrevió a mirar el reloj de la mesita. Eran las 10.23 de la mañana. Quiso sobar sus mejillas, arrepintiéndose inmediatamente al sentir el dolor. Se puso de pie y fue al baño. Encendió la luz y se miró al espejo: la mejilla izquierda estaba fuera de su lugar, roja como un tomate; había señales de hematoma en su ojo izquierdo, cerca de la comisura exterior. Enseñó los dientes para apreciar la sangre seca cubriendo casi toda su boca. Abrió el grifo, hizo un hueco debajo del chorro y se echó agua helada. Eso adormeció el ardor. Se recargó sobre el lavamanos e inclinó la cabeza.
A pesar de las sospechas de su padre, Johnny jamás creyó que esto fuera a pasar. Al no saber nada de los osos en mucho tiempo, supuso que eran sólo malos augurios, consecuencia de la incertidumbre cimbrada en la paranoia y la desesperanza. Sin embargo, esa mañana Johnny entendió su equivocación; debió de ser más precavido. Se había conformado con guardar una pequeña pistola en el cajón, un error garrafal que acabó pagando caro.
Al salir del baño, buscó su teléfono. Al tomarlo, advirtió que tenía cinco llamadas perdidas, dos de Ash y tres de Búster. Intuyó que estaban preocupados, más por no haberles contestado. Miró varios mensajes de Ash; estaba tan fastidiado que deslizó la notificación para desaparecerla. Lo apagó para vestirse. El dolor hizo que se tardara; sintió punzadas cuando quiso ponerse la cazadora, pellizcos intentando abrocharse las agujetas. Al incorporarse, agarró su teléfono y salió de la casa. Ingresó en la tienda de abarrotes para tomar una botella de agua. Estando dentro de la camioneta, bebió un par de tragos. Al accionar la marcha, miró hacia el frente.
Sabía lo que tenía que hacer.
Johnny no se dirigía hacia el teatro Moon, sino a la prisión de Calatonia. Quiso cambiar de parecer, pero era necesario que su padre se enterara de lo que había pasado. Estaba seguro de que con sólo mirarlo en ese estado bastaría para que imaginara el conflicto. Tenía miedo de su reacción; tal vez saltaría encima del plexiglás y correría incansablemente para partirles la raja a esas bolas de grasa; a lo mejor golpearía tan fuerte el cristal que acabaría cuarteándolo; quizá gritaría en furia y los oficiales tendrían que someterlo. Johnny miraba la distancia con el semblante endurecido. Pensaba mil cosas en ese momento; la cabeza le daba vueltas, sus mejillas volvían a arder. Bebió más agua antes de girar en una esquina para estacionarse en el lado contrario de la acera. Apagó el motor. Se apeo. El sol iluminó su rostro. Sintió un dolor al jalar la puerta de cristal. La recepcionista lo miró entrar y pegó los ojos al verlo en ese estado. Johnny se acercó al mostrador y le dijo:
—Vengo a ver a Marcus Egerton.
—Uh, sí, sí, claro... Tome asiento y espere que venga alguien... para la revisión.
—Gracias.
Se sentó con dificultad y cruzó los brazos.
—¿Se encuentra bien?
Johnny le sonrió cálidamente.
—Mejor que nunca, señorita.
Un oficial gritó:
—¿Marcus Egerton?
—Aquí.
Alzó la mano para que notara su presencia.
—Oh...
Se espantó al mirarlo.
—¿Algún problema?
La pregunta de Johnny le pareció innecesaria. El oficial, al tenerlo tan cerca, reparó en su mal estado; ese pómulo hinchado, el ojo morado, la mandíbula enrojecida, los rasguños en su rostro.
—Eh, no, no, por favor, acompáñeme...
—Gracias.
Cuando acabaron de revisarlo, Johnny fue hacia el cubículo. Retiró el banco y esperó a que su padre llegara. Tabaleó una extraña melodía en la superficie de la mesa. Echó un vistazo a las otras cabinas, alcanzando a escuchar murmullos y cuchicheos; jirafas, koalas, cocodrilos, linces; animales de todos los colores. Un gigantesco gorila de montaña apareció vistiendo un vívido traje anaranjado. En ese momento, el corazón de Johnny se alteró a tal grado que consideró huir como un cobarde.
Pero no lo hizo.
Marcus retiró el banquillo.
Marcus tomó asiento.
Marcus miró a Johnny con contentamiento antes de desvanecerse en una expresión de furia y rencor.
Descolgaron los auriculares.
Marcus no se atrevió a decir palabra alguna.
—Hola —Johnny trató de decir antes de arrojar un suspiro—, eh...Tengo un serio problema.
—Dejaré de venir. No quiero meterte en más problemas. Espero que entiendas mi decisión. Sabrás de mí cuando me veas en televisión el día del concierto.
Este sería el último discurso que Johnny tendría con su padre.
—Entrégales lo que quieren; el dinero, el establecimiento, todo. No te arriesgues.
—Me matarán de todos modos si lo hago; da lo mismo si defiendo a la familia o no.
—No me importa perder lo que construí, me importa perderte a ti...
—No me perderás. Sé cuidarme solo, papá. Esto que me han hecho no hizo más que sentenciar el juego; si lo que querían era provocarme, pues ya lo hicieron...
—No digas esas cosas.
—Mantendré los ojos abiertos, papá. Lo prometo.
En ese instante, el oficial se acercó a Johnny.
—Se acabó el tiempo, amigo.
Johnny devolvió la mirada hacia su padre.
—Te quiero.
Lo dijo deseando que el plexiglás desapareciera en ese momento para abrazarlo. Sin importar cuánto lo anhelara, sabía que eso no iba a ocurrir. Johnny colgó el teléfono y se marchó. Marcus advertía en él una faceta de guerrero, de determinación y cordura; un espíritu de lucha, de pelea.
Fue entonces que cayó en la cuenta de que no habría forma de disuadirlo.
Chapter 9: Capítulo 9
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Johnny cruzó el marco de la entrada. La puerta se cerró por sí sola detrás de él. El sol irradiaba impetuoso. Miró a su alrededor; había automóviles, animales que lo veían con espanto e incomprensión debido a su terrible aspecto. Eso no le importaba para nada. En ese momento quería ir al teatro para explicarle a Búster por qué no se había presentado. Estaba seguro de que, con sólo mirarlo, las palabras sobrarían. Los nervios eran considerables. Temía que le hicieran preguntas difíciles, preguntas que tal vez no pudiera responder con claridad. No podía ausentarse hasta haber sanado por completo. Debía enfrentar su condición actual frente a sus amigos sin importar las consecuencias.
Metió las manos en los bolsillos de su pantalón. Cruzó la calle y fue hasta la camioneta. Se disponía a entrar en la cabina, pero prefirió sacar su celular y revisar los mensajes de Ash. Apoyándose en el borde de la caja, lo desbloqueó para abrir el WhatsApp y pinchar en la conversación de la puercoespín:
«Hey campeón, vas a venir o que? Ya son las ocho y media» 8:26 a.m.
«Acaso planeas tomarte el día? Porque no respondes?» 8:53 a.m.
«Contesta el teléfono! Te estoy llamando. Si te estan llegando los mensajes!» 9:02 a.m.
«Supongo que te quedaste dormido... te veré luego...» 9:24 a.m.
Negó con la cabeza, decepcionado por no haber respondido en el momento. Parecía enojada. Se notaba en cada palabra. Presionó el dedo en la caja de texto y el teclado apareció. Quiso ser conciso y directo:
«Hey, hola, buenos días. En verdad lo lamento. Se me presentó un inconveniente, pero ya voy en camino.»
Lo envió y rápidamente desactivó los datos. Guardó el teléfono dentro de su chaqueta y entró en el vehículo. Se quejó de un dolor intenso en las costillas que se desvaneció lentamente. Insertó la llave y encendió el motor. Trató de relajarse. Lo único que tenía que hacer era inventar un asalto a mano armada y tres sujetos corpulentos intentando despojarle de sus pertenencias. Nada del otro mundo, nada que no haya visto antes.
Algo se le ocurriría.
La cárcel estaba lejos del teatro Moon. Cerró la portezuela con candado y empujó la puerta de cristal. No había nadie en el vestíbulo. Se dirigió a la puerta trasera. Su camerino estaba en el segundo piso. Al llegar al rellano, viró hacia la derecha y se detuvo frente a la puerta de Búster. Respiró antes de levantar la mano y golpearla tres veces.
«Adelante.» Oyó al koala gritar desde el otro lado.
Johnny giró la perilla y entró sin temor alguno. En ese momento, Búster le miró aterrorizado por su aspecto.
—¿Pero qué...? ¿Johnny?
—Hola, señor Moon. Siento el retraso.
* * * * * *
—¿Te asaltaron anoche?
—Sí —respondió el gorila sentado frente al escritorio—. Iba de regreso a casa cuando dos vehículos me cerraron el paso. Salieron con armas largas en las manos y me sacaron a golpes de la camioneta.
—Qué desgraciados.
—Intenté defenderme, pero eran más fuertes que yo. Creo que era un rinoceronte, un oso pardo y un cocodrilo... no lo recuerdo. Me vaciaron la billetera y tomaron algo de dinero que tenía en la guantera.
—¿Llamaste a la policía?
—No lo hice porque tardé en encontrar mi teléfono. Al intentar defenderme, lo aventé por accidente a la carretera. Lo hallé pasados varios minutos debajo de un arbusto.
—¿Viste sus rostros? Podríamos poner la denuncia.
—Vestían de negro y usaban pasamontañas. Lo siento.
—Pero, ¡mira nada más cómo te dejaron, Johnny!
—Tengo rasguños en la espalda, pecho y brazos.
Johnny se quitó la chaqueta marrón y se levantó la playera de tirantes. Búster advirtió que las heridas todavía no estaban totalmente cicatrizadas.
—Oh... Demonios.
—Sí... así de terrible.
—¡Esto no se va a quedar así! Llamaré a la policía.
—Señor Moon, no se moleste. Estoy bien, eso es lo que importa. Simplemente fue un robo, nada que no se haya visto antes. Tendré más cuidado la próxima vez.
—Pero Johnny...
—Se lo pido, por favor, señor Moon; si llama a la policía, esto se volverá un completo desorden. Prefiero ensayar mi canción y ayudar a Ash a componer la suya que testificar ante un oficial.
Búster no estaba de acuerdo. Quería descolgar el auricular y hacer la llamada.
—No hagamos esto más complicado, señor Moon. No dejaré que esto afecte mi rendimiento. Quiero seguir ensayando.
Cedió ante sus súplicas.
—Está bien, Johnny, como tú digas. De todos modos, para cualquier cosa acude conmigo. Recuerda que Nana y yo estamos aquí para ayudarlos a todos ustedes. ¿De acuerdo?
—Por supuesto, se lo agradezco muchísimo.
No quería ni imaginarse la reacción de Ash. Salió de la oficina de Búster y miró hacia el fondo del pasillo, hacia la escalera de caracol que dividía el piso inferior del superior. Al llegar allí, se acodó en el pasamanos y cubrió sus ojos con la mano, adolorido y exhausto. Aparte de seguir componiendo la canción de Ash y el lío de los osos, recordó que tenía que ir al departamento de Lance para continuar con los ensayos del concurso de bandas de rock. Eso fue lo que ocasionó que se desanimara en gran manera. Desearía estar en cualquier otra situación que no fuera la suya. Creyó que únicamente ayudaría a su mejor amiga a desarrollar una cancion; pero, en vez de eso, acabó en una problemática insoportable. Imaginó su noviazgo, lo felices que serían estando juntos. Ahora mismo, eso era lo que menos importaba.
Exhalando y aguantando las lágrimas, Johnny se adentró en el siguiente pasillo. Puso la oreja en la puerta del camerino de Ash para escuchar el otro lado, pero no sirvió de nada. A continuación, golpeó la puerta y se alejó.
—¡Ya voy! Johnny, más vale que haya sido un imprevisto de vida o muerte porque...
Johnny únicamente metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y esperó. Ash, al mirarlo en tan espantoso aspecto, se pasmó. Sus ojos, como platos, no lo podían creer. Había una terrorífica hinchazón en su rostro, rasguños en sus mejillas, un profundo tono morado en sus cuencas.
—Siento la tardanza, Ash, pero un pequeño problema ayer impidió que me levantara a tiempo...
—¡¿Pero qué rayos te sucedió?!
—Es una larga historia —dijo entrando en la habitación—. Logré salir con vida.
—¿P-pero... pero de qué hablas? —cerró la puerta y caminó hasta él—, ¿cómo que lograste salir con vida? ¡¿Qué estabas haciendo?!
—¿Yo? Nada —respondió el gorila sentándose con dificultad—. Aaaah... fui por algo de comer y tres mastodontes me asaltaron en plena calle.
—Oh no...
—Tal y como lo oyes. Hubieras visto cómo los golpeé. Sé que no sirvió de nada, pero lo hice.
—¡Pero mira cómo te dejaron! ¡Estás que no puedes ni siquiera sentarte bien!
—Descuida, ese no será un problema. Lo que me pone contento es que podré seguir ensayando y continuar con tu canción. Eso es lo importante, Ash.
—¿Estás loco? ¡Búster no dejará que vengas a trabajar así!
—Ya lo sabe. Pasé a su oficina primero. Quiso disuadirme, al igual que tú.
—Escúchame Johnny...
—No, tú escúchame a mí: No voy a permitir que nada ni nadie, ni siquiera tú, se interponga en mi camino. Sí, estoy herido, tal vez tarde semanas en recuperarme, mas eso no impedirá que continúe haciendo lo que más me apasiona en esta vida, que es cantar. ¿Está claro? Compondremos esta canción y la cantaremos el día del concierto. ¿Estás de acuerdo? Si no lo estás, tendremos un enorme problema entonces.
—Johnny, me preocupo por ti. No me gusta verte tal y como estás ahora mismo. Deberías estar en casa descansando.
—Sí, debería, pero no, estoy aquí para seguir esforzándome y alcanzar mi sueño.
La puercoespín se entusiasmaba por la actitud del gorila. Con todo y su mala condición, se mostraba ávido y empedernido. Se miraron mutuamente unos segundos; el rostro de Johnny no era en ese momento el mejor, pero bastaba para advertir su ceño fruncido. Sabiendo que no iba a hacerlo cambiar de parecer, Ash asintió.
—De acuerdo, campeón. Tienes mi apoyo. Sabes que siempre lo tendrás.
—Y tú el mío. No quiero que seas condescendiente conmigo. Trátame como si nada hubiera pasado. No quiero que la pasión se termine sólo por este incidente. Si tú estás animada, yo también lo estaré. ¿Qué te parece?
—¡Ay Johnny! Tú siempre buscándole el lado positivo a las cosas. No sé cómo lo haces.
—Simplemente demuestro el gran afecto que tengo por ti. Hay días en los que yo también estoy desanimado, pero tú haces que me ponga contento.
—Basta, no empieces con tus cursilerías —le dijo propinándole un zarpazo amistoso en el brazo.
«¡Ay, con cuidado!» Se quejó el gorila entre risas dolorosas.
—¡Oh, lo siento, lo siento! Olvidé que...
—Je, je, descuida, descuida, no pasa nada. ¿Te parece si continuamos con tu canción?
—Es nuestra canción, Johnny, nuestra; el hecho de que tú estés ayudándome ya te hace parte de ella.
—Te doy más crédito porque tú la escribiste, eso ya es demasiado. ¿Me ayudas a levantarme del sofá?
—¡Oh, claro! Déjame, apóyate aquí, sí, así...
Johnny había estado comportándose extraño estos días. Ash lo había estado notando desde aquella vez que fueron al parque. No le agradó en lo absoluto la manera en la que avizoraba su alrededor. Parecía preocupado de que alguien pudiera estar siguiéndolo. Por supuesto que Ash intentaba negar estos pensamientos. Al llegar a su condominio, subió las escaleras y entró en su departamento. Dejó la guitarra junto al marco de la puerta y las llaves en una pequeña repisa. Se dirigió hacia el refrigerador y tomó una lata de soda. Después de ello, fue a su habitación y se sentó junto a la ventana. El gas salió expulsado apenas la abrió. Dio un sorbo. Retiró levemente la cortina para apreciar los altos edificios de la ciudad iluminando las calles de Calatonia. Un hermoso paisaje urbano que la tranquilizaba. No había razón para creer que Johnny estuviera yendo por malos caminos; él era alguien dulce y amable, sensible y de una actitud noble. Ash no quería creerlo, pero percibía que algo no andaba bien. Sus sospechas aumentaron cuando ayer tuvo que irse para atender un «asunto personal». Curiosamente, al día siguiente, Johnny apareció en el teatro terriblemente herido, sin mencionar que, luego de haber terminado de ensayar, dijo que quería irse a descansar de una manera tozuda, y que cuando quiso acompañarlo, él se negó abrupto. Johnny se había ofreció a llevarla hasta su edificio. Durante el trayecto, Ash lo veía inquieto, manoseando la palanca de velocidades y diseccionando obsesivamente su alrededor, como si estuviera imaginando miles de cosas o algo todavía peor. Bebió otro sorbo y se enfocó en otras ideas referentes a la canción que estaban componiendo. Eso era mejor que andar pensando incertidumbres sobre su mejor amigo. Ahora pensaba en todos sus halagos y en sus bellos comentarios, comentarios que le parecían de cierto modo exagerados. Sólo quería relajarse y no quedar afanada en inventos engañosos.
Prefirió mirar aquella camioneta roja de lustroso acabado con rines cromados estacionada al otro lado de la calle.
Era muy bonita.
Chapter 10: Capítulo 10
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—¿Quieres escuchar la canción?
Johnny degustaba unos aperitivos que Lance había servido cuando escuchó la pregunta. Tragó y se limpió los labios con el dorso de la mano.
—¿Qué dijiste?
—Te pregunté si quieres oír la canción; bueno, lo que llevamos hasta ahora. De antemano te digo que está quedando genial. Estás haciendo un excelente trabajo.
—No necesito tus halagos, Lance. No lograrás nada con eso.
—Yo no quiero lograr nada, tan sólo te estoy felicitando. No hay nada de malo en eso.
—Por favor, no confiaría en ti, aunque mi vida dependiera de ello.
—¿La quieres oír o no?
—Dale, pues.
—Póntelos y dime qué opinas.
Johnny se aproximó al puercoespín con impasibilidad. Dejó la cerveza en un costado de la mesa y se colocó los cascos, quejumbroso por el dolor en sus brazos. A continuación, Lance reprodujo la pista desde el ordenador. Al principio sonaban unos arreglos sombríos. Destacaba por tener una pinta tétrica y desagradable. El sonido fue más envolvente. Pronto realizó que lo que la volvía una buena canción no era la poca belleza que pudiera tener. Lance le había hablado acerca de esto en anteriores días; tenía que buscar su atractivo no la armonía, sino en el descontrol y en el ímpetu, en el caos y en la falta de equilibrio. «Es trash metal, Johnny; no pierdas tu tiempo intentando hallar el significado de la melodía». Había hecho búsquedas en su celular acerca del género. Se dio cuenta de que el trash metal es un género que se caracteriza por su contundente rapidez. Había leído también la letra, la cual manifestaba un mensaje pesimistamente eufórico. En ese aspecto sí que lo aplaudió; era una letra poderosa y de fácil encarnación; cualquiera podría identificarse con el mensaje que proyectaba entre rasgueos y guturales. Johnny prestaba atención en cada detalle.
Hasta ese momento sólo la voz de Lance había sido grabada; sus gritos sonaban potentes, tal y como quería.
—Debo decir que estoy impresionado.
Johnny le entregó los audífonos al terminar la canción.
—¿Eso es un sí?
—A mí me parece bien, no sé tú qué piensas...
—Siento que está en su punto, y que la única manera en la que podría mejorar es añadiendo tu voz en las partes que te dije.
—¿Crees que ya estoy listo?
—Por favor, Johnny, tú siempre has estado listo...
Lance preparó una nueva pista de audio y configuró los controladores. Con todo y que Lance era un cretino desalmado hijo de puta, a veces se comportaba amablemente. No hacía comentarios insultantes o peyorativos, sino comentarios que lo ayudaban a mejorar su desempeño durante los ensayos. Gracias a ello, la pista de audio parecía que estaba hecha por un estudio de grabación profesional. Johnny no sabía cómo atender el comentario de Lance. «Tú siempre has estado listo...» ¿Listo para qué?, ¿para cantar? ¿para cantar rocanrol? Independientemente de la intención, la declaración hablaba por sí sola.
Johnny siempre ha estado listo para esto.
Para esto y más.
Por primera vez en días, el gorila esbozó una ligera sonrisa. Lance no lo notaba porque estaba concentrado en el ordenador, pero podía percibir por su enmudecimiento que le había agradado esa pequeña observación.
—Gracias.
—Listo, creo que ya podemos grabar tu voz. Párate junto al micrófono.
Johnny lo hizo y trató de relajarse.
—¿Ensayaste en tu casa?
—Sí, lo hice.
—Bien. Mira, es muy sencillo, sólo tienes que hacer lo mismo que en tu casa, cantar fuerte y claro. Lo intentaremos las veces que sean necesarias. Hazlo como lo hiciste en el concierto al aire libre de hace tiempo, con ese empoderamiento.
—¿Me viste en televisión?
—Toda la ciudad los miró en televisión, claro que sí.
—No lo sabía.
—No creí necesario mencionarlo, no hasta ahora. Quería ponerte un ejemplo solamente.
Johnny se puso los auriculares en la cabeza y esperó las indicaciones del puercoespín.
—Cuando quieras.
—Esa es la actitud. Prepárate.
Lance reprodujo la canción desde un punto cercano a la parte en la que entraba la voz de Johnny. Aguardó unos segundos hasta por fin entonar a gran voz:
How long will you hold on?
Why can I let it go?
Find a way to escape all the hate...
Johnny tuvo que cerrar los ojos por el esfuerzo. Lance, después de haberlo oído, se exhaltó de la emoción.
—¡Justo así, Johnny! —gritó desde la silla— ¡Justo así imaginaba tu voz en mi canción! No hacen falta más pruebas, ¡esta definitivamente se quedará!
—¿Lo dices en serio?
—Lo digo en serio. Así quiero que cantes en el concierto. Necesito que sigas practicando. Te envío lo que llevamos al teléfono. Tenemos que seguir avanzando, el concurso será en pocos días. Hay que terminar antes de la fecha para descansar y llegar bien al auditorio.
—Está bien, como tú órdenes.
—¿Qué hora es?
—Es casi la una de la mañana.
—Ve a casa. Terminamos por hoy.
* * * * * *
Habían sucedido dos semanas desde el ataque de los osos. Sus heridas se hallaban en un mejor estado, pero su cuerpo seguía con molestias y adormecimientos. Los moretones en su rostro se hicieron más opacos. Les había explicado a todos en el teatro que tuvo una contingencia con unos matones, situación que se tragaron como niños ingenuos. Lance, por otro lado, se emocionó tanto con la historia que tuvo que inventar todo un giro argumental sólo para que se callara. Navajas, patadas fuertes, puñetazos en los ojos. Todo un escándalo.
A Lance no le importó que Johnny estuviera mal herido. Ni siquiera mostró condescendencia; en lugar de eso, hizo que tomara su guitarra eléctrica y tocara con la misma fuerza del día anterior. Estaba acorralado, entre la espada y la pared, atrapado en sus propias mentiras, y Lance no hacía más que aprovecharlo todo para su beneficio. Le daba asco, repugnancia que ese maldito puercoespín estuviera enseñoreándose de él como si fuera su esclavo. Ahora que lo pensaba bien, sí era su esclavo. Su esclavo musical.
Se oía tonto.
Por otro lado, Ash sospechaba. Desde el incidente con los osos, Johnny se había estado comportando extraño, no necesariamente en un sentido negativo. Sin siquiera haberle enseñado lo suficiente, Johnny mostraba un manejo progresivo en el uso de la guitarra. En un principio creyó que se llevaba su guitarra para ensayar en la casa, pero se deshizo de esa idea al observar que la dejaba en su camerino. La rapidez con la que deslizaba los dedos a lo largo del mástil, la impotencia al rasgar las cuerdas, el que ya no estuviera mirando todo el tiempo los acordes. Pese a la energía con la que tocaba, había lapsos en los que se quedaba dormido en el sofá; aprovechaba que la puercoespín estaba ocupada en el ordenador para echarse una siesta. Mirando más a detalle, percibía bolsas ennegrecidas debajo de sus ojos, además de un rojo intenso en sus escleróticas y sus bostezos de hipopótamo. Quería estar preocupada por él, pero el progreso que hacían en la canción la convencía para cerrar la boca y no decir nada. Ya había intentado hablar con él en días pasados, cosa que no le pareció en lo absoluto. «Estoy bien, Ash, ¿de qué te preocupas? ¡Ya casi terminamos la canción! ¡La tocaremos juntos en el escenario como unos verdaderos amantes del rocanrol!» Sus comentarios eufóricos maquillaban la pereza que tenía incluso para levantar la guitarra de su base. Percibía en sus movimientos el desgano y el desinterés. Cada día, su ropaje se tornaba más zarrapastroso. A veces emanaba un olor desagradable, como si no se hubiera duchado en varios días. Sus dientes pasaron de un blanco reluciente a un amarillo opaco. Su peinado dejó de tener ese corte tan característico.
Por alguna extraña razón, Ash pensó que tal vez estaba drogándose. No quería creer que fuera así, pero la evidencia lo sugería. No necesariamente con marihuana o alguna droga parecida; quizá sólo estaba bebiendo alcohol. Sus síntomas eran parecidos a los de la resaca. Con eso y todo, no podía confirmarlo. Además, ¿por qué razón lo haría? ¿Acaso estaba pasando por una situación difícil? ¿Era que un familiar suyo había fallecido? ¿Estaría pasando por mucho estrés? Debió haber un detonante, algo que lo haya orillado a embriagarse hasta no poder más.
No podía concluir en nada.
¡No tenía idea de lo que pudiera estar pasándole!
Johnny era amable, sensible, un buen muchacho. Siempre se había comportado de manera cariñosa con ella. Repara en sus halagos y en su comportamiento amigable. Presentía que le gustaba estar cerca de ella, que eso lo ponía de buen humor. Intentó estarlo en los últimos días, pero era evidente que su apariencia y su mal olor la incomodaban, por lo que se alejó para dejarla en paz. Ash lo notó de inmediato. Ya no se sentaba junto a ella para comer; prefería salir de la habitación y hacerlo en otro lado. Ya no la llevaba de regreso a su departamento; inventaba excusas ridículas como «No tengo gasolina», «tengo que atender un asunto importante», «hoy no puedo, debo ir a casa, será otro día». A pesar de eso, la movilización no era un problema para Ash; ella podía fácilmente pagar un taxi o tomar el metro. Estaba preocupada por Johnny. Este repentino cambio de actitud la alarmaba. Algo no estaba bien. Ese «amor incondicional», ese «cariño desinteresado» se esfumó, dejó de existir; era como si estuviera trabajando con ella por compromiso en lugar de la pasión que en un principio los impulsó a aceptar el riesgo de componer la canción antes de final de mes. Presentía que había perdido el interés, que otra cosa le estaba robando el gozo. Lo peor de todo era que Johnny no decía nada; se quedaba callado, inmerso en sus ideas y en sus fantasías. Desde que lo conoció, advirtió que él no era de muchas palabras, que se aislaba de todos. Al cabo de unos meses, Johnny cambió su conducta y optó por relacionarse más con sus amigos, pero respetando su derecho a la privacidad, evitando ciertos temas que, Ash intuía, eran demasiado personales para él.
Fue grande su decepción al verlo regresar poco a poco a su antigua personalidad; ya no salía a cenar o a divertirse con sus colegas, ni siquiera con Meena o Rosita. Al igual que con Ash, siempre tenía una excusa para zafarse de todos los compromisos. La puercoespín quería ahondar más en sus problemáticas, pero Johnny no cooperaba, y parecía que no lo iba a hacer. Anhelaba poder ayudarlo de alguna manera, brindarle algún consejo que pudiera serle de provecho; le dolía mirarlo así, como deprimido, como atrofiado por el estrés y la frustración. Así como él le extendió su brazo para sacarla del abismo de lágrimas en el que estaba sumergida por causa de su rompimiento con Lance, ella también quería hacer lo mismo. Tal vez no entendería su dolor; sin embargo, un buen abrazo y unas cuantas palabras de aliento no estarían de más. Ash quería mucho a Johnny; él se había comportado gentilmente. Le parecía injusto el hecho de mirarlo así sin ninguna manera de auxiliarlo.
Aquella tarde, Ash practicaba el solo de guitarra de la canción. Se enfocaba en el sonido chillante de las cuerdas. Tenía un ritmo parecido al género del pop. Johnny tuvo la idea de agregar una sinfonía y un piano que impactara desde los primeros segundos. Al principio, Ash había pensado en componerla con un estilo más roquero y estridente, pero después de haber oído los comentarios de su compañero, la perspectiva se inclinó a un estilo más romántico que todos pudieran disfrutar. Ash se sorprendía de las ideas de Johnny. Se miraba comprometido con la tarea; indagaba en internet buscando ideas, escuchaba vídeos en YouTube para inspirarse. Hacía lo que fuera necesario para no desperdiciar un solo minuto en tonterías que lo desenfocaran. Intentaba hacer reír a Ash con ocurrencias, chistes malos y bromas que la ayudaban a sonreír. Johnny amaba su sonrisa, su bello rostro alegrándose por sus disparates. Ash estaba más que contenta de tener a un buen amigo como Johnny en su vida. Ya sólo restaban pequeños detalles y estaría lista en menos de una semana, cuatro días antes del espectáculo, tiempo suficiente para ensayarla en el escenario. Búster había sido testigo de su progreso y quedó más que complacido al saber que había valido la pena. Decidió echar un vistazo a Johnny. Estaba sentado frente a las teclas del piano mirando hacia la ventana, pensando. Había sol, poca nubosidad, un cálido ambiente para disfrutar del momento y reír junto a seres amados. Pero ese no era el caso de Johnny. Ash interrumpió su práctica. Dejó de tocar. Advirtió un suspiro profundo saliendo de su pecho. Su expresión era impasible, pero a la vez agobiante. Ash no podía soportarlo más. Este no era el Johnny que conocía, este Johnny no era el verdadero. ¿Qué cosa tan castrante pudo haberle quitado esa felicidad? ¿A dónde se fue su mejor amigo? ¿Acaso tenía que ver con alguien más? ¿Sería que era tan reprobatorio que no tenía intenciones de comentárselo a nadie?
Lo más importante de todo: ¿Terminaría algún día su sufrimiento?
Tomando valentía, arrojó los audífonos y la guitarra sobre el sofá y se puso de pie.
—¡Johnny!
El gorila giró la cabeza.
—¿Qué sucede, Ash?
Ese tono no le agradó en lo absoluto. Caminó hasta él.
—Estoy harta de ti.
Johnny estaba confundido.
—Uh... ¿Yo qué hice?
—¡Nada, ese es el problema! ¡No has hecho o dicho nada y eso me mortifica!
—Pero si ya vamos a terminar la canción, sólo queda hacer unos cuantos arreglos y estará lista. ¿Necesitas que te ayude con algo? Dímelo y lo haré.
—¡No estoy hablando de la canción, sino de ti!
—¿Ah? ¿Qué hay conmigo? ¿Hice algo malo?
—Por favor, Johnny, ¿crees que soy tonta?
—Pero yo--
—Lo veo en ti, en tu cara, en tu ropa, ¡en todo! Hueles horrible, tu aliento apesta, tus ojeras parecen de mapache, tus ojos están hinchados, caminas como si tuvieras una espina en el culo. Estás triste todo el tiempo, desganado, parece que haces esto porque te están obligando —Johnny guardaba silencio—. No sé qué te ocurrió que cambiaste drásticamente. Ya no intentas hacerme reír como lo hacías antes. Ya no quieres convivir con nosotros. Buscas estar solo. Regresaste a tu aislamiento y te estás olvidando del teatro. Estás triste todo el tiempo y parece que no te importamos para nada.
Johnny retiró el semblante, consumido por sus fuertes declaraciones.
—¿Qué es lo que te pasa, Johnny? ¿Por qué volviste a ser el de antes? —Johnny volvió la mirada hacia sus ojos. Los de él se habían tornado casi como la sangre, unas cuantas lágrimas se desplomaron por sus mejillas— ¿Qué te ocurrió? Sólo eso quiero saber.
Johnny, trayendo a memoria su traición por estar ayudando a Lance, y su chantaje por parte de este último, su afiliación con la mafia, el encarcelamiento de su padre y el pronto incidente con los osos respondió:
—Créeme Ash, no lo entenderías. Estoy deprimido, pero me esfuerzo por seguir adelante porque tengo un sueño que quiero cumplir: Ser un cantante profesional.
La puercoespín mantuvo la mirada.
—Pronto lo entenderás. Pronto todo saldrá a la luz. Sé paciente.
Ash no estaba segura de cómo tomar su declaración.
Chapter 11: Capítulo 11
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A la mañana siguiente, Johnny recibió un mensaje de Lance en su teléfono que decía que no iban a ensayar hoy en el apartamento, sino en la cochera de la casa de Jerry, el cocodrilo baterista de la banda. Por la ubicación de Google Maps que le mandó el lugar estaba en el centro de Calatonia a pocos minutos del Teatro Moon. Johnny no demoraría nada en llegar, sí, pero eso podría ser perjudicial, ya que existía la posibilidad de que sus amigos advirtieran su paradero y le hicieran preguntas al respecto. La actitud de Johnny era demasiado sospechosa para ellos; si se enteraban tendría que mentirles otra vez, cosa que quería evitar a toda costa para no seguir enredándose en su propio juego. Lance era muy exigente con los horarios. Si no quería que se comportara pésimamente, Johnny debía estar allí cinco minutos antes, o exactamente en el minuto acordado; de lo contrario, le iría mal durante todo el ensayo. Quedaron de verse a las 5.00 de la tarde, la hora a la que todos salían del Teatro Moon. Tuvo que inventar una ridícula excusa para zafarse de Ash.
—Hoy debo retirarme un poco antes —dijo Johnny al levantarse del piano para ponerse la chaqueta—. Tengo un compromiso en quince minutos.
La puercoespín estaba molesta con él.
—Mira, Johnny, haz lo que quieras —respondió haciendo un mohín, como si no le importara—. Hubiera querido que te quedaras para terminar la canción de una vez, pero si tienes compromisos más importantes, entonces vete.
Su respuesta hizo que le doliera en el corazón, pero estaba tan preocupado por el asunto de Lance que no pudo sentirse triste; sin embargo, aquella sensación terrible acució sus pensamientos por unos segundos antes de recobrar la compostura.
—Créeme que me encantaría quedarme contigo, pero te pido por única ocasión que no te molestes conmigo. Esto que tengo que hacer también es importante. Te prometo que mañana terminaremos de darle los últimos retoques a tu canción y la volveremos a ensayar juntos en el escenario.
—No sé si pueda creerte. Te desconozco por completo. No sé qué tipo de excusas eres capaz de decirme para largarte, botando el trabajo como si no te importara. Es un milagro que hayamos progresado hasta lo que llevamos. Tuve que quedarme despierta hasta tarde en mi casa para ahorrar un poco de tiempo y no andar a las prisas. No sé qué tan importante sea tu compromiso como para que decidas ponerlo por encima del concierto de reinauguración, y no quiero ni imaginarlo; pero quiero decirte que desde que el teatro fue reconstruido, has estado actuando muy extraño.
—Lo siento, Ash, pero esto que debo hacer es algo muy personal. Lo siento.
—No, no, no tienes que darme explicaciones, Johnny. Perdí esa esperanza hace mucho tiempo. Si no soy de tu completa confianza, dejémoslo así y sólo enfoquémonos en lo profesional, ¿de acuerdo? —Ash tomó su guitarra y su abrigo rojo y caminó hasta la puerta—. Buena suerte en tu empresa. Te veré mañana.
Aquel portazo retumbó en sus orejas cual estruendo horroroso. Palpó la furia, un desdén que jamás había visto. Johnny estaba desanimado, pero también preocupado por ella. Sus movimientos realzaban la traición que estaba cometiendo. Le vinieron a la cabeza los recuerdos de cuando ella le confesó lo que había sucedido con Lance, de esos capítulos tan desastrosos que todavía formaban parte de su vida, de esos lapsos que gracias a su apoyo pudo superar para volverse más fuerte. En cambio, Johnny se había estado comportando como un déspota, una persona que solamente pensaba en sí misma y no en aquellos que lo procuraban, en este caso Ash, su ahora amiga más cercana.
Ella fue capaz de abrirle su corazón. ¿Por qué él no hacía lo mismo? Eso era lo que más la inquietaba, no conocer el motivo de esa prudencia tan forzada, muy diferente a la que lo caracterizaba hace dos años cuando estaban concursando para ganar los cien mil dólares. No. Johnny estaba fingiendo, estaba siendo un hipócrita, un descarado y arrogante que había hecho a un lado a sus amigos, entre ellos Rosita, quien lo trababa como un hijo, a Ash, su compinche a lo largo de su vida reciente. Lo que más le dolía era creer que lo conocía y saber que todo había sido parte de una farsa. No se le podía llamar de otra manera: Una farsa, una falacia por la cual todos habían caído en sus artimañas.
Johnny quería desahogarse, pero en este momento era imposible. El tiempo se estaba agotando. Sus esfuerzos por alentar el espíritu de la puercoespín iban a ser en vano porque la luna llena de este mes coincidiría la noche del concierto de reinauguración. Estaba acabado. Era claro que no iba a poder ir, no con los osos pisándole los talones. Por un momento pensó que los osos sabían que ese día iba a ser el concierto de reinauguración, pero lo dudaba. A ellos no les importaba el día ni la hora con tal de salirse con la suya. Un evento que lo confirmaba fue aquel cuando irrumpieron en la presentación que Búster había preparado para Nana Noodleman por culpa de Mike y su patética apuesta. Ellos no eran de modales. Tuvieron a bien darle un plazo considerable para que tomara la iniciativa de ir personalmente y rendirse ante sus pies.
Pero si Johnny había aprendido algo de su padre era no darse por vencido, no cuando aún había esperanza de salir con vida. Los osos eran arrogantes. Tenían la confianza de ya haber ganado la batalla contra los Egerton. Si no fuera así, habrían llevado refuerzos cuando irrumpieron en la casa de Johnny para golpearlo. Era poco probable que trajeran un ejército de mafiosos al taller sólo para matarlo. Tendría que idear su plan basándose en esta posibilidad. Seguramente creían que Johnny iba a huir del taller, dejándoles el camino abierto para que hicieran lo que les viniera en gana, pero no. Les iba a dar pelea. Deseaba vengarse por lo que le hicieron. No iban salirse con la suya. Si para eso era necesario llegar a los golpes, incluso a los disparos, iba a correr el riesgo. Los osos desconocían las habilidades de Johnny. Lo subestimaban. Esa iba a ser su ventaja.
Johnny sabía perfectamente que sus problemas no iban a terminar cuando el teatro fuera remodelado. En los ámbitos del crimen organizado, nadie puede escapar. Marcus le había contado historias sobre eso. Perdió a muchos colegas cuando era más joven, antes de que Johnny naciera. Siempre le repetía la misma frase al final, una frase que vino a confirmar hasta ahora con todo lo que estaba pasando: «Una vez adentro, no hay marcha atrás». Marcus quería estar junto a Johnny en estos momentos. Estaba agarrado de los barrotes de su celda, preocupado. No quería imaginarse lo que estaba pasando. No podía perdonarse que Johnny tuviera que enfrentar a los osos él solo. Esos malditos cobardes querían aprovechar esta oportunidad para adueñarse de la ciudad.
—Marcus, llevas parado allí una hora —le dijo Barry, el gorila más bajito de los tres acostado en su cama— ¿Por qué no descansas un rato?
—No podría aunque quisiera. Mi hijo está allá afuera enfrentando a toda la mafia por mi culpa.
—¿Creíste que no habría consecuencias? ¿Pensaste que las demás familias iban a quedarse tranquilas porque te arrestaron? Con nosotros fuera del mapa, era cuestión de tiempo para que nos desplazaran —comentó Stan recargado en la pared con los brazos cruzados.
—Si su intención es hacerme sentir mejor con lo que están diciendo, no está resultando.
—Lo que queremos, Marcus, es que dejes de preocuparte. Los tres lo criamos bien y lo entrenamos. Él sabe defenderse, sabe manejar todas las armas que están en el taller. Las cosas se pusieron tensas, pero siempre estuvimos preparados para lo que sea, y por estuvimos me refiero también a Johnny. Además, la cuenta fantasma que creaste lo supliría en dado caso se viera en la obligación de escapar, ya te lo había dicho cuando vino a visitarte hace varios meses.
Se alejó de los barrotes y miró a su hermano.
—No es fácil para mí quedarme aquí sin hacer nada.
—Tampoco para nosotros —contestó Barry poniéndose de pie—, pero tenemos las manos atadas. Nada ganamos con preocuparnos demasiado.
—Johnny te dijo que sabrías de él cuando lo vieras en la televisión el día del concierto de reinauguración. Nos toca esperar hasta entonces. Necesitas tranquilizarte y te volverás loco —le aconsejó Stan al poner la mano en su hombro—. Ya llegará el momento para que podamos actuar.
Marcus suspiró inclinando levemente la cabeza.
—Sólo espero que no cuando sea demasiado tarde.
* * * * * *
Ash estuvo parada por un tiempo frente a la puerta del camerino de Johnny, incrédula por lo que estaba pasando. Se sentía triste, agobiada, pero por encima de todo traicionada. Johnny se había convertido en su mejor amigo, alguien en quien confiaba, alguien a quien estimaba y apoyaba, tal y como él lo hizo hace tiempo con ella. Estaba confundida. ¿Acaso Johnny olvidó todo lo que habían vivido? Por alguna razón, Ash creyó que era la menos indicada para responder esa pregunta. Necesitaba la opinión de un tercero. Faltando cinco minutos para la hora de salida, Ash corrió hasta la puerta del camerino de Rosita y tocó. Unos segundos más tarde, la cerdita la atendió:
—¿Ash? Hola, ¿qué sucede?
—Necesito hablar contigo, Rosita. No me siento bien.
—¿De verdad? ¿Qué te pasa?
—¡Ay, estoy muy confundida! La cabeza me da vueltas y me estoy estresando demasiado, no puedo pensar con claridad. Es que...
—Oye, oye, tranquila, Ash, vas muy rápido. Parece ser algo serio.
—Lo es, por eso necesito tu ayuda. Tú me la ofreciste cuando Lance me engañó.
—Ah, sí, ese cretino. No te preocupes, Ash, ven, pasa.
Cuando cerró la puerta, Gúnter salió a su encuentro con su mochila en el hombro vistiendo su típico traje amarillo.
—¡Yah, Ash! ¿Qué te trae por aquí?
—Espero no interrumpirte en nada, pero necesitaba hablar con Rosita a solas.
—Yah, no hay problema. Yo ya me iba. Aunque, conozco esa cara... Se parece a la que hiciste con el cretino ese, el otro puercoespín.
—Ja, ja, tienes buena memoria, amigo. Es... algo parecido, pero espero esclarecerlo todo pronto, no te preocupes.
—De acuerdo, Ash, pero si necesitas ayuda, aquí tienes a tu cerdito preferido que te apoyará en lo que sea, ¿oíste?
—Por supuesto, muchas gracias.
—Permiso —habló antes de abrir la puerta y asolarlas.
—Tan lindo como siempre —dijo Ash sentándose en la pequeña estancia.
—Creo que no encontraré a nadie tan amable y atento como él. Si te soy sincera, no creí que nos fuéramos a llevar tan bien.
—Supongo que tú fuiste afortunada de encontrar un buen compañero de baile. En cambio, Johnny y yo estamos pagando con sangre nuestros errores.
—Prefiero pensar que, si no hubiera pasado esto, jamás habrían abierto los ojos, querida. Este concurso no hizo más que hacerte ver que tu relación con aquel tipejo no te estaba llevando a ningún lado. Él sólo te utilizaba.
—La situación entre los dos era más complicada de lo que piensas, Rosita. Afortunadamente, Johnny siempre estuvo allí para apoyarme, aunque me desanima que la relación con su padre haya sido afectada por el concurso.
—El padre de Johnny seguramente quería que se dedicara a otra cosa en lugar de la música. Eso es típico. ¿A ti no te pasó algo parecido con tus padres?
—Pfff... Cuando les dije que me iba de casa, perdieron la cabeza. Yo amo la música, es algo que no puedo evitar. Ya no soportaba desperdiciar mi tiempo en otras cosas. Tomé la decisión de marcharme. Me habría encantado ir a Redshore City, pero estaba corta de dinero, así que decidí rentar un departamento aquí mismo en Calatonia. Entonces le dije a Lance que se viniera a vivir conmigo.
—¡Ay, me encantaría estar en Redshore City! Sería maravilloso, ¿no lo crees?
—No perdamos la esperanza, Rosita. Algún día podremos ir allá y buscar cosas mejores.
—Les haría bien a Johnny y a ti. Sería como un nuevo comienzo.
—De hecho, Rosita, estoy aquí porque quería hablarte sobre Johnny...
Rosita cruzó las piernas, confundida.
—¿Pasa algo con Johnny? ¿Están teniendo problemas con la canción que tienen que componer?
—Sí y no, no estoy segura. Quiero decir, sí, hemos avanzado mucho; pero, lo que me tiene inquieta es que está comportándose muy extraño, distante.
—¿Acaso se pelearon?
—No, nunca nos hemos peleado. La situación es más complicada de lo que parece. Nos estábamos llevando muy bien. Éramos muy cercanos, Rosita. En todo el año nos hemos vuelto inseparables. Hacíamos todo juntos. Pero, de repente, Johnny empezó a tomar actitudes muy sospechosas. Ya no quiere salir con nosotros, pone cualquier excusa para zafarse de los compromisos, ha estado escapándose de los ensayos. Además, ¿no lo has visto últimamente? Se ve andrajoso, decaído, triste y frustrado... Me está preocupando mucho. Lo peor de todo es que no me tiene la confianza suficiente para decirme lo que le está pasando. Eso me pone furiosa y me duele. Yo lo he hecho con él en varias ocasiones. No sé qué pensar, Rosita. ¿Acaso no me considera su mejor amiga?
La cerdita estaba más consternada por la tristeza de Ash que por la terrible e incuestionable apariencia de Johnny. Sí, las cicatrices en su gran mayoría habían sanado. Los moretones de su rostro perdieron esa viveza tan oscura y los rasguños en su cuerpo ahora se habían transformado en líneas opacas. Sin embargo, eso no quería decir que su comportamiento haya regresado a la normalidad o que su sonrisa volviera a tener ese tono blanco y reluciente. Johnny seguía en un estado de abatimiento emocional. Caminaba chueco, con los hombros decaídos y la mirada entorpecida.
—Ash, sabes también como yo que Johnny siempre se ha comportado de esa manera desde que lo conocimos. Si a él le gusta mantener su vida privada fuera del alcance de las personas, debemos respetarlo. Te diría que te preocuparas si tú fueras la única a la que no le hablara de ello. No tiene nada en contra tuya porque no habla de su vida personal con nadie, ni siquiera conmigo, y eso que él me ha dicho que le recuerdo a su madre. Sí, a veces viene y me pregunta acerca de ciertas inquietudes; pero, si te soy sincera, últimamente ya no lo ha hecho. Te aseguro que si vas con Meena y le comentas esto te dirá exactamente lo mismo, o a Búster, a quien tú quieras.
Ash no había considerado esa perspectiva. Eso la hizo sentir como una tonta.
—Entonces, ¿crees que no debería preocuparme?
Rosita inspiró.
—Sólo digo que si Johnny necesitara ayuda, nos la pediría. Si no lo ha hecho, debe ser porque tiene todo bajo control. Hasta no saber nada más, la especulación nos hará perder los estribos. Dejemos que las cosas sigan y esperemos. Capaz que nuestra paranoia nos está haciendo una pésima jugada. Tú relájate, Ash. Todo va a estar bien.
Chapter 12: Capítulo 12
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Finalmente, después de mucho tiempo, Johnny pudo dormirse temprano. Lance le había mandado un mensaje a su teléfono diciéndole que no habría ensayo. Claro que había un motivo para eso: El concurso de bandas de rock iba a ser mañana a las diez de la noche. Después de haber estado ensayando por varios días, estaban listos para tocar en vivo. Lance se comportó exigente en las instrucciones, en especial con Johnny. Le ordenó que comprara un cambio de ropa de estilo gótico, con cráneos y matices diabólicos, o lo que sea que lo ayudara a mezclarse con el ambiente del establecimiento. Al salir del teatro, condujo hasta un almacén y escogió un cambio con ligeros tonos azulados y verdes oscuros, una combinación que le pareció muy interesante. Al llegar al taller, subió las escaleras hasta su habitación, dejó caer la bolsa en la orilla de la cama, se quitó la ropa y se acostó. Seguramente eran como las ocho y media de la noche, horario que a Johnny le importó poco cuando cerró los ojos y se quedó profundamente dormido.
A la mañana siguiente despertó apurado. Estaba consciente de que una parte de sus problemas concluiría esta noche, pero restaría el plato fuerte, aquel que iba a poner en riesgo su vida, aquel que podría acabar con su vida en un santiamén. Los nervios lo hacían comportarse torpemente. Esa tarde durante los ensayos finales en el escenario, se veía atosigado, perdido, como si su espíritu estuviese en otro lugar en ese momento. Ash de pronto lo miraba, preocupándose por su bienestar. Después de haber hablado con Rosita, empezó a rechazar conjeturas que la relacionaban con sus inquietudes acerca de la desconfianza que Johnny pudo haberle tenido. El acto de Rosita y Gúnter era fenomenal. La opinión popular estaba inclinada hacia ellos. Los bailarines y las luces turbias abrirían un panorama oscuro y tétrico, una faceta completamente diferente a la del primer concierto al aire libre. Sin embargo, la cerdita estaba nerviosa por Johnny, a quien observaba con detenimiento durante su número. Notaba el considerable progreso que había conseguido tocando la guitarra. No parecía tener problemas para usarla. Lo que la inquietaba eran sus ojos dominados por el miedo y el descontrol. Algo le decía que ella tenía razón sobre si estaba pasando por una situación terrible; aun así, no estaba en sus manos hallar una solución a menos que él decidiera confesar lo que estaba ocurriendo.
Pero algo le decía que nunca lo iba a hacer. Era como esos casos en los que las víctimas preferían dejar que las circunstancias discurrieran por sí solas para evitar ser señaladas como las culpables o algo parecido, situaciones que inminentemente estallarían en cualquier momento, sin importar cuántos serían arrastrados hacia el abismo. Rogaba que la cosa no fuera grave o peligrosa. Lo peor de todo era que no sabía en qué momento se volcaría todo, o de hasta dónde podrían llegar los límites de Johnny, lo que estaría dispuesto a sacrificar con tal de mantenerse a la vanguardia y soportar el dolor de la confesión. Rosita estaba segura de una cosa: Johnny había demostrado compasión por sus amigos en el pasado. El ejemplo más claro era el de Ash con su depresión; sin embargo, se había acomedido con los demás en el transcurso de la reconstrucción del teatro. Ofreció su ayuda para cuidar a los hijos de Rosita en varias ocasiones, sustentó a Meena en su fiesta de cumpleaños para decorar la casa, aquellas tardes asoleadas en las que provisionó a Búster para ayudarlo con algunos recados, etc. Ante la evidencia reciente, Rosita había concluido que tal vez Johnny se sentía culpable y trataba de aliviar esa culpa por medio de comportamientos pasivos y serviciales, lo que sea que lo ayudara a sentir que estaba siendo una buena persona. Por esto, Rosita y Ash quedaron más consternadas. Algo terrible estaba quitándole la paz al grado de desembarazarse de sí mismo y poner a todos los demás por encima suyo. Aquella tarde lo notaron más tranquilo, pero no en un sentido positivo; más bien parecía que ya se había acostumbrado al estrés, a la frustración... al dolor.
A pesar de que había cierta bonanza en la idiosincrasia de Johnny, todavía era evidente que estaba abrumado. Después de que Ash se disculpó con él por cómo le había hablado, la puercoespín no supo quedarse tranquila, no con la respuesta que la había proporcionado. «Gracias, Ash, acepto tus disculpas. No te preocupes por mí, voy a estar bien. Creo que por fin podré descansar en estos días». Una declaración que la habría sosegado en otro tiempo o en otras circunstancias, pero por la manera en la que lo dijo, parecía confirmar las sospechas que Rosita propuso anteriormente. Johnny había llegado a un punto en el que ya no le preocupaba lo que podría llegar a pasar, tal vez porque presentía que ya era demasiado tarde para detenerlo o porque, sin importar cuánto se esforzara, sus problemas acabarían derrumbándolo de todas formas. Su rostro reflejaba estar falto de habilidad, como si no tuviera planes alternativos, planes de contingencia para enfrentar las consecuencias de sus actos; un porte rebosante de indiferencia y descaro. Ash no podía quedarse de brazos cruzados mirándolo de esa manera. Cuando vio a Johnny salir del teatro, decidió seguirlo. Quizás él estaba esperando que ella tuviera la iniciativa de actuar por su cuenta. A estas alturas, era probable que Johnny hubiera vaticinado todos los escenarios posibles en los que sus problemas podrían concluir. Estaba clarísimo que había escogido aquel que lo haría ver como alguien inocente de toda culpa. Tal vez tenía motivos para creer que en verdad era inocente, motivos que Rosita ni Ash conocían, motivos ficticios cuya ignorancia las hacían creer lo peor del joven gorila. Tomó un taxi y le pidió al conductor que siguiera la camioneta de Johnny. Sus intenciones lo preocuparon, pero Ash lo tranquilizó con la idea de que era su mejor amigo y que estaba preparándole una fiesta sorpresa, que sólo quería estar segura de saber a dónde iba para que todo saliera como lo habían planeado desde hace días. Al principio, quedó decepcionada cuando lo miró entrar al taller mecánico donde vivía. Supuso que se iba a escapar o a inmiscuirse en alguna zona clandestina. Ash se apeó del taxi a una cierta distancia y se ocultó rápidamente. Cuando el taxi se fue, avanzó unas bodegas y se agazapó. Johnny bajó de la camioneta y salió un momento a respirar aire fresco. Miró hacia los lados y después bajó la cortina de acero, cortando la visibilidad de la puercoespín. Eran las 5.34 de la tarde. El concierto, del cual Ash no estaba enterada, empezaría a las 10.00 de la noche. Si Ash estaba dispuesta a averiguar sobre los asuntos del joven gorila para aliviar los estragos de su corazón, se quedaría el tiempo que fuera necesario para vigilarlo, incluso si de repente aparecía colgado de una de las vigas en la estancia.
Quería ayudarlo para poder saldar su deuda.
Horas más tarde, Johnny recibió una llamada de Lance. Estaba terminando de ponerse la chaqueta que había comprado cuando la atendió.
—¿Aló?
—Oye, simio, necesito que vengas para acá de una vez —respondió desde los camerinos. Los demás integrantes de la banda estaban desempacando sus instrumentos—. Seremos de los primeros en participar. ¿Dónde estás?
—Estoy aquí en mi casa. Ya casi terminaba de cambiarme cuando me llamaste.
—Acaba con eso y lánzate. Te quiero aquí en cinco minutos. Ni se te ocurra quedarme mal, Johnny.
Colgó. Johnny lo apagó no sin antes negar con la cabeza. Ya era de noche. Faltaban quince minutos para que comenzara el concurso. El tono de voz de Lance era de nerviosismo. Seguramente lo tomó por sorpresa que los hayan elegido para estar en la primera parte de la lista. Los dueños del lugar decidieron que las siete bandas que iban a participar quedarían acomodadas al azar para que todas estuvieran listas para tocar en cualquier momento. No quería imaginarlo, pero era probable que la banda de Lance estuviera entre los primeros tres puestos. Ante la incertidumbre, Johnny tomó su guitarra eléctrica, cerró la puerta de hierro con candado y salió a la cochera. Quitó los seguros de los pasadores de la cortina metálica y la subió. Ash estaba acostada en la parte trasera del vehículo, adormilada, cuando escuchó el encendido del motor. Se asustó un poco, pero rápidamente guardó la calma para que no se diera cuenta de su presencia. Parecía tener prisa porque no se dignó en bajarse de la camioneta para cerrar la cortina y ponerles otra vez los candados a los pasadores.
No tenía idea de a dónde se dirigía a altas horas de la noche, pero estaba dispuesta averiguarlo.
Chapter 13: Capítulo 13
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Johnny condujo como maniático. Sus maniobras bruscas hicieron que Ash tuviera dificultades para mantener su cuerpo en una sola posición. Fueron unos minutos que parecieron nunca tener fin. De la nada, Johnny había frenado bruscamente frente a un establecimiento que ella conocía como la palma de su mano:House Of Blues 'Redemption', un lugar donde hacen competencias de bandas de rock y tocan música en vivo para los amantes del género. Ella lo sabía porque Lance había intentado participar en muchísimos de esos concursos y nunca logró quedarse con ningún premio, situación que lo orilló a buscar oportunidades en otros lugares de Calatonia, como Harry's Bar. Resultaba justificable que su reacción fuera negativa cuando se enteraron del concurso de canto de los cien mil dólares, pero Ash muy en el fondo de su corazón, ante la oportunidad que Búster le había brindado al elegirla a ella y no a Lance, tenía un presentimiento. Sí, Lance se resignaba a vender su talento otra vez a los concursos de canto por la experiencia que habían tenido; sin embargo, la oportunidad que Ash tanto esperaba finalmente se había presentado. Le dolió que no la apoyara; mas ella nunca se rindió. La inquietaba que fuera tan indiferente. Ash nunca lo fue con él cuando se desvelaban escribiendo sus canciones, o cuando debían producirlas. Intuyó entonces que solamente estaba fastidiado de todo lo que había pasado y que quería tener un tiempo para sí mismo y olvidarse de los fracasos. Con eso y todo, Lance nunca dejó de ser un cretino, aun estando embarrado en su propia mierda. Al paso del tiempo, empezó a verla como un instrumento para sus ambiciones. Ahora caía en cuenta de por qué no sentía envidia de ella, o de por qué no tenía razones para ello. Si yo no pude, ¿por qué ella sí?, seguramente pensó Lance. El rostro de Ash, cuando Búster la seleccionó, lo dijo todo. No lo pudo creer. Aquella ocasión la hizo cuestionar lo que opinaba de ella misma. Ahora que volvía a ver este lugar, presentía que algo estaba pasando. Johnny tomó su guitarra y cerró la camioneta. Hasta ese instante, Ash no sabía que había comprado otra. La que utilizaba normalmente estaba dentro de su camerino en el teatro. Tal vez esta era la razón por la cual había mejorado sus habilidades. Al principio creyó que sólo iba a ir al concierto, pero las circunstancias delataban otra cosa distinta. ¿Acaso se había inscrito al concurso? Habían hablado de canciones de rock hace tiempo, sí, pero Ash nunca creyó que Johnny fuera a tomarlo tan en serio. Probablemente quería experimentar el género, no estaba segura. Aun así, eso no explicaba lo terrible de su aspecto. Era ridículo que cayera tan bajo por un concurso de rock. Estaba consciente de que tenía que practicar muy duro, pero Johnny jamás descuidaría su imagen de esa manera tan imprudente. No, algo no andaba bien. Saltó del vehículo y corrió hasta el callejón trasero. Conocía un pasadizo secreto hasta los asientos superiores.
Johnny le mostró su identificación al portero y le concedió el acceso. El pasillo de los camerinos era pequeño, iluminado con focos rojos y fosforescentes. La puerta 9 estaba casi hasta el final. Al entrar, Lance lo invadió:
—Te tardaste, Johnny —dijo con los brazos cruzados—. ¿Estuviste ensayando?
—Sí, practiqué un par de veces antes de venir.
—Seremos la segunda banda en tocar. Ya no tenemos tiempo de payasear, así que prepárense. El concurso empieza en 5 minutos. Saldré un momento para hablar con el anfitrión. Al regresar, no quiero hallarlos holgazaneando.
Cuando cerró la puerta, Johnny se puso la correa y rasgueó las cuerdas, recordando una vez más los acordes de la canción. Jerry asió sus baquetas y las juntó con su mano. Freddy, la pantera, tomó su bajo de color carnaza listo para salir. La música en el salón principal hacía que los muros temblaran. Se quedaron sentados un rato.
—Ya casi salimos de esta, Jerry —dijo Freddy hacia el cocodrilo—. Hagamos que valga la pena.
—No tienes que repetírmelo. Dependemos del simio este para que nuestro plan no fracase —aludieron a Johnny—. Yo no me preocuparía por nosotros, sino por él.
—¿De qué están hablando? —preguntó el gorila.
—Hemos trabajado muy duro para llegar hasta aquí y no queremos que lo eches a perder.
—No te preocupes... Jerry, no lo voy a estropear. Necesito ganar este concurso más que tú, te lo aseguro. ¿Por qué dicen que ya casi salen de esto? ¿Se refieren al plan de Lance para marcharse de aquí?
—Eso, y que ya no lo aguantamos con nosotros. Es un presumido y siempre hace lo que quiere. Freddy y yo venimos desde muy lejos y necesitamos dinero para ir a Redshore City, y Lance es nuestro boleto de partida.
—Creí que les gustaba trabajar con él.
—¡Ja! ¡Pero qué tonto eres! —exclamó la pantera— ¿Por qué rayos pensaste eso? Sólo lo estamos utilizando para salir de aquí, de Calatonia. Déjame aclararte una cosa, simio: Con todo y que pueda ser un cretino, un gilipollas arrogante, lo que tú quieras, es un magnífico guitarrista, sorprendente. Creo que estás de acuerdo conmigo en ese aspecto. Bien. Necesitamos de sus habilidades para salir de aquí. Nos empezamos a preocupar cuando entraste al grupo. Supusimos que tenía sus razones para contratarte, y nos dimos cuenta de eso cuando te oímos cantar. No lo haces nada mal, lo reconozco. Quedamos tranquilos cuando supimos que sabías tocar la guitarra. Ampliarías nuestra posibilidad de ganar. Estamos seguros de que quedaremos entre los tres primeros lugares. A nosotros no nos importa cuál, ya que todos nos sirven. Pero, como tú dijiste: Deseas ganar este concurso más que nosotros dos, así que intuyo que tienes motivos para pensar eso. No, no me interesa saberlos. Lo único que te pedimos es que no la cagues, sólo eso.
—Yo lo daré todo allá afuera, preocúpense por ustedes mismos.
Un instante después, Lance abrió la puerta y les gritó:
—¡Muevan el culo! ¡No seremos la segunda banda en tocar, sino la primera!
«¡¿Qué?!» Exclamaron.
—Como lo oyeron, imbéciles, muévanse, llegó la hora.
Al salir de los camerinos, se posicionaron a un costado de las bambalinas. El presentador del evento estaba dando un discurso cuando Johnny se acercó a Jerry y a Freddy y les dijo:
—No me interesa el dinero del premio. Tengo otros motivos para querer ganar este concurso. Si les sirve de algo, quédense con mi parte. Confío que lo usarán correctamente, ¿de acuerdo?
Freddy y Jerry lo escucharon con atención.
—¿No estás bromeando?
—No, de verdad, quédenselo. ¡Lance! ¡Lance, por favor, si ganamos el concurso, dales mi parte a los dos! Yo no lo quiero.
—Ya hablaremos de eso cuando ganemos, pero antes no.
Ash se había colado en la zona de las butacas superiores. La mayoría de los animales eran más altos que ella, así que se abrió paso hasta el barandal delantero para subir el pequeño escalón. Todos estaban emocionados por el concurso, en especial ella, ansiosa por ver a Johnny tocando la guitarra. Se preguntó quiénes eran los demás integrantes de la banda. Quería conocerlos. Cuando el presentador acabó de hablar, les dio la bienvenida a los primeros concursantes.
Fue en ese momento que su sonrisa se esfumó abruptamente, incapaz de comprender lo que sus ojos estaban mirando.
Lance...
¡Allí estaba Lance!
¡Detrás de él se hallaba Johnny!
Saludaban al público, sonrientes y contentos, todos excepto la puercoespín, quien perdió fuerza en el agarre de sus brazos cuando escuchó a Lance decir al micrófono que iban a cantar una canción que él había compuesto. Por un segundo creyó que estaba soñando. Era imposible que Johnny la traicionara de esa manera. No, debía haber un motivo razonable, no, más que razonable para que aceptara su invitación. Obviamente Ash no estaba enterada de nada gracias a Johnny. Sin embargo, después de su presentación, iría con él a preguntarle de una vez por todas lo que estaba pasando. No titubearon un segundo y comenzaron a tocar. La melodía avanzaba en unos tonos sombríos hasta que el gutural de Lance se escuchó retumbante en los oídos de todos los animales:
LET IT DIEEEEEE!!
Las lágrimas brotaron de sus ojos cuando Johnny empezó a cantar:
Sick of all the promises you broken,
YOU BREAK THEM ALLLL!!
I get all the blame and you're the victim,
IT'S ALL A LIEEEE!!
How long will you hold on?
Why can't I let it go?
Find a way to escape all the hate?...
Ash, en medio de aquel inhóspito tormento, derramándose en sollozos y lágrimas, quedó devastada cuando los dos unieron sus voces en el coro de la canción:
IF WE ONLY COULD GET OVER,
All the pain inside,
All the wasted pride,
IF WE ONLY, IF WE ONLY...
Could just face the truth;
GIVE UP THE FIGHT AND LET IT DIEEEE!!
Chapter 14: Capítulo 14
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Sucedió como en aquella terrible pesadilla, casi con exactitud. Ash había bajado hasta el patio inferior y se acercó a las primeras filas. Tenía los ojos rojos y cristalinos. Johnny seguía tocando la guitarra. Estaban a punto de terminar cuando pudo mirarla directamente. En ese momento, sus órganos internos se estremecieron. Quería desaparecer, evitar cualquier posible contacto con el mundo exterior, encerrarse en su habitación y gritar con todas las furias de su corazón. Acabaron de tocar. Johnny saltó de la tarima y corrió hasta donde ella estaba. Enredado en empujones y brutales loas, se arrodilló y trató de explicarse. Mientras tanto, Lance y los demás salieron apurados del escenario, confundidos por la ubicación del gorila.
—Ash, por favor, tienes que escucharme —exclamó agotado—. No es lo que tú estás pensando, en serio.
—¿Qué quieres que piense? —preguntó dolida entre la bullaranga— ¿Que acaso te diste cuenta de que Lance no era el cretino que tú imaginabas?
—No, no, claro que no. Yo soy el primero en negar eso, Ash. Nunca voy a perdonarle lo que te hizo, jamás.
—Entonces debo creer que todo lo que me dijiste sobre él y mi delirio por no querer olvidarlo fue una mentira.
Algunas personas del público palmeaban la espalda de Johnny, felicitándolo por su presentación. Querían tomarse una fotografía con él y pedirle su autógrafo, pero los ignoraba. Tenía toda su atención enfocada en el rostro de Ash, incapaz de comprender lo que acababa de ver.
—Te lo juro por lo más sagrado, te juro que todo lo que hablamos fue cierto. Ash, yo sería incapaz de lastimarte. Puede que en estos momentos no creas una palabra de lo que estoy diciendo, pero te estoy diciendo la verdad. Sé que no me he comportado adecuadamente contigo ni con nadie. Yo soy el primero que lo reconoce. Sin embargo, necesito que me escuches, por favor.
—No tengo motivos para escucharte, Johnny. Siento que ya no te conozco. Tú mismo nos hiciste a un lado. Está bien, tampoco voy a obligarte a que me cuentes sobre tu vida privada. Aun así, una cosa es ser reservado y otra muy distinta volverte un malagradecido.
Johnny presentía que esta conversación no iba hacia ningún lado, no con todos los gritos y lo intempestivo del establecimiento. Así que Johnny se irguió y la miró seriamente. Había tomado una decisión crucial.
—Tienes razón, Ash. Nunca he sido la persona que tú crees. De hecho, te mentí, le mentí a todos en el teatro, le he mentido a todo el mundo. Soy un impostor.
Sus declaraciones la preocuparon.
—¿Qué estás diciendo, Johnny?
—¿Quieres saber quién soy en realidad? Tienes que acompañarme a mi casa ahora.
—¿Tu casa?
—Ya me escuchaste —la encaró iracundo—. Seguramente sabes dónde me estacioné porque dudo mucho que hayas venido aquí por cuenta propia. Te veré allá. Si me disculpas, tengo que finiquitar esta treta en la que Lance me metió a propósito para ganar este estúpido concurso y largarse a Redshore City.
Ash sabía que el mayor sueño de Lance era ir a ese lugar. Cuando Johnny aludió a ello, se sorprendió.
—¿Cómo sabes que...?
—Lance me lo dijo. ¿Te sorprende? Ja, eso no es nada. No quiero perder más tiempo aquí, así que vámonos de una vez. Quédate afuera, no quiero que Lance te vea conmigo.
Dicho esto, Johnny se dio media vuelta y volvió a subir a la tarima. El presentador, un antílope acuerpado, estaba hablando de lo increíble que había sido su presentación cuando lo pasó de lado encaminándose tras bambalinas. Johnny encontró a Lance al fondo del salón hablando con Freddy y Jerry. Sin pensarlo, fue hasta donde él estaba y le dijo en un tono frío y de mal genio:
—He cumplido mi parte del trato, más te vale que cumplas con la tuya.
—¡Hey, hola! Estuviste genial. No paran de felicitarnos. Sabía que no-
Antes de que pudiera terminar la frase, el joven gorila lo tomó de la playera, lo levantó y lo jaló violentamente hacia su rostro. Asustado, Lance intentó zafar sus dedos, pero era demasiado fuerte.
—¡Oye, t-tranquilo!
—Escúchame bien, imbécil. Cumplirás tu parte del trato. De no hacerlo, te voy a ir a buscar y entonces vas a saber quién soy en realidad... ¿Está claro?
—¡Aaaah, sí, sí, está bien, viejo! Tranquilo, si lo que quieres es largarte, hazlo, no me importa.
Freddy y Jerry atestiguaban el espectáculo. Johnny los miró y le dijo a Lance:
—Si ganamos el concurso, dales la parte que me corresponde a ellos. Oigan, si este idiota no lo hace, me buscan. Trabajo en el Teatro Moon.
—Cuenta con ello —dijo la pantera—. Gracias por tu consideración.
—No hay de qué. Fue un placer haber colaborado —Johnny abrió la mano y Lance cayó al suelo de un sentón. Entonces dio media vuelta y se largó de allí.
Lance se sacudió la ropa. No podía enojarse con él, después de todo, lo obligó a participar en esto. Lo mejor era que se fuera y dejarlo en paz. Había cumplido su recado. Su relación había terminado. El joven gorila caminó de prisa por el pasillo angosto de los camerinos, agradeció al guardia de la entrada y salió a la calle. A continuación, fue hacia la esquina y halló a Ash parada junto a la lámpara de calle, esperándolo.
—Lamento la demora, súbete.
—No pienso subirme hasta que me digas qué está pasando.
—¡Te estoy diciendo que te subas! —le gritó enojado— Estuviste fastidiándome por haberte ignorado, pues esta es tu oportunidad para averiguarlo. Ahora súbete.
Ash se asustó por la manera en la que le habló. Una vez dentro de la cabina, Johnny encendió la camioneta y partieron hacia el taller. Conducía como un maníaco, a una velocidad elevada y peligrosa. Ash estaba agarrada del cinturón de seguridad temiendo por su vida. «¡Cuidado, Johnny!» «¡No, no, aaaah!» Exclamaba cuando rebasaba a los vehículos casi a punto de chocar.
—¿Por qué te asustas? —le preguntó metiendo la sexta.
—¡Qué te pasa! ¡Vas conduciendo como si fuera una carrera!
—Ah, sí, es que no tengo mucho tiempo. Tengo que apresurarme antes de que sea demasiado tarde.
—¡Demasiado tarde para queeeeee! —alargó la frase cuando derraparon sobre una curva. Johnny manejaba el volante como un verdadero experto.
—Ya te dije que cuando lleguemos a mi casa te lo diré todo. Por ahora, cállate —pisó a fondo el acelerador, quemando los neumáticos y desvaneciéndose en el humo blanco.
A los pocos minutos, y después de un derrape estruendoso, llegaron al taller. Johnny apagó el motor y le pidió a Ash que se apeara. Una vez afuera, Johnny sacó las llaves de la puerta metálica y la abrió. Era la primera vez que Ash entraba en su casa. El gorila le dijo que lo esperara en la sala en lo que iba a la cocina por algo de comer, pero ella se repuso de inmediato.
—No quiero nada, gracias.
—Como gustes, pues.
Una vez sentados, Johnny cruzó los brazos y la miró. Ash estaba sintiéndose incómoda.
—¿Qué sucede?
—Quiero saber por qué estabas siguiéndome.
—Creo que había suficientes motivos para hacerlo, uno de ellos es porque me preocupo por ti.
—Aaaaah, ya veo. Discúlpame, Ash, perdóname por haber reaccionado como lo hice hace un rato allá en el concierto. Fui un mal educado y grosero por haberte gritado.
—Ya entendí, sarcástico. No tienes por qué ponerte en esa actitud.
—Claro que la tengo, niña.
Nunca la había llamado así.
—¿Niña?
—Sí, niña terca y resentida, así te estás comportando ahora, como una tonta —la lastimaban esos conceptos—. ¿No eres capaz de respetar la privacidad de nadie o qué?
—Oye, espera, tranquilo, yo no-
—No, claro que no tienes la culpa de nada. Toooooda la culpa la tengo yo por querer mantener mi vida privada oculta de ustedes. ¿Nunca se te pasó por la cabeza que tal vez tenga un motivo para hacer eso? ¿Ah? ¿O es que piensas que por ser mi amiga te tengo que contar lo que sucede segundo a segundo conmigo?
—Yo lo hice contigo, Johnny.
—Eso siempre te lo he agradecido, Ash. Y si verdaderamente fueras mi amiga, respetarías mi espacio y mi intimidad. El día que yo hubiera decidido contarte lo que sea, lo habría hecho. Pero dadas las circunstancias con las que estoy lidiando en este momento, por ejemplo, con lo de Lance, que ya acabó, por cierto, no había podido encontrar el momento indicado para decírtelo. Pero, ajá, la señorita metiche de aquí no pudo aguantarse las ganas...
—Creí que me hablarías de lo que está pasando contigo, Johnny, o de tu evidente traición hacia mí con Lance.
—No quieras cambiarme la conversación, Ash. Todo esto que te estoy diciendo es sólo para dejar las cosas claras antes de lo que viene, y para que te des cuenta de lo que hiciste, lo cual parece que no está funcionando.
Ash lo veía con el ceño ennegrecido.
—De acuerdo, te escucho. ¿Qué es lo que se supone que te está haciendo actuar de esta manera?
Johnny se había mostrado valiente y decidido, pero temió lo peor cuando le dijo que era un criminal y que su padre estaba en prisión, que formaba parte de una pandilla de mafiosos y que Lance se había enterado de ello para chantajearlo y hacer que participara en el concurso de bandas de rock, ganar el primer premio y largarse de la ciudad.
Ash no se había equivocado en sus sospechas: Johnny nunca fue lo que ella pensó. La revelación la tomó por sorpresa.
Chapter 15: Capítulo 15
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Johnny estaba turbado. Una vez más sus planes fueron arruinados. En un principio había pensado finalizar sus asuntos con Lance y fingir que nada había sucedido. Si tenía la misma suerte y salía vivo de su próximo encuentro con los osos, nadie sospecharía sobre su antigua vida como pandillero. Sin embargo, esos planes habían sido descartados por el gorila, quien estaba dándole la espalda a la puercoespín, avergonzado por lo que había dicho hace un momento.
—Los engañé a todos —decía arrepentido—. No soy lo que ustedes piensan, soy una estafa, soy un impostor. Lo fui durante los ensayos antes de que el teatro se derrumbara, lo fui en el concierto que hicimos al aire libre, lo fui cuando lo estaban reconstruyendo, lo fui ayer y lo soy ahora, Ash. Lo que más me duele es haberte engañado, a ti, mi mejor amiga, la única amiga que he tenido verdaderamente desde que tengo memoria. Por esta vida que me tocó vivir no he sido capaz de mantener relaciones amistosas con nadie. Siempre me he sentido avergonzado por esto. Lo peor de todo era que no podía hacer nada para corregirlo. Soñé por años con la oportunidad de dejar atrás este pasado que me atormenta. Creí que lo lograría por medio de la música, y así fue por un tiempo, pero una vez que estás metido en todo esto ya no puedes salir. No existen las cuentas saldadas ni los compromisos; aquí, en el mundo de la delincuencia, en el ámbito mafioso, la única manera de zafarte de todo es con un plomazo en la cabeza. No había un solo día en el que no tuviera miedo. Ha sido difícil para mí. Mi padre me obligaba a actuar, a ser como él. Aun así, ahora que por fin soy mayor de edad y puedo empezar a tomar mis propias decisiones, y después de que lo arrestaran por mi culpa, cuando la situación cayó en una condición casi irreparable, lo enfrenté. Claro, se enojó conmigo, pero por primera vez en su vida pudo entenderme y recapacitar lo que había hecho. Supongo que esa fue la culminación de todo, pero restaban los cabos sueltos.
—¿A qué cabos sueltos te refieres, Johnny? —preguntó Ash, asustada por lo que le estaba diciendo. Johnny se giró un poco para mirarla. Tenía un rostro de derrota, de agotamiento total y desánimo absoluto.
—Yo, Ashley, yo soy el cabo suelto.
A la mañana siguiente, Ash despertó demasiado consternada por la conversación que tuvo con Johnny. Aquel lúgubre final la dejó marcada: «Si no sabes nada de mí en todo el día, diles a todos la verdad y llama a la policía». Esto fue después de haberle dicho que los líderes de una pandilla vendrían a buscarlo para concluir los asuntos que tenían pendientes con su familia. Su cara fue de espanto cuando confesó que se trababa de los osos que irrumpieron el ensayo que Búster preparó para Nana Noodleman. Admitió también que los conocía desde hace tiempo y que le preocupó que vinieran por él y no por Mike. Ante esto, y después de darse cuenta de que era una falsa alarma, guardó silencio y mantuvo la discreción.
Se le achicó el corazón en el momento que Johnny le pidió que se marchara porque su vida podría estar en peligro si lo veían junto a él. Ella había insistido en querer ayudarlo de alguna forma, a lo que le respondió con candor:
—Ya lo estás haciendo: Alegras mi vida con tu sola presencia —después de eso, Johnny se arrodilló frente a ella, tomó su mano y le dijo—: Quiero decirte que todo esto lo mantuve en secreto porque estoy enamorado de ti y no quería que te alejaras de mi vida.
Eso la derribó. Alguno pensaría que la estaba culpando por las decisiones que tomó, pero no. Ash fue capaz de profundizar en sus declaraciones y mitigar las rabietas que podrían haberse formado en ese momento. Jamás anticipó que Johnny fuera a decirle palabras tan contundentes. Trajo a memoria aquellas ocasiones en las que siempre intentaba hacerla reír con sus chistes y ocurrencias, los modos tan dulces con los que la trataba todos los días. Gracias a eso, no cayó en reacciones inmediatas y rezagó en descifrar sus mañas. Recordaba que llegó a su departamento y se sentó en la cama. En lugar de diseccionarlo, se pasmó, ofuscada ante la nueva realidad que tenía que enfrentar. La problemática acabó por ocupar toda su fuerza e hizo que cayera rendida sobre la almohada.
Al abrir los ojos notó que nada había cambiado, que no se trataba de un sueño extraño. Era una mañana habitual. Se duchó y desayunó un plato de cereal. Por obvias razones no esperó a Johnny y tomó un taxi hasta el teatro. Hoy era la gran noche, el concierto de reinauguración del ahora avivado teatro Moon. La canción que habían compuesto ya estaba lista. Al darse cuenta de que Johnny no iba a estar con ella en el escenario, no se desanimó. Más bien comprendió la situación que estaba sufriendo su compañero. En el mundo del espectáculo era un dogma tener planes de contingencia. Ash se anticipó grabando los sonidos de los instrumentos por separado. Utilizaría la pista de la guitarra de Johnny para encubrirlo. Lo que más le preocupaba era la reacción de Búster cuando se enterara que ello. Durante los últimos preparativos Ash se acercó al koala y se lo dijo. Su respuesta fue escuchada en todos los rincones del área trasera, incrédulo, paniqueado por la noticia. Los bailarines, los instrumentistas, Meena, Rosita y Gúnter lo miraron hacer la rabieta.
—¡No puede ser! ¡¿Por qué no va a venir?! ¡¿Acaso te lo dijo?!
—Sí, me dijo que tiene que atender unos asuntos pendientes muy personales que se le presentaron de imprevisto el día de ayer.
—¿Y por qué no me dijo nada? ¡Yo soy su jefe!
—Lo desconozco. Yo tampoco sé por qué me pidió que te lo dijera, Moon. Supongo que tendrás que arreglártelas con él cuando regrese.
—¡Ah, pero claro que me las arreglaré! ¡No puede hacernos esto!
La puercoespín estaba asustada. No sabía si volvería mañana. En medio de la obnubilación, Rosita la llamó:
—Ash, dime por favor que esto no se trata de lo que hablamos sobre él.
—Te mentiría si te lo dijera. Finalmente decidió contarme lo que le pasaba.
—¿Es muy grave?
—Lo que sigue de grave, pero no puedo decirte nada, no ahora. Enfoquémonos en el espectáculo.
Mientras tanto, Johnny se puso ropa cómoda: Una pantalonera roja deportiva y camiseta de tirantes color blanco, sin calzado. Bajó rápidamente las escaleras y revisó varios de los escondites donde guardaba sus armas. Cerciorándose de que todo estaba en orden, Johnny salió del taller y cortó con una cortapernos los cables de corriente de los interruptores de luz dejando todo el lugar en penumbras. Iluminado solamente por las lámparas de calle y la luz de la luna llena, Johnny estuvo parado delante de la puerta de entrada con los brazos cruzados y la mirada fría. Se mentalizaba para lo inminente. Seguramente vendrían con ayuda de sus secuaces, no lo tenía claro. Sin embargo, no resultaba descabellado considerarlo. Creyó escuchar el rumor de un auto aproximándose a lo lejos. Haciendo uso de su gracia natural, Johnny escaló uno de los postes y se colgó de la viga superior. Luego de haber verificado sus identidades, saltó y rápidamente se ocultó en los rincones oscuros del establecimiento para que no lo vieran. Respiró una última vez cuando los tres osos bajaron de la camioneta junto con dos de sus secuaces. Cerró los ojos en el momento que irrumpieron en la puerta con brutalidad y comenzaron a buscarlo por todos lados con la ayuda de las lámparas de sus rifles de asalto.
Ya era tiempo.
Chapter 16: Capítulo 16
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A la mañana siguiente, la policía de Calatonia encontró cinco cuerpos en la casa de Johnny, cuatro adentro y uno afuera cerca de la tienda de abarrotes. Fueron identificados los tres osos y dos gorilas de montaña. Presentaban heridas por arma de fuego, zarpazos, cortes profundos de navaja y manchas de sangre. También hallaron cargadores de rifle y de arma corta, pistolas y vidrios rotos, los muebles volteados y agujeros de bala en las paredes. Había ocurrido una masacre. El padre de Johnny no pudo dormir en toda la noche. Estuvo esperando que apareciera en la televisión para comprobar su estabilidad... Pero nunca lo hizo. Johnny había desaparecido. Ash estuvo mirando la puerta de su apartamento por horas, revisando los mensajes de WhatsApp cada cinco minutos, pero de nada sirvió. La policía no pudo encontrar su cuerpo ni ninguna pista sobre su paradero. Esta situación consternó a Búster en gran manera. Luego de enterarse de la situación en la que estaba inmiscuido exigió a las autoridades que iniciaran una exhaustiva investigación. Todos en el teatro respondieron en colaboración y las instalaciones permanecieron cerradas por un tiempo.
Ash habló con sus amigos antes de que la policía los interrogara:
—La razón por la cual Johnny no dijo nada fue porque tenía miedo de perderlo todo, miedo de que lo hicieran a un lado y de que lo despidieran. Le era imposible considerarlo dadas las circunstancias en las que su padre lo había metido, quien ahora mismo está cumpliendo una condena en la prisión de Calatonia por todos sus crímenes. Sobre todas las cosas, Johnny mantuvo el secreto para protegernos, para evitar que estuviéramos involucrados o fuéramos cómplices de sus delitos. Me lo dijo a mí porque las circunstancias lo obligaron a hacerlo. Lo estaba espiando y lo acorralé. Así que me llevó a su casa y me lo confesó. Decidió sacrificarse para que no fuéramos a la cárcel por su culpa, decidió consagrar su sueño de ser cantante por nosotros. Ahora entiendo lo que me dijo hace varios días, cuando aludió a que pronto todo iba a salir a la luz. Había hablado con Rosita sobre si Johnny estaba esperando a que la estafa colapsara por sí sola y no por su culpa. Parece que así fue, con todo y que fue su decisión protegerme.
No quiso decirles sobre su enamoramiento. Supuso que era irrelevante para el caso, además de ser un tema delicado para ella por obvias razones. La investigación perduró por varios meses. La policía buscó en los alrededores de las bodegas por las cuales estaba su residencia. Entrevistaron a los transeúntes de la zona, a Lance y a su banda. El puercoespín tuvo miedo cuando llegaron a la casa de Becky y empezaron a investigarlo. Sin embargo, él les dijo que estuvo trabajando con él por un tiempo para ayudarlo a ganar un concurso de bandas de rock. «De no ser por él, no habríamos quedado en primer lugar,» dijo a las autoridades a pocos días de marcharse de la ciudad hacia Redshore City, «mi banda y yo pensamos irnos de aquí para buscar más oportunidades, no estamos huyendo de la policía. Pueden investigarnos todo lo que quieran, no tenemos nada que ocultar.» Cuando concluyeron que no tenía nada que ver con los incidentes, dejaron de perseguirlo. El fiscal general estaba acusando a Johnny de homicidio en primer grado contra el oso líder de la pandilla, a quien le destrozaron totalmente el cráneo con una barra de acero oxidado. La forense y el psiquiatra concluyeron que un acto tan atroz como ese era producto de la ira y un desenfreno consumado de sus acciones. Seguramente lo hizo por venganza, por corajes que lo inclinaron afuera de lo que las autoridades consideraban defensa propia. Johnny debía pagar por el crimen. Tan pronto lo hallaran, lo iban a meter a la cárcel.
Búster estaba sentado en su oficina, impactado por las terribles noticias que le comunicaron. Le parecía ridículo que las cosas hayan cambiado de esta manera. Johnny era un muchacho dulce y sensible, una persona que jamás se inmiscuiría en ámbitos tan nocivos como la mafia, una situación impensable. Si él fue capaz de desembarazarse del yugo de su padre para luchar por su sueño, era idóneo concluir que Johnny no estaba contento con su estilo de vida. Buscaba un cambio, pensar por una sola vez en sí mismo y alcanzar los cometidos de su corazón. Por eso descartó que hubiera aceptado adentrarse entre los delincuentes por voluntad propia. Lo obligaron a participar, y ese alguien era su padre, Marcus Egerton, al cual fue a visitar personalmente para contarle lo sucedido.
—Dígame que está bien —imploró Marcus por el auricular de la cabina—, por favor.
—Lo siento, señor, pero no lo hemos visto desde el incidente. La policía ha estado investigando su paradero y no nos han querido decir nada.
—No pudo haber ido muy lejos. Sólo ha pasado una semana.
—Una semana es suficiente tiempo. Johnny era muy escurridizo cuando trabajaba en el teatro, reservado, supongo que usted sabe algo sobre eso.
—No le voy a mentir: Johnny siempre encontraba la manera de escaparse. Así fue como entró al concurso de canto que usted organizó. Nunca me enteré de nada hasta que me arrestaron.
—Ya veo.
—Ya habrían encontrado el cuerpo si hubiera muerto.
—Eso ya quedó descartado hace días, señor Egerton. Lo más probable es que haya huido de la ciudad. No pudo quedarse aquí. Es importante para mí comunicarle que Johnny está siendo acusado de asesinato en primer grado.
—¿Disculpe? ¿Asesinato?
—Como lo oye. Los medios no han revelado nada todavía, pero los detectives nos avisaron sobre esto cuando nos investigaron a todos. Encontraron las huellas de sus dedos en un tubo oxidado que fue utilizado para destrozarle el cráneo a uno de los osos que lo atacaron. La evidencia sugirió un acto de furia y venganza, ajeno de la defensa propia. Él es el principal sospechoso.
—¡Pero él tenía que defenderse!
—Lo hizo con los demás atacantes, sí. Ellos tenían heridas de bala, al igual que el oso que Johnny mató; pero la policía desconoce por qué se comportó tan agresivo con él.
—No le voy a decir que estoy de acuerdo con lo que hizo, pero me alegra que haya sobrevivido. Johnny es muy astuto, señor Moon. Lo conozco y sé que no podrá ocultarse por tanto tiempo. Seguramente está aturdido. Necesita distanciarse por lo que pasó. Si en verdad fue él quien mató al oso, yo mismo lo entregaría a la policía, pero ahora mismo es imposible para mí hacer tal cosa.
—Escuche, Ash, la puercoespín, sí, la guitarrista que también cantó en el concierto, me comentó que usted estaba en la cárcel. Johnny le habló de todo a ella. Hubo una razón para eso, pero creo que eso no es importante ahora. Vine aquí para que me dé una razón de su paradero, lo que sea. Me dijo que lo conoce bien. Debe tener idea de algún lugar en el que puede estar, o información que pueda ayudarnos a encontrarlo más rápido.
Marcus tenía información primordial para dar con su localización: La cuenta fantasma que prepararon para este tipo de emergencias. Johnny cargaba la tarjeta del banco todo el tiempo. Le parecía ilógico que por esta única ocasión no la trajera. Además, por ahí se estuvo sustentando durante la reconstrucción del teatro. Estaba tentado a confesarlo, pero la incertidumbre fue más fuerte.
—Lo siento, pero Johnny es de esos muchachos que es capaz de hacer a un lado todo lo que conoce para enfocarse en lo suyo. Algo me dice que usted entiende lo que estoy diciéndole, ¿verdad?
—Supongo que sí.
—Puedo decirle algunos lugares que utilizábamos para escondernos, pero dudo mucho que Johnny esté en uno de ellos. En estos momentos desea desaparecer y ese impulso escapa de mis horizontes. De verdad lo lamento.
El oficial abrió la puerta de la celda de Marcus y lo hizo entrar. Al cerrarla, vio a Stan y a Barry esperándolo. Una vez solos, se le acercaron con altas expectativas de la investigación.
—¿Qué te dijeron?
Marcus se sentó en la cama, consternado.
—Johnny está desaparecido.
—Eso es bueno, ¿no? Si estuviera muerto ya lo-
—Sí, lo sé. Pero ya pasó una semana y no han podido dar con él. Lo que sea que esté haciendo, lo está haciendo muy bien...
—Como le enseñamos, Marcus.
—En este momento no me siento muy orgulloso de eso.
Sus hermanos se sentaron a su lado.
—¿Cómo así?
—El koala ese me preguntó si sabía algo que pudiera facilitar la investigación.
—¿Le hablaste sobre la cuenta falsa que creamos en secreto?
—No, no lo hice. Le mentí, y eso me está desquiciando.
—¿Por qué? ¿Cuál es el problema? Ni que lo estuvieran buscando para meterlo a la cárcel...
Después de haber escuchado eso, Marcus inclinó la cabeza, obcecado. Al darse cuenta de esto, lo preguntaron.
—Marcus, ¿qué está pasando?
—Johnny asesinó a uno de los osos de una manera poco convencional.
—¿Qué hizo?
—Le destrozó el cráneo con un tubo oxidado. El fiscal lo está acusando de asesinato negligente en primer grado. Si la policía llega a darse cuenta de la existencia de esa cuenta, estaremos acabados, los cuatro.
—¿Qué vamos a hacer? ¿Decir la verdad?
—No, no, tengo fe en que Johnny hará lo correcto. Él sabe perfectamente lo que cometió. No tiene la fuerza suficiente para ocultarse por mucho tiempo. Por fortuna habrá un comunicado de prensa mañana sábado en la noche. El fiscal hablará sobre lo que pasó y dirá los cargos por los cuales Johnny será encarcelado cuando lo encuentren. Estoy seguro de que cuando oiga esto, aparecerá. Seamos pacientes. Hará lo correcto tarde que temprano. Por su bien que lo hará.
Chapter 17: Capítulo 17
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A eso de las siete de la noche, frente al Palacio Municipal de Calatonia en un comunicado de prensa, el fiscal general, un acuerpado labrador, anunció el inminente arresto de Johnny Egerton, presunto culpable de asesinato. Después de haber expuesto las conclusiones de la investigación en la escena del crimen, la prensa no dudó en hablar de lo sucedido y difundir especulacionessobre el hijo de Marcus Egerton, quien estuvo toda la semana esperando los resultados con impaciencia. El creciente éxito que Johnny había sembrado luego de su increíble actuación, aunado al escándalo que estaba gestándose por sus cometidos violentos, lo volvieron el artista más polémico de los últimos años en la ciudad. Nadie creía que Johnny fuera capaz de llegar a esos extremos. En un principio, la farándula había anexado al joven gorila en la lista de las mejores promesas de la industria musical. Sin embargo, las editoriales de estas plataformas tuvieron que rectificar sus veredictos y establecer su imparcialidad en el tema.
El teatro Moon resultó directamente afectado. Numerosos reporteros visitaron los establecimientos para cuestionarlos a todos sobre lo ocurrido. Nana Noodleman estaba desesperada por la invasión. De alguna manera, Johnny se había anticipado a los hechos. Entendía que la prensa no iba a tener piedad de nadie si las cosas brotaban. En un principio mantenía el anonimato para protegerse a sí mismo, pero ese sentimiento pasó a otros términos cuando se involucró amistosamente con sus compañeros de trabajo en el teatro. Sabía que no debía hablarles de lo que estaba pasando. Podrían haberlos acusado de cómplices o algo peor. Ante esta posible problemática, Johnny había hecho una sabia decisión, pero los noticiarios no lo vieron así. Marcus tuvo que tragarse sarta de conspiraciones sobre Johnny que trasmitieron por televisión nacional. Gracias a esto jamás pudo tranquilizarse, mucho menos cuando leyeron que la sentencia que Johnny recibiría era de 15 años de cárcel.
Johnny caminaba por las calles de Calatonia vistiendo una capucha negra para proteger su identidad. Era de noche. No había luna y estaba parcialmente nublado. Deambulaba por la acera con la cabeza baja y las manos en los bolsillos de su sudadera. No había comido y tenía sed. Le pesaba toda esa carga emocional por la culpa y el remordimiento, el remordimiento de haber matado a una persona que no tenía por qué haber muerto. Estaba consciente de que fue demasiado lejos. El oso le imploró que se detuviera y no lo hizo. Su atención fue atraída hacia el amplio ventanal de un restaurante de comida asiática. Había un televisor instalado en una pared del interior. Trasmitían el noticiario nocturno de Calatonia y estaban hablando sobre él. El rotulo apuntaba su nombre y la condena que iba recibir por el crimen. Esto hizo que se acercara hacia el cristal. Su mirada denotaba una indiferencia agotadora, ahogada en dolores profundos causados por el desánimo y la depresión, por una culpabilidad que nunca le correspondió, una culpabilidad injusta que lo volvió lo que no quería convertirse jamás: Un criminal prófugo de la justicia como su padre. De pronto no quiso seguir escondiéndose. Una llama sensible en el origen de su conciencia comenzó a fulgurar. No podía escapar de su yugo. Estaba atrapado en la confusión de lo que más le convenía y de lo que debía hacer. Inclinó la cabeza y respiró. Cerró los ojos formando un jeme sobre sus cejas. Estaba aterrado por lo que le esperaba, pero sabía que esa era su única salida. Se preguntó si valdría la pena desperdiciar tantos años de su vida en prisión cuando ya lo había hecho como criminal. Arrebataron su niñez, su adolescencia, ahora también sus años como adulto joven.
¿De verdad era justo que soportara tantos tormentos? La vida no podría ser tan injusta, pensó. Aun así me resta una chispa de esperanza para creer que dejará de serlo pronto, no lo sé. Menuda mierda de desesperación... Sé lo que tengo que hacer, pero no quiero admitirlo. Es en estos momentos cuando debería pensar como mi padre lo hizo antaño y escabullirme, pero me conozco y sé que no lo voy a hacer. Me conozco y sé que debo entregarme. De pronto pienso: ¿De qué me sirve a mí comportarme así si al final yo sé que me voy a arrepentir? Eso rima. En parte por eso no he olvidado ese pensamiento. Recuerdo las lágrimas de Ash y la manera en la que le hablé y me pongo más triste de lo que estoy ahora. Recuerdo cómo me comporté con todos en el teatro e imagino que, sin importar cómo se resuelva esto, jamás volverán a verme como antes. No importa desde dónde vea la situación: En todos los escenarios pierdo, siempre voy a perder sin importar lo que haga. Lo único que se me ocurre es soltarme de la cornisa, caer al vacío y averiguar si existe un fondo para mi tormento, si es que lo hay. Johnny retiró su capucha. Tenía la cabeza rapada. Su peinado había desaparecido, pero las cicatrices y los golpes no habían sanado todavía. Frunció el ceño y bufó. Voy a enfrentar el mundo con toda mi mente y con todas las fuerzas de mi alma. Si en serio hay esperanza para mí, la voy a encontrar cueste lo que cueste.
A los pocos días, antes de que todos se fueran a sus casas, Johnny apareció en el salón de ensayos del teatro Moon. Vestía la misma sudadera de capucha negra, pantalones oscuros y zapatillas grises. Su presencia los tomó por sorpresa. Dudaron un momento antes de correr hacia él y saludarlo. Explicó que había regresado para ser arrestado por la policía. Estaba dispuesto a confesarlo todo y a cumplir su condena en prisión. Habían sucedido casi dos semanas desde su problemática con los osos. Tenía la impresión de que si decidía aceptar los cargos por homicidio reducirían su condena. Con el dolor de su corazón, Búster marcó al 911 para explicarles lo que estaba pasando. Johnny no esperaba que lo atendieran con ovaciones o abrazos de alivio. Siendo sincero, le dio gusto que lo vieran como él era en ese preciso instante. Sí, Rosita estaba dolida al igual que sus compañeros. Verlo con el cabello corto y con marcas de golpes en su rostro hizo que lo lamentaran. Sin embargo, la persona que no se inmutó en lo absoluto fue Ash. Ella lo miraba impasible. Claro, le daba gusto volver a verlo, pero era más su confusión lo que mandaba en ese momento sus pensamientos. No había cabida para el regocijo. Restaban temas pendientes entre los dos. Hasta entonces, se ahorraría el esfuerzo de felicitarlo por su valentía de querer afrontar las consecuencias de sus acciones.
Minutos más tarde, la policía de Calatonia arribó al inmueble. Varias patrullas acompañadas de dos escuadrones especiales bloquearon la calle. Desafortunadamente había reporteros centinela que vigilaban el área de día y de noche. Al mirar toda la escena, corrieron con sus cámaras para grabarlo todo. Johnny había sido esposado y transportado hasta el interior de una patrulla, no sin antes haber sido fotografiado y bombardeado con preguntas sobre los hechos. Él sólo mantuvo la cabeza baja durante el trayecto. En ese momento no tenía nada que decir. Sus amigos atestiguaron el bochorno desde las escaleras del pórtico. Algunos reporteros les preguntaron sobre lo que pasó, pero el único que les dio bola fue Búster, quien tenía la responsabilidad de hablar por sus trabajadores. Fue breve y les pidió que regresaran al interior. Una vez allí, el detective en jefe los interrogó. Todos concluyeron en que apareció de la nada y que no tenía idea de dónde se había estado escondiendo. Ante las declaraciones, y luego de haber confirmado sus testimonios, quedaron absueltos de complicidad.
Johnny estaba sentado en la parte central del asiento trasero, impasible. Los dos rinocerontes que lo acompañaban a los costados estaban distraídos con el tráfico. El conductor, a través de la rendija que dividía la cabina, lo miró varias veces por el retrovisor.
—¿Por qué lo hiciste, muchacho?
Johnny lo escuchó sin voltearlo a ver.
—¿Disculpe?
—¿Por qué lo asesinaste de esa manera? Los otros dos osos murieron en el hospital. Yo te conozco. Mi hijo y yo estuvimos en el concierto que hicieron el año pasado. Tu acto le encantó y ahora estoy pagándole clases de piano.
—No quiero hablar de eso con usted, sino con mi abogado.
—Me sorprende que no negaras las acusaciones. Eso quiere decir que fue verdad lo que hiciste, ¿cierto?
—Si eso es lo último que va a preguntarme, sí, es cierto: Yo lo maté.
Los dos rinocerontes de la parte trasera se impresionaron.
—No te oyes arrepentido.
—Usted puede pensar lo que quiera. No voy a seguir hablando hasta que llegue mi abogado. Si no le molesta, no quiero hablar nada más. Sólo quiero ir a la cárcel y terminar con esto de una vez por todas.
Para Johnny sería un alivio que lo encerraran en la misma celda que la de su padre, quien no estaba enterado de su arresto. Después de haber sido procesado por los oficiales de la prisión, lo vistieron con un traje anaranjado a su medida y fue escoltado por un largo pasillo hasta su celda. El guardia abrió la puerta y Johnny miró el interior. Marcus estaba sentado sobre la cama cuando hicieron contacto visual. Después de haberle quitado las esposas, el guardia cerró la puerta y se quedó quieto y en silencio. Estaba avergonzado por lo que había hecho. No tenía el coraje para levantar el rostro. Unos segundos más tarde, Marcus y sus tíos se le acercaron.
—Sabía que aparecerías —le dijo Marcus—, pero no imaginé que te pondrían aquí con nosotros.
—Lo lamento, cometí un error.
—No tienes nada de qué culparte, Johnny. Fui yo quien te metió en este embrollo. No tuviste otra opción.
—No había razón para asesinarlo, yo... Perdí el control.
—Eso no importa —Marcus posó la mano sobre su hombro—. Lo que importa es que estás vivo, eso es lo que me pone contento.
—¿A qué precio, papá? Estaré aquí por muchos años.
Marcus estaba consciente de que no serviría de nada lo que él pudiera decirle, pero debía mantenerse firme para que sus ánimos no decayeran.
—Lo lamento, hijo —lo envolvió entre sus brazos, adolorido por sus errores, arrepentido por haberlo enredado en todo esto. Johnny dudó al principio, pero ya no pudo aguantarse las lágrimas y se quebrantó como si no lo hubiera hecho en años. Cuando sus tíos se unieron en su padecimiento, comenzó a gritar de la desesperación, liberándose de las ataduras y la confusión—. Por favor, perdóname. Te prometo que saldremos de esta. Nunca me voy a perdonar por lo que te hice... Nunca.
Los diarios Johnny y los sitios de Johnny Johnny Johnny Johnny entretenimiento, Johnny los noticiarios y los reporteros rotulaban lo que había hecho Johnny desde perspectivas diferentes. Una parte Johnny Johnny de la opinión pública defendía que hizo lo correcto ya que aquel oso seguramente resultaba ser Johnny Johnny Johnny Johnny un peligro para la sociedad, que era mejor acabar con su vida; otros estipulaban que Johnny había ido demasiado lejos y que debió dejar que la policía de Calatonia se hiciera Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny cargo del delincuente. Pocos aludían a que todo fue cometido bajo las riendas de lo que se podría considerar como defensa propia. Cuando Johnny se sentó frente al Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny televisor para mirar lo que estaban diciendo sobre él, se puso nervioso. Denigraban Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny su nombre como si les perteneciera, como si tuvieran la autoridad moral para hacer y deshacer: Johnny debería ser encarcelado por lo que Johnny Johnny hizo. Johnny no tenía por qué soportar estragos Johnny Johnny relacionados con la mafia, Johnny necesitaría limpiar su imagen si deseaba Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny volver a los escenarios, Johnny Johnny Johnny Johnny... Fantasmas en su cabeza, espectros hablándole al oído, crucificándolo por sus pecados... Johnny Johnny Johnny es culpable, Johnny en prisión, Johnny canta... canta canta... Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny Johnny...
Chapter 18: Capítulo 18
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El abogado de Johnny, un cerdo panzón de cuarenta y tantos años, pidió acceso a la prisión para hablar con su cliente. Se sentaron a la mesa y charlaron sobre lo que había sucedido para preparar su defensa. No podía prometerle la libertad dado que confesó el crimen. Sin embargo, existía la posibilidad de que redujeran considerablemente su condena si en los incidentes estuviera señalado algún patrón o comportamiento que lo haya obligado a actuar de la manera en la que lo hizo. Johnny escuchaba atentamente lo que el abogado le estaba diciendo, pero no se mostraba muy convencido de hacerlo. Confesó que hubo una razón para que perdiera el control, pero estaba temeroso de decírsela. A pesar de la horrible situación en la que se encontraba, le daba vergüenza hablar sobre ello. No era un tema aceptado entre la sociedad, no lo suficiente. El abogado le dijo que podía confiar en él, que nada saldría a la luz del público de no ser absolutamente necesario. Sin tener ninguna otra posibilidad a su alcance, Johnny suspiró con pesadumbre, exhausto por todo lo que estaba pasando. Ahora mismo no había tiempo de considerar otros escenarios. Necesitaba concentrarse en lo verdaderamente importante.
—Perdí el control cuando el oso mencionó a una chica de la que estoy enamorado.
—Cuéntame al respecto. ¿Esta supuesta chica te conoce?
—Sí, es... Era mi mejor amiga.
El abogado anotaba en su cuaderno.
—Ajá, ok, ¿qué te dijo el oso para que lo atacaras?
—Estaba tirado en el suelo porque le había disparado en las piernas. Lo hice para poder escapar. No quería matarlo. Cuando me di media vuelta para irme de allí, me gritó que conocía a la puercoespín con la que salía todos los días, que sabía dónde vivía y que la había estado vigilando.
El abogado lo miró por encima del armazón de sus lentes, confundido.
—Uh, a ver, primero que todo: La chica de la cual estás enamorado... ¿es la puercoespín que mencionó?
Johnny se ruborizó, pero finalmente asintió.
—La he amado desde el primer día que la miré en las audiciones de hace dos años.
Le costó comprender sus sentimientos. No era usual encontrarse con animales enamorados de otras especies.
—Debe ser un tema delicado para ti, ¿no es cierto?
—No tiene idea, señor.
—De acuerdo, está bien. No voy a juzgarte, tampoco voy a decirte que todos tenemos defectos porque eso que tienes no es un defecto, ¿bien?
—Creí que le parecería raro...
—Pfff... Mi hijo, el mayor, es homosexual y no lo veo raro. En tu caso es la primera vez que conozco a alguien que está enamorado de otra especie. Continuemos. ¿Qué más te dijo el oso después de eso? ¿Te dijo que la iba a matar?
—Debe saber que antes de que aludiera a la puercoespín me había dicho que también conocía a mis amigos del teatro Moon, a todos y cada uno. Hace tiempo irrumpieron el ensayo que estábamos haciendo para Nana Noodleman. No quiero explayarme en eso, pero acabó en la destrucción del teatro, usted sabe. A los osos ya los conocía desde hace tiempo. Tenían su propia pandilla y controlaban parte de la ciudad. Cuando arrestaron a mi papá, se movilizaron y conquistaron otros territorios. Yo me rehusé, no quería entregarles nada. Imagino que por eso estuvieron investigando dónde trabajaba o si tenía amigos, no lo sé. El oso me dijo que me arrepentiría de lo que le había hecho desquitándose con ellos. Yo no le di importancia hasta que habló sobre ella. Me detuve en seco y lo encaré. Con cada paso que daba seguía diciendo que la había visto de cerca, que llevaba vigilándola desde hace tiempo y que planeaba hacerle una visita. Usted se imaginará para qué. Lo golpeé varias veces para que se callara, pero seguía hablando y hablando. Me enojé tanto que me arrodillé sobre él y lo agarré a puñetazos. Había mucha sangre, sin embargo, continuó diciendo peroratas sobre ella y los demás, que los haría matar. Entonces miré mi alrededor, hallé ese tubo oxidado y... lo tomé y... Ay...
—Tranquilo, Johnny. Está bien.
—Yo sentía en mi interior que no debía dejarlo con vida. Yo... Quiero decir que... Tuve miedo de que planeara el asesinato de todos y... y... Ay, es que yo no...
—Johnny, Johnny, apacíguate. Escucha, no tienes que seguir hablando. Creo que tenemos lo suficiente para construir tu defensa.
Johnny se limpió las lágrimas.
—¿De verdad?
—Sí, estoy seguro de que convenceremos al jurado sobre las condiciones en las que surgieron los hechos. Aunque, bueno, me preocupa lo que puedan pensar sobre tu enamoramiento por esta puercoespín, ¿cómo se llama?
—Ash. Ella sabe que estoy enamorado de ella.
—¿En serio? ¿Y tiene idea de tus asuntos con la mafia?
Johnny retiró el rostro, indeciso.
—Tuve que hablarle sobre el arresto de mi padre y que estaba metido en asuntos de pandillas. Hay toda una historia detrás de esto, pero en resumidas cuentas ella estaba tan desesperada por saber lo que me ocurría que me siguió hasta mi casa un día antes del ataque de los osos. Una cosa llevó a la otra y terminamos hablando sobre mi situación. Aproveché para decirle que estaba enamorado de ella, que tenía que saberlo por si me asesinaban.
—Johnny, creo que será necesario ponerla en el estrado para que testifique lo que me estás diciendo.
—¡No, no! No lo haga, no quiero involucrarla en esto, por favor.
—Debemos hacerlo o nuestra defensa no será sustentada. Pensarán que lo estamos inventando, y más porque no podrán creer que estés enamorado de una puercoespín, una completa locura para la mayoría de ellos seguramente. Me encargaré de ir a visitarla a las instalaciones del teatro y decirle lo que está pasando. Se verá obligada a cooperar porque ella también está involucrada en todo esto. No te preocupes, Johnny. Las cosas mejorarán para ti, te lo prometo. Tengo lo que necesito. Mañana regreso y te digo lo que pasó.
Esa misma tarde, el abogado de Johnny estacionó su automóvil frente a la entrada del teatro Moon. Al bajarse, observó sus dimensiones. Cruzó la puerta y subió por las escaleras en espiral. Había llamado a Búster antes de venir. Una vez sentados en su oficina, el abogado se lo explicó. El koala lamentaba profundamente lo que había sucedido. Suspendieron las labores hasta nuevo aviso. Acompañándolo en su dolor el abogado le dijo que todo podría terminar pronto si cooperaba dándole la dirección de la residencia de Ash.
—¿Uh? ¿Para qué quiere hablar con ella?
—Johnny me comentó que ella se enteró de lo que estaba pasando un día antes del ataque de los osos. Necesito hablar con ella para construir una buena defensa. Es probable que tenga que testificar en la corte.
Horas más tarde, después de haberlo convencido, Búster escribió en un papel la dirección de su casa y su número telefónico y se lo entregó. Ya era de noche cuando la llamó. Estaba cenando en un restaurante en el momento que lo contestó.
—¿Diga?
—Señorita Ashley Johansson, ¿cómo está? Me llamo Ernesto Ramírez, soy el abogado del joven Johnny Egerton.
Ash estaba acostada bajo las cobijas viendo una película en su laptop. Se veía desanimada.
—Ah... Hola, sí, estoy bien, gracias. ¿Por qué me llama a mí? ¿Cómo consiguió mi número?
—La llamo porque Johnny me dijo que usted se enteró de todos sus asuntos relacionados con la mafia de Calatonia, que él se lo dijo 24 horas antes del incidente, ¿eso es correcto?
—Eh... Sí, sí lo es.
—En esos términos es necesario que hable con usted para preparar la defensa de mi cliente. La necesito mañana temprano en el estrado para testifique lo que le dijo.
—¿Y-yo? P-pero yo no hice nada...
—Oiga, tranquila, no se asuste. Lo único que necesito es que usted de razón de lo que pasó, eso es todo. Necesito su testimonio para reducir la condena de Johnny. Por eso le pido que nos veamos. ¿Le parece bien en su casa?
—Está bien, está bien, sí, lo que sea para acabar con esto cuanto antes.
—No se preocupe, señorita. Si todo sale bien, saldremos de todo esto mucho antes de lo esperado.
Chapter 19: Capítulo 19
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Había un tercer involucrado en esta situación. Lance Bennett, el exnovio de Ash. Si bien Johnny no le contó a Ernesto toda la historia oculta detrás del embrollo, Ash sí que lo hizo, por lo menos lo que Johnny le había dicho antes de desaparecer. Ash no podía mentirle. Si le decía que estuvo siguiéndolo hasta cuando llegó alHouse of Blues 'Redemption', debía explicarle lo que pasó allí. Ernesto hizo ahínco en lo que Johnny le había referido sobre el chantaje de Lance. Aunque eso fuera cierto, era irrelevante para el caso. Además, la policía ya había investigado al respecto y no encontraron pruebas que lo ligaran con cualquiera de sus delitos. Antes de que empezara el juicio, Johnny le comentó a su abogado que no quería volver a ver a ese cretino. Lo había subestimado. No era tan tonto como él pensaba. Lo planeó todo para que la policía no pudiera incriminarlo. Ahora estaba en Redshore City, tal vez haciendo audiciones para que una disquera lo tomara en serio. Ernesto y Ash se quedaron hasta tarde planificando lo que iba a responder ante el fiscal de distrito. Tuvieron que escribir un libreto para abordar varias posibilidades. A la mañana siguiente, quince minutos antes del juicio de Johnny, Ernesto habló con él dentro del auditorio para decirle cómo iban a enfrentar la situación.
—Ayer visité a tu novia y platicamos sobre el juicio —le dijo abriendo su maletín para guardar unos documentos importantes sobre el caso.
—¿Mi novia? —Johnny cuestionó con molestia.
—Sabes perfectamente a qué me refiero, niño.
—¿Ash va a venir, entonces?
—Sí, ya no debe tardar.
Justo estaban hablando de eso cuando los guardias abrieron las puertas del auditorio y dejaron pasar a sus amigos del teatro. Nunca imaginó que vinieran a ver el juicio. Johnny se puso de pie. Le daba vergüenza que lo miraran usando su traje color naranja, pero ellos no le dieron importancia cuando se acercaron para saludarlo.
—Johnny, nos da muchísimo gusto verte —dijo Búster detrás de la cerca—. ¿Cómo va todo?
—Él es mi abogado, Ernesto Ramírez, él puede responderles esa pregunta.
Cuando Johnny se entretuvo con sus demás compañeros, Búster y Ernesto se hicieron aparte y conversaron sobre lo que estaba pasando. Aprovechó la ocasión para avisarle sobre Nana Noodleman, quien seguía molesta por haber quedado inmiscuida en los asuntos delictivos de Johnny. Ernesto lo tranquilizó diciéndole que la policía estaba haciendo una profunda investigación para detener a los demás integrantes de la familia. Todo lo que iba a suceder en este juicio la dejaría limpia de culpa, al igual que a sus compañeros. Búster le agradeció sus esperanzas en el instante que Ash apareció. Aliviado, el abogado de Johnny la abordó rápidamente.
—Gracias por venir —le dijo con candor—. No nos demoraremos mucho.
—Descuide, no pasa nada. Me da gusto ayudar en esto.
Johnny y Ash cruzaron la mirada un par de segundos antes de que ella se sentara junto a sus amigos. Todavía podía sentir su indiferencia. Era terrible. Era como si estuviese siendo obligada a actuar por haberla involucrado. Lo peor de todo era que parecía no tener lástima por Johnny, ni siquiera un poco. Tenía la sensación de que consideraría la declaración sobre su enamoramiento, pero no había indicios de ello. Eso lo desanimó en gran manera. Ernesto platicó unos minutos con el fiscal de distrito, quien se veía convencido de condenar a Johnny en prisión. Tenía curiosidad de averiguar sus motivos, a lo que el labrador respondió que no era aceptable que las personas tomen la justicia en sus propias manos cometiendo actos tan atroces como el de Johnny, que no hay justificación para tales delitos y que deben pagar las consecuencias. Sus argumentos sonaban razonables. Sin embargo, Ernesto había preparado la defensa perfecta. Este juicio iba a ser corto, pero sustancial. Minutos más tarde, los guardias pidieron que todos tomaran asiento porque estaban a punto de comenzar.
La sesión fue básicamente un compendio de todo lo que se ha escrito en esta historia. Sin embargo, y para que el jurado tomara en serio los hechos, Ernesto utilizó la situación de Johnny y Ash acerca de la confesión que hubo sobre su enamoramiento, haciendo que se consternara en gran manera a pesar de haberlo ensayado todo con él la noche anterior. Apenado por la incomodidad, Johnny encogió el cuerpo cuando nadie le creyó lo que había comentado al respecto. Ernesto estaba al tanto de eso, pero era necesario que la gente lo entendiera por parte de Ash para convencerlos. Luego de varias preguntas cruciales para el caso, Ernesto se acercó al estrado.
—En resumidas cuentas, señorita Ashley, usted jamás estuvo enterada de las andadas de Johnny hasta que él mismo se lo dijo la noche anterior al ataque, ¿cierto?
—Así es. Todo el tiempo estuve muy consternada por él y nunca quiso hablarme de nada. De hecho, sabía que no lo iba a hacer, así que decidí seguirlo y después pasó todo lo que le dije.
—De acuerdo. Después de haber ido a su casa y contarle sobre su vida como criminal y la treta que hizo con ese tal Lance Benett, ¿qué más le dijo?
Ash inclinó la cabeza, suspirando. Johnny la miraba desde su asiento, melancólico y desanimado. Sus amigos aguardaban impacientes lo que iba a decir. Con fuerzas de valentía, Ash respondió:
—Me dijo que estaba enamorada de mí.
La reacción del público no pasó desapercibida. El jurado estaba incrédulo. El juez golpeó su martillo un par de veces para calmar los ánimos. Una vez recuperado el orden, el abogado continuó.
—Ya veo, muy inusual en mi opinión.
—Para mí también.
—¿Cómo se sintió después de eso?
—¡Objeción, su señoría! —gritó el labrador poniéndose de pie— ¿Relevancia?
—Si su señoría me lo permite, tengo un objetivo con esto. Le pido sólo un poco de tiempo para un par de preguntas más —rogó el cerdo.
El juez, un búfalo de pelaje marrón, concedió su permiso.
—Está bien, lo permitiré. Señorita, responda la pregunta.
—Uh... pues... Yo, no lo sé, me sentí confundida. No esperaba que fuera a decirme eso. Quiero decir, Johnny y yo fuimos mejores amigos antes de todo esto. Pero, de repente, él comenzó a distanciarse de todos nosotros. Sinceramente ya no recuerdo aquellas ocasiones en las que le contaba sobre lo mal que estaba por mi relación con Lance. Claro, ahora que entiendo las circunstancias de la situación, estoy consciente de que Johnny estaba pasando por una época muy difícil, lo reconozco. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que nos engañó, de que me engañó a mí, su única amiga como me dijo en su momento.
Johnny no tenía el coraje para mirarla a los ojos, así que prescindió.
—Había creído que era una broma, pero nunca lo desmintió. Sus ojos brillaron cuando me lo dijo. Por un segundo pude verlo como él era en realidad, una persona dulce y sensible. La profundidad de la ocasión acabó por convencerme de que lo que sentía por mí era verdadero. Me quedé callada. Ni siquiera me dio tiempo de contestarle porque sabía que no iba a poder hacerlo. Me advirtió que, si no aparecía él en el concierto de reinauguración del teatro Moon al día siguiente, llamara a la policía y les contara sobre esto.
—Respóndame ahora, señorita Ashley. Si Johnny le hubiera dicho que la amaba mucho antes de que esto pasara, antes de enterarse de todo sobre Johnny... ¿Usted le habría dado una oportunidad de tener una relación?
La poca esperanza que residía en el corazón de Johnny se esfumó en el momento que ella respondió que no, agregando que si se hubiera enterado de todo aun sabiendo que estaba enamorado de ella o siendo novios habría ido con la policía a denunciarlo. Eso le dolió demasiado, pero agradecía conocer su postura.
—No podría estar con alguien que me está ocultando su verdadera identidad, con alguien que finge ser alguien que no es, no con un criminal.
Ernesto asintió y le dijo:
—Ahora que lo sabe todo, ¿le daría la oportunidad de tener una relación?
Ash observó a Johnny ahogándose entre sus sentimientos.
—No, no lo haría.
El auditorio enmudeció al escuchar su respuesta.
—Muy bien, Ashley, muchas gracias. No más preguntas su señoría —dijo Ernesto en su camino de regreso a su escritorio.
—¿Fiscal? —el juez se dirigió al labrador.
—No tengo más preguntas, su señoría.
—De acuerdo, el jurado deliberará su declaración. La corte entra en receso hasta nuevo aviso.
Chapter 20: Capítulo Final
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Meses después, una tarde de verano a eso de las 16.30, Johnny estaba recostado sobre la cama de su celda. Tenía las manos detrás de su cabeza y los pies cruzados. No se veía triste o melancólico, sino calmado. Por primera vez en mucho tiempo, y cuando por fin pudo enfrentar las consecuencias de su pasado, podía estar tranquilo y en paz. Estaba encerrado junto a su familia. La prisión era un lugar frío y tétrico, pero tenía actividades como clubes de lectura, talleres literarios y musicales, bibliotecas, canchas de fútbol y basquetbol, gimnasios y salas de cine. Creyó que le iría terrible con los prisioneros de las otras celdas, pero no fue así. Eran rudos y varoniles, de actitudes férreas y toscas; sin embargo, se comportaban amables con él gracias a Marcus. Fue él quien les habló sobre su carrera artística como cantante, contagiándolos de su noble actitud y buenos deseos de superarse a sí mismos tal y como él lo había estado haciendo. Muchos prisioneros tenían sueños como los de Johnny, sueños que fueron opacados por sus malas decisiones, decisiones por las cuales tomaron la iniciativa de convertirse en lo que más anhelaban. Johnny, al ver el recibimiento de sus colegas en la prisión, no se sintió triste por haber terminado tras las rejas. Al contrario. Muchos de ellos le comentaron sobre su increíble valentía para sortear todos los obstáculos que estaban atravesados en su avidez de convertirse en un cantante profesional, motivos que Marcus utilizaba para inspirarlos, para que lo tomaran como el ejemplo fehaciente de que sin importar qué tan atenuantes sean las circunstancias siempre se puede elegir ser una mejor persona y dejar atrás los malos augurios. Johnny no se había enterado de los discursos de Marcus hacia sus compañeros hasta que lo recibieron dentro de la prisión. Al principio estaba triste por la vasta cantidad de animales que quisieron convertirse en escritores, músicos o deportistas profesionales. Gracias a los conocimientos de Johnny en cuanto a la música y redacción de canciones, los oficiales de la penitenciaria le ofrecieron la oportunidad de tener a su cargo un pequeño grupo de prisioneros, oportunidad que quería hacer rendir con vehemencia. Al verlos esforzándose por ser la mejor versión de sí mismos, Johnny sonreía. No parecía que estuviera encarcelado o en un predicamento espantoso. Esos pensamientos fueron disipándose con el tiempo. Estaba contento de tener la oportunidad de leer y escribir sus propias estrofas, de practicar deporte y organizar torneos de campeonatos, de ejercitarse para bajar de peso y moldear su cuerpo, resultados que se hicieron notorios en poco tiempo. Johnny, con su dulce y amable actitud, cambió la atmósfera del edificio. Sus colegas agradecían a La Madre Naturaleza por haberlo puesto en sus caminos. Estas eran las principales razones por las cuales Johnny podía cerrar los ojos y descansar, feliz de tener por fin las riendas de su vida bajo control. Tres años era bastante tiempo, sí, pero esa noción dejaba de ser importante la mayoría de las veces. Entretenidos en lo que más les gustaba, en compañía de buenos amigos e intenciones meramente purificadas, el primer año de condena pasó rapidísimo, sorprendiendo especialmente a Johnny, quien no lo había notado hasta que algunos de sus colegas salieron de prisión completamente renovados, listos para luchar por lo que habían soñado desde siempre, con las oportunidades de la vida puestas a su disposición.
Aquella tarde cálida, justo cuando Johnny había pensado que nada podría arruinar un rato tan ameno, el guardia de seguridad llamó a su puerta.
—Johnny, tienes visitas.
Sus amigos del teatro habían dejado de venir a verlo hace tiempo. Al mirarlo tan contento y despreocupado sabían que todo iba a estar bien. Sus expectativas por una repentina visita de Ash desaparecieron varios meses atrás. Búster le dijo que no había sabido nada de ella en todo el año que llevaba encarcelado. Nunca volvió al teatro. Fue complicado deshacerse de sus sentimientos. Fue catártico para su desarrollo personal y emocional mantener la conciencia tranquila y ocupada ayudando a sus colegas prisioneros. De no ser por ello, tal vez continuaría desanimado o deprimido, miserable por su rechazo. A estas alturas le daba igual si Ash venía o no. No estaba de humor para cargar con esos problemas, no cuando su vida iba sobre ruedas en estos momentos. Al salir de la celda y dirigirse hacia las cabinas, y posteriormente echar un vistazo, su sonrisa se esfumó al corroborar la identidad de su visitante. Lentamente tomó asiento y asió el auricular. Lo miraba fijamente, impactado por su presencia.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Ja, ¿no me merezco por lo menos un hola? —contestó Lance desde el otro lado— ¿Todavía sigues enojado conmigo?
Vestía una chaqueta de cuero azul oscuro y pantalones negros ajustados. Se veía diferente, cambiado, una esencia distinta a la del perdedor que lo obligó a participar en aquel concurso de bandas de rock.
—No estoy enojado contigo —contestó el simio—, pero tampoco me excita que hayas venido hasta aquí. ¿A qué debo el honor?
—Sólo quería ponerte al tanto, compadre.
—¿Al tanto? ¿De qué?
—Desde que me fui de Calatonia y me mudé a Redshore City, no he parado. He estado trabajando muy duro y parece que finalmente logré llamar la atención de algunas personas importantes.
—¿Finalmente lograste que alguien se interesara en la basura de tu música?
—Je... Es curioso que la llames basura dado que tú hiciste que cambiara mi estilo musical.
—¿Ah?
—Sí, tal y como lo oyes. La última vez que ensayamos en mi apartamento estuve pensando sobre lo que me decías acerca de la letra y la melodía de mi canción. Cuando llegué a Redshore City quise experimentar con eso sólo porque me parecieron interesantes tus argumentos. La cosa es que logré componer una canción y me gustó tanto que la toqué en vivo en muchos lugares.
—¿Y viniste hasta aquí a darme las gracias? Te hubieras ahorrado el tiquete.
—Vine hasta aquí porque tengo que arreglar unos menesteres personales. Mi vuelo sale en dos horas, tenía tiempo para venir a verte y explicarte lo que ha pasado conmigo.
—No me emociona que hayas compuesto otra canción gracias a mis consejos.
—Tal vez no, pero siento que debo agradecerte por ello. Tus consejos me abrieron una oportunidad con una disquera famosa.
Johnny se impresionó.
—Ah ¿sí? ¿Quiénes fueron los valientes?
—Fur Records.
Johnny conocía esa disquera. Había producido grandes éxitos de muchísimos cantantes. Era una de las más importantes en la industria. Le suponía trabajo entender que alguien como Fur Records se interesara en este cretino. Eso lo hizo cuestionarse muchas cosas sobre él. Tal vez en serio había cambiado su estilo por uno completamente distinto, pero no podía asegurarlo.
—Es... maravilloso, muchas felicidades.
—Sí que lo es. Te lo debo a ti, simio. De no haber sido por tus observaciones, creo que no lo hubiera logrado. Fue como un nuevo comienzo para mí. Firmé el contrato y tendré a mi propia banda para producir un disco, todos ellos con basta experiencia en el ámbito musical. Estoy emocionado por empezar. Si te hace sentir mejor, quiero que sepas que haber trabajado contigo me hizo entender varias cosas en las que estaba equivocado. Sé que suena algo gay; pero estoy siendo sincero. Ahora que lo pienso, Ash siempre intentó hacerme ver eso cuando fuimos novios. Siempre intentó darme ideas para que mis canciones fueran mejores. Me alegra mucho no haberla escuchado. Admito que la canción que compuso hace tres años es increíble, no me da vergüenza reconocerlo. Sin embargo, ella tiene una estabilidad emocional deplorable, creo que tú sabes a qué me refiero exactamente. Sí, exacto, Johnny. Cuando me enteré en las noticias de que estabas enamorada de ella, sentí muchísima lástima por ti, no porque sean especies diferentes, sino porque podrías haberte conseguido a alguien mejor. ¿Qué? ¿Ella no ha venido a visitarte una sola vez? Ja, ay no... ¿ves a lo que me refiero? No es capaz de controlar sus emociones. Me atosiga creer que pudiste haber estado enamorada de ella habiendo mejores mujeres allá afuera. Yo la conozco bien, Johnny. Todavía está rodeada de fantasmas. Estoy seguro de que ella te visualizaba como ese pilar del cual estaba sosteniéndose. Ahora que no estás ella tampoco está. No puedes cargar con su inestabilidad. Ella necesita estamparse contra el muro para agarrar la onda, hombre.
Tenía que admitir sus razones.
—A lo largo de todo este tiempo que llevo encerrado he podido meditar muchas cosas. Por mi bien tuve que soltarla o me arrastraría con ella hasta el abismo.
—Es precisamente lo que te estoy diciendo. Yo pude volver a empezar, tal vez tú deberías hacer lo mismo cuando salgas de prisión.
—Este lugar será mi absolución, sí. ¿Sabes algo? En este tiempo me he enfocado en escribir mis propias canciones.
—Supongo que inspirándote en todo lo que te sucedió, ¿no?
—Sí. Por primera vez en mi vida tengo algo que decir, tengo la oportunidad de mostrarme tal y como soy sin avergonzarme.
—Te deseo suerte, simio. Me tranquiliza que hayas podido verle el lado positivo a esto.
El joven gorila simpatizaba con su filosofía.
—No podía quedarme de brazos cruzados.
Lance sonrió.
—No lo pudiste haber dicho mejor.
FIN